miércoles, 19 de junio de 2013

UNA ENTREVISTA EN LA REVISTA DE LA FUNDACIÓN 1 DE MAYO





Carmen Rivas que es tan buena periodista como magnífica persona, y además buena amiga, como se podrá comprobar enseguida, me ha realizado una entrevista para conmemorar los 25 años de vida de la Fundación 1 de mayo. Aunque es localizable en el último número de la Revista de Estudios de la Fundación número 51 de la Revista de Estudios, se inserta ahora en esta bitácora por motivos obvios derivados de la especialización de la misma.

Entrevista a Antonio Baylos, Catedrático de Derecho del Trabajo en la Universidad de Castilla-La Mancha y primer director de la Revista de la Fundación 1º de Mayo

La nueva etapa de la Fundación ha supuesto un salto cualitativo respecto de las primeras experiencias
Carmen Rivas

Como canta Ana Belén, también nació en el 53, o sea cumple este año los sesenta. Es madrileño y estudió en la Complutense en años bravos – del proceso de Burgos a los fusilamientos de GRAPO y ETA en septiembre de 1975 – y como tantos otros practicó el antifranquismo desde las aulas y en las calles. Con su amigo Enrique Lillo, de la misma promoción, ingresó en el Partido Comunista en febrero de 1975, proveniente de Bandera Roja. Le interesaba el Derecho del Trabajo, pero no como abogado laboralista, y se dedicó a la llamada “profesión universitaria”, a través de múltiples etapas de precariedad que estaban entonces previstas.

Le pilló como a tantos otros militantes la gran crisis del Partido Comunista de 1981-1982 y militó en lo que se llamaron los Ari-comunistas hasta la gran debacle final de las elecciones de octubre de 1982. En la fragmentación de aquel tiempo, participó, siempre con Enrique Lillo, en un manifiesto de apoyo de Fidel Alonso como secretario general de Madrid – Región, y dejó de pagar la cuota del Partido a finales de 1982. Desde entonces no tiene militancia partidista. Únicamente sindical, en la que se ha volcado a lo largo de todos estos años. Se cumplió así la directriz de su responsable de célula que le pronosticó una cierta incapacidad para la síntesis política y le derivó hacia el espacio sindical, más "pragmático", porque es el sindicalismo es el espacio en el que se siente a gusto para desde él intentar cambiar las cosas.

Pregunta.: Hace veinticinco años fuiste el primer secretario de la  Fundación 1º de Mayo y director de su revista. Dime lo que destacarías de esa experiencia.

R. La memoria es pariente de la nostalgia. Y la nostalgia preside los movimientos del tiempo. Desde 1981 -1982 había entablado un contacto permanente con la revista confederal Gaceta Sindical, donde colaboraba frecuentemente con Aurelio Desdentado hasta 1983, pasando posteriormente a formar parte de la mancheta de la revista dirigida con versatilidad asombrosa y profesionalidad impactante por Manolo Morales, con el que mantuve una relación de camaradería y complicidad más allá de las turbulencias internas que sacudieron a la Confederación. Gaceta Sindical dependía orgánicamente de la secretaría de información que desempeñaba Antonio Gutiérrez

Por eso cuando Antonio Gutiérrez fue Secretario General y resultó evidente que deberíamos crear una Fundación confederal, como la tenían los sindicatos europeos “clásicos” y nuestro propio sindicato hermano, la UGT, formé parte del grupo que configuraría el consejo científico de la misma y comenzamos a debatir el proyecto. La opción por Eloy Terrón era obligada y además permitía la presentación pública de la Fundación en torno a una figura que contaba con el máximo reconocimiento personal, profesional y político por su dignidad y por la seriedad de su trabajo. Elegirme a mí como director fue una decisión personal de Gutiérrez, que apostó con ello por una figura más activa en el debate sindical interno.

