sábado, 2 de abril de 2016

EL ENCUENTRO DEL ACTIVO SINDICAL DE CCOO



Ayer se celebró en Madrid una importante reunión de más de 2.000 delegados sindicales de CCOO – el activo sindical – en un acto de reivindicación de la memoria y del presente del sindicalismo como condición de futuro del mismo. Un acto en el que intervinieron dirigentes históricos como Nicolás Sartorius, compañeros de viaje como Joaquín Estefanía y una serie de delegados y de activistas sindicales de diferentes ramas que explicaron su manera de hacer política sindical en los lugares de trabajo, además de otras intervenciones de los miembros de la dirección, como Ana Herranz, la secretaria confederal de la Mujer, o Fernando Lezcano.. Un acto que no ha merecido la atención de ningún medio de comunicación, más ocupados éstos por desentrañar los tiras y aflojas de la negociación política sobre el gobierno que en atender a las formaciones sociales que se insertan en los problemas más cotidianos de la gente.

El mensaje que surgía de ese acto que expresa una capacidad de organización muy difícilmente exportable a otras organizaciones no sólo se ceñía a recordar la presencia decisiva de CCOO en la construcción – con tanta resistencia violenta del franquismo que truncó vidas y trayectorias personales – de la democracia española, en lo que de manera muy expresiva afirmó Sartorius al decir que “España le debe un reconocimiento a los sindicatos”, sino en el carácter imprescindible del sindicato en la vida social y económica del país, donde de manera permanente “hacemos historia” (que era otro de los hashtag/etiquetas de la reunión). Pero para ello, y para conquistar el futuro, el sindicato tiene que romper una construcción ideológica que ha conquistado importantes espacios de la opinión pública y que proviene de la hostilidad liberal ante las organizaciones de clase que son capaces de agregar un interés colectivo en torno al hecho del trabajo considerado como un acto de poder y de subordinación que necesita ser encauzado y controlado en un sistema de derechos.

Una opinión pública que recibe una imagen deformada del hecho sindical como un lugar en el que se sitúa una suerte de aristocracia obrera que se beneficia del privilegio del trabajo estable sin riesgo – cuando no simplemente del parasitismo social asistido – que es sostenido y financiado por el poder público y cuyos exponentes forman una casta que anida en prácticas de corrupción imitando y compartiendo los beneficios de los que gozan la casta hermana (y superior) de los políticos. Esta visión esperpéntica del sindicato es alimentada continuamente por los medios de comunicación y sus exasperados tertulianos que sirven al poder económico y que conocemos ahora que han sido generosamente subvencionados por las autoridades políticas “afines”, pero se reitera asimismo en otras miradas ideológicamente opuestas que sin embargo reflejan la misma imagen: los sindicatos – “oficiales”, se añade – como “casta”, o como sostenedores del “sistema”, son entidades que hay que derribar en un proyecto de cambio real de la sociedad.

En una segunda línea de deslegitimación – también de fuertes raíces neoliberales – la opinión pública percibe el hecho sindical como una actividad inocua, ineficiente y por tanto prescindible. En sus versiones más piadosas, algunos creadores de opinión elogian el pasado épico de los sindicatos, pero cuestionan su existencia actual, su función e incluso su presencia. “¿Dónde están los sindicatos?” es un leit motiv de muchas intervenciones de quienes al parecer no son capaces de reconocer la presencia de los activistas sindicales en su propia realidad laboral.

Por eso una parte importante del discurso sindical hoy en España tiene que insistir en afirmar una imagen diferente de la que se ha extendido en una buena parte de la opinión pública. Hacerse visibles tal como somos. O, como le gusta afirmar a Ignacio Fernández Toxo, “tenemos que conseguir que nos vean como somos”.


El acto de ayer fue un momento de emoción y de orgullo colectivo. “Anhelamos construir el futuro para seguir haciendo historia”, sintetizará correctamente Fernando Lezcano. Todo un programa de deseos, de voluntades y de razones avala esa afirmación. Y al final del acto, cantando La Internacional, la sensación de pertenencia a algo importante, a un movimiento colectivo que viene de lejos y del que formar parte es motivo de honra. Pertenecer a un sindicato, formar parte de un colectivo que se constituye para defender el trabajo con derechos y garantizar paulatinamente la democracia y la libertad de las personas que trabajan.

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