domingo, 27 de noviembre de 2011

PALABRAS DE UMBERTO ROMAGNOLI EN UN HOMENAJE EN BOGOTÀ, 23 DE NOVIEMBRE 2011


Del 23 al 25 de noviembre en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en Bogotá D.C. Colombia se llevó a cabo las jornadas en homenaje a los profesores Romagnoli y González Charry, y la presentación de un libro homenaje a ambos coordinado por Susana Corradetti, abogada argentina que forma parte del Grupo de Ex Becarios de Bolonia, Castilla La Mancha y Turín (BCLMT). El maestro no pudo asistir, pero entregó estas palabras que a continuación se insertan en este post, oportunamente traducidas por la Escuela de Traductores de Parapanda, en el convencimiento que serán bien apreciadas.




Queridos amigos y colegas

Mi estado de salud me niega la dicha de participar en el evento que generosamente habéis querido dedicarme. Lo mínimo que puedo hacer es enviaros mi emocionado agradecimiento por la demostración de estima que me crea un cierto malestar porque estoy convencido de no merecerla. El único mérito que a lo mejor he logrado se inscribe en un proyecto colectivo cuya bondad se puede apreciar con el transcurso del tiempo, como sucede a los grandes vinos de reserva.

El proyecto, que comenzó en la Universidad de Bolonia en el ya lejano 1988, era el de construir un puente de unión con los ambientes profesionales de América Latina que se ocupan de la cuestión del trabajo en una óptica interdisciplinar, y el propósito era el de abrir una comparación entre culturas hijas de historias muy distantes para comprender si el derecho del trabajo, es decir el más eurocéntrico de los derechos nacionales, estuviera destinado a permanecer clavado en su “dónde” sin poder llegar a convertirse en un punto de referencia cultural transnacional.

El proyecto se ha desarrollado en un arco temporal marcado por un cambio de época. En efecto, mientras la globalización de la economía ha galopado, la globalización de los derechos, y fundamentalmente del derecho del trabajo que es magna pars del modelo social europeo, encuentra obstáculos crecientes. Es más, en la propia Europa se debilitan las resistencias a la idea según la cual el mercado está legitimado para exigir – a cambio del trabajo que de otra forma se pierde o no se encuentra – la renuncia a los derechos individuales y colectivos que definen la identidad de las democracias contemporáneas. Pese a ello, se debería hablar no del fracaso del proyecto, sino de la necesidad de intensificar los esfuerzos para activarlo a gran escala.

Hoy más que nunca, ciertamente, los laboralistas no pueden limitarse a un rol instrumental y subordinado a una economía que pretende curar los daños producidos con el veneno que los ha provocado. Y eso porque la estrella polar que guía la evolución del derecho del trabajo es su mismo referente social: una persona de carne y hueso que reivindica la titularidad de una serie en continua expansión de intereses materiales e inmateriales pre- y post- ocupacionales. A fin de cuentas, el derecho que del trabajo toma su nombre no puede tomar su razón de ser si no es a condición de reafirmar su matriz de compromiso, reconociendo abiertamente que su origen hace de él una construcción cuya politicidad influencia la jurisprudencia teórica y práctica. De otra manera nunca se habría convertido en un corpus normativo dotado de coherencia y sistematicidad propias en el marco de principios y valores que definen su identidad. Por eso nació como derecho de frontera, en el sentido que desafiaba el orden constituido de los beati possidentes, pero ha crecido con el síndrome del universalismo que no conoce confines.

1 comentario:

Pepe Luis López Bulla dijo...

Francamente: lo bueno, si breve, dos nveces bueno. O como se dice en catalán: al pot petit hi ha la bona confitura. Saludos desde Pineda de Marx.