La sede de la Fundación, como ha contado José Babiano en esta misma Revista, estaba en un piso de la calle Españoleto 23, donde nos aposentamos los primeros pobladores de la Fundación. Una de mis primeras funciones fue la de proceder a contratar a la documentalista, que fue Concha Jiménez y que luego organizaría el servicio de documentación de la Confe, en la planta baja de Fernández de la Hoz, una persona tan competente como simpática y entrañable. En el ejercicio de esas mismas funciones, contraté como secretaria administrativa a Elvira Rodríguez, entonces como ahora un prodigio de naturalidad y de extroversión, una persona abierta y jovial que pensó en aquel momento que no obtendría el puesto de trabajo, concurrido con varias personas de fuertes recomendaciones. En aquel inicio mis recuerdos están acompañados de las preocupaciones por encontrar sustento a las nóminas del personal y por captar recursos y subvenciones que permitieran sacar adelante la Fundación. Trataba más con el gerente José Luis González, que gestionaba a la gallega la complicada situación que afrontábamos que con Chema de la Parra, más preocupado por la línea general. La presencia de Jorge Semprún como ministro de cultura nos favoreció enormemente, es el único dirigente socialista que apreció la idea y la apoyó con subvenciones apropiadas, aunque no con la generosidad que nosotros proponíamos y que el capital antifranquista de CCOO en su lucha por la democracia habría requerido.

P.: Con los recursos económicos conseguidos ¿qué actividades de vuestro trabajo destacaríais?

R.: La acción de la Fundación fue bastante intensa para lo que permitían nuestros recursos. Fundamentalmente en la creación del Archivo Histórico, con la presencia de José Babiano, Ana Asperilla y José Antonio Mingo, y en el impulso de una historia de CCOO que dirigió David Ruiz, catedrático de la Universidad de Oviedo que disfrutó de una “liberación” sindical para poder realizar este trabajo a tiempo completo junto con el desarrollo del Archivo. El libro colectivo se publicó en Siglo XXI en 1993, pero recibió muchas críticas de los protagonistas de esa historia, en especial las del propio Antonio Gutiérrez, de forma que no se publicó como obra de la Fundación. No obstante, el desarrollo del área de estudios históricos durante 1990-1993 resultó muy evidente. 

También se impulsaron otros proyectos a mi juicio interesantes y originales. Pongo sólo dos ejemplos, el trabajo de Alicia Durán que revertía en la Fundación las reflexiones sobre ciencia e investigación que se venía haciendo en el CSIC, y que propició la aparición de volúmenes colectivos a mi juicio todavía hoy de referencia, junto con la incorporación de Jorge Riechmann a partir de 1995, que introdujo la problemática de la ecología en el interior del debate sobre las estrategias sindicales de acción sindical. El área de economía mantenía una tensión creativa liderada por Jorge Aragón, que animaba los debates del Patronato y del comité de dirección. La Fundación patrocinó trabajos importantes en las ciencias sociales que se encuadraban en los fines amplios de la fundación de estudios. Así, en materia económica, la publicación, siempre con Trotta, de uno de los textos más claros y críticos sobre la economía de mercado de Jesús Albarracín en 1991, y en 1993 un libro decisivo de Andrés Bilbao que había hecho sobre la base de un proyecto de investigación gestionado en la Fundación, Obreros y ciudadanos. La desestructuración de la clase obrera.

La Fundación, quizá porque ocupaba un espacio residual en el esquema organizativo de la Confederación, propició los estudios sobre trabajo y género sin atender a las jerarquías propias de la institución, alguno de los cuales, como el coordinado por Margarita Barañano sobre Mujer, Trabajo y salud, tuvo una gran acogida, y en el propio área de los estudios jurídicos, el libro que coordinamos Joaquín Aparicio y yo mismo sobre Autoridad y democracia en la empresa, basado en el conocido estudio de Umberto Romagnoli que recogía el seminario de la UIMP de 1989 con el mismo título, en el que participaron exponentes muy significativos del derecho del trabajo, incluido el propio Romagnoli, sigue siendo una referencia en este punto.

Mi papel como director fue por tanto modesto, el de apoyar las iniciativas que se iban planteando para abrir debates que nos parecían centrales en el pensamiento sindical y organizar minimamente las condiciones materiales para que este debate y estas personas pudieran encontrarse y desarrollar sus actividades.

P.: ¿Por qué y cuándo dejaste de ser el director?

R.: Es una pregunta que me pone en cierta dificultad, porque no soy capaz de responder con seguridad en cuanto al año. Creo que fue en torno a 1995 y se relaciona con un cambio que quería realizar Antonio Gutiérrez en el Consejo Económico y Social.  Le propuse entonces que nombrara Director de la 1º de Mayo a Jorge Aragón, dado que además mis ocupaciones docentes fuera de Madrid me limitaban bastante en mi dedicación a este cargo. Él me lo agradeció y así lo hizo. 

