lunes, 16 de enero de 2012

“ODIO A LOS INDIFERENTES”, UNA RECOPILACIÓN DE ARTÍCULOS E INTERVENCIONES DE ANTONIO GRAMSCI


En la foto, Joaquín Aparicio y Tarso Genro comentan sus respectivas vacaciones de invierno y de verano (Italia y Cuba), congratulándose de la cada vez más extensa presencia de clásicos marxistas en las librerías del mundo, y en especial en las hispano-luso parlantes. A uno de estos textos se refiere el "post" que se transcribe a continuación, como otra de las "lecturas de invierno" que en el blog se han ido proponiendo.

Sobre la base de una edición italiana del 2010, la editorial Ariel ha publicado, traducido por Cristina Marés, un conjunto de textos de Antonio Gramsci provenientes en general del texto La ciudad futura, que contiene escritos de 1917-1918, restablecidos en su versión completa y no censurada por el trabajo de Sergio Caprioglio, que ha restituido muchos de ellos a su versión original. El libro incorpora como última parte un texto que se distingue claramente del tenor del resto. Se trata de la intervención del diputado Gramsci en el Parlamento exponiendo su opinión contraria a la legislación antimasónica como síntoma de un endurecimiento del papel totalitario del Estado fascista y cómo una señal de aplicación extensiva de esta norma a partidos y organizaciones políticas rivales. Este texto había sido ya publicado por Il Manifesto en su reputada colección de mensajes o discursos políticos breves en su edición de bolsillo.

No se trata por tanto de textos derivados de los “Cuadernos desde la cárcel” ni anteriores, de la experiencia de los consejos y la discusión en torno a “Ordine nuovo” y la revolución consejista de 1919-1920. Las intervenciones de Gramsci tienen un carácter marcadamente cultural y en ellas sobresale la crítica a la mediocridad cultural y política de una Italia decadente y burguesa. Esta crítica a las estructuras administrativas, políticas y culturales de Italia predomina sobre las referencias a la clase obrera y a la problemática de la acción colectiva de resistencia y de construcción de una alternativa política. Sus reflexiones sugieren una situación de extrañamiento del intelectual respecto de un país egoísta y subsumido en la pereza, la incuria y el reflejo autoritario, donde los arquetipos de la modernización que se ignora y no se practica en Italia están ausentes de la vida de un país en el que se constata un enorme vacío político y cultural respecto de los países más desarrollados de Europa, achacable al atraso de la burguesía nacional: “En Italia todos los males que aquejan a las pocas personas inteligentes y activas son resultado necesario de la ineptitud, de las condiciones de deterioro y de descontrol en la que se encuentra esa cierta parte de la población que nosotros, haciéndole el honor del lenguaje socialista, llamamos clase burguesa” (p. 65)

Hay algunos textos especialmente impactantes, en donde la crítica cultural resulta especialmente ácida y precisa, como los relativos a la educación y a la familia, y el rechazo, tan actual, a la escuela privada, o los textos dedicados a la burocracia del estado italiano – “los males del estado italiano”- donde los funcionarios, sus corruptelas y sus insuficiencias son puestos de manifiesto de manera nada piadosa. De especial interés son sus intervenciones sobre la necesidad de respetar los derechos democráticos y sus garantías como forma de protegerse frente a un “capitalismo fuera de control”, y sus diatribas precisas y muy sugerentes respecto de la guerra y la necesidad de construir intelectualmente la inutilidad de la muerte como forma de abordar la oposición directa a la guerra imperialista.

Por último, algunos textos ponen el acento sobre la mirada subjetiva del autor respecto de las tendencias presentes en la sociedad de su tiempo. A este tipo de textos se corresponde el que da título al libro –“odio a los indiferentes” – pero también debería resaltarse el que cierra las intervenciones de 1917-1918, que de forma sintomática se denomina “hace falta que cambiemos nosotros mismos”. En él, hablando de sus lecturas, señala que “estos libros no son para mi nada más que estímulos, oportunidades para pensar, para indagar en mi mismo, para reencontrar en mí mismo las razones profundas de mi ser, de mi participación en la vida del mundo. Estas lecturas me convencen una vez más de que los socialistas aún tenemos un gran trabajo por hacer: un trabajo de interiorización, trabajo de intensificación de la vida moral (…). Es preciso que cambiemos nosotros mismos, el método de nuestra acción. Estamos envenenados por una educación reformista que ha destruido el pensamiento (…). Somos revolucionarios en la acción mientras somos reformistas en el pensamiento. Obramos bien y razonamos mal (…) somos temperamentos más que caracteres”.

Los artículos recogidos en este libro pertenecen a un Gramsci que tiene 26 años. Un hombre que, dice el prologuista David Bidussa, se caracteriza por una “mirada atenta, una buena sonrisa, exigente, categórico, reforzado por una concepción estoica de la vida y de la moral y dotado de una fuerte vocación pedagógica” al que le quedaba un largo aprendizaje político tras la posguerra y su detención en noviembre de 1926. Pero en el que la necesidad de ver la vida real, “de hacerse cargo del agotamiento de los que han perdido”, es una constante en su trabajo intelectual. Profundizar en la realidad, estudiarla, es el objetivo, para evitar así que la nueva cotidianeidad pueda aparecer como el único mundo posible. Lo que tantas veces se nos presenta ahora como condición irremediable, por cierto.

Antonio Gramsci. Odio a los indiferentes. Editorial Ariel, Barcelona, 2011. 105 pp.


1 comentario:

Mª José Saura Agel dijo...

Gracias por la recomendación. Parece interesante. Será una de mis próximas lecturas, sin duda.