Naturalmente seguí estando en el consejo de dirección, participando por tanto de la actividad de la Fundación. Siguiendo una ley no escrita, en aquellos años, hasta el VII congreso, la 1º de Mayo con el nuevo director renovó su presencia pública y dio origen a una serie importante de publicaciones, en especial en tres áreas, la de economía, sostenibilidad y naturaleza, la de ciencia e innovación y en la de emigración, además de fortalecer y extender el archivo histórico, que tenía ya su propio ritmo.

A partir del VII Congreso y de la ruptura de la mayoría que éste había consolidado, desplacé mi actividad teórica y de proyecto hacia la Fundación Sindical de Estudios, con mi buen amigo Rodolfo Benito. Fueron años muy creativos y de intenso trabajo. No volví a colaborar con la Fundación hasta la reconformación de una nueva mayoría en el IX Congreso confederal de 2008, y apenas conocí la sede de la calle Arenal.

P.: ¿Qué ha cambiado en este país desde entonces?

R.: Posiblemente bastaría con ver las fotografías de aquella época y confrontarlas con una actual para ver qué las cosas han cambiado mucho. Nos hemos hecho mayores. Lo que es desde luego una buena noticia para los que quedamos. En la lista de nombres que he ido mencionando, hay muchas personas que han desaparecido. Ya no están con nosotros ni Miguel Escalera ni Chema de la Parra, pero tampoco Albarracín ni nuestro querido Andrés Bilbao. Murió también Eloy Terrón, murió Manolo Morales y todavía nos duele la muerte de Conchita Jiménez. Es decir que la primera impresión a tu pregunta es que el paso del tiempo deja recuerdos imborrables de seres queridos y cotidianos que conviene siempre rescatar del olvido y hacerlos presentes aún entre nosotros al nombrarlos.

Pero en lo que se refiere a la Fundación, me parece que la nueva etapa de la misma ha supuesto un salto cualitativo respecto de las primeras experiencias. El dinamismo, la capacidad de agregar esfuerzos y de hacer visibles los resultados, el contingente de personas que colaboran y se entrecruzan en los seminarios, los grupos y las redes de la Fundación actual, la prestigiosa e imprescindible página web frecuentada por diez mil visitas al mes, y la consolidación de una plantilla de investigadores propios, hace que esta nueva Fundación sea la realización de un proyecto siempre aplazado y por fin concretado en la actualidad.

P.: Según las encuestas, los sindicatos ocupan uno de los últimos lugares en la valoración de la ciudadanía ¿A qué crees que se puede deber esto? ¿Qué incidencia puede tener en la acción de la Fundación?

R.: Nos deberíamos preguntar asimismo por qué las instituciones más valoradas son la policía y la guardia civil. Durante mucho tiempo fue también la monarquía. Es una opinión pública básicamente estructurada sobre pautas de orden y de inamovilidad, con miedo al conflicto y a la subversión de lo establecido, que además demuestra una enorme desconfianza respecto a cualquier sistema de representación popular o de clase. El comportamiento político de los españoles hasta la incidencia de la crisis ha girado en torno a esas certezas inmóviles configuradas a partir del bipartidismo. Recordemos la mayoría absoluta del actual gobierno: por mucho que el PSOE fuera el gran derrotado, diez millones de personas otorgaron su esperanza en el Partido Popular, confiando en un torrente de promesas sin contenido. 

Me interesan menos estas encuestas de opinión que la percepción que en los movimientos sociales se tiene de los sindicatos, de la capacidad de incidencia de éstos en el tejido social y cultural del país. En este sentido, la visibilidad del sindicato, sus “paredes de cristal” como ha dicho Toxo, es decisiva. Hay que hacer conocer al sindicato a una buena parte de la ciudadanía, pero asimismo hay que llevar al espacio público el conjunto de reflexiones y de debates profundos sobre las reformas y los cambios que requiere un trabajo en libertad y un sistema democrático de relaciones laborales. En esta última línea la actuación de la Fundación 1 de mayo es, me parece, muy determinante. Creo que en este cuarto de siglo ha crecido, se ha hecho adulta y se enfrenta con éxito a los retos actuales del pensamiento y de la acción.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Adoración Guamán said:
"Esa foto no tiene precio!"

Anónimo dijo...

Un apunte histórico, los últimos fusilamientos del Fascismo no fueron del Grapo, sino del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP).
Es importante mantener la memoria para que no perdamos el futuro.

Gracias.