jueves, 21 de diciembre de 2017

PASEANDO POR BARCELONA


No era miércoles por la tarde, como cantaba Pi de la Serra, sino jueves, y de la semana pasada. Es decir, faltaban siete dias para el de hoy, en el que se celebran las elecciones al Parlamento de Catalunya. Recogí a Joaquín Pérez Rey en la sede de la CONC, en Vía Laietana, donde había ido a un seminario sobre la libertad sindical. Comimos con tantos amigos, invitados por Joan Herrera, y hablamos largo y tendido sobre la “cuestión catalana”, las opciones políticas que se presentaban y la relación de estas propuestas con la CONC, sus militantes y sus tensiones internas. Tras la sobremesa, Javier Tébar nos acompañó a la Facultad de Derecho de la UB, en Diagonal arriba, cerca de Pedralbes, donde teníamos una cita con Xavier Pedrol, que había organizado un encuentro esa misma tarde con el grupo de investigación dirigido por Jose Antonio Estévez en el que participaban entre otros Antonio Giménez y Pepo Gordillo, la gente de Mientras tanto, discípulos de Juan Ramón Capella. Con ellos teníamos que debatir las líneas de su proyecto sobre las políticas de la Unión Europea sobre la pobreza y la exclusión social y el propio concepto de gobernanza. Esa noche cenamos espléndidamente Joaquin, Xavi Pedrol y yo mismo con nuestro amigo Gerardo Pisarello y prolongamos el placer de estar juntos en un bar cercano con jazz de música de fondo. A la mañana siguiente hablamos ante los amigos y colegas iusfilósofos de lo que considerábamos las líneas de tendencia más destacables sobre las transformaciones que está sufriendo el Derecho del Trabajo europeo; Joaquín Pérez Rey habló de la “modernización” del Derecho del Trabajo teniendo como eje la noción de flexiseguridad y yo avancé algunos elementos sobre la crisis de la bilateralidad de las relaciones laborales. Tras una comida de trabajo, me despedí de Barcelona.

Durante todo ese tiempo, pudimos hablar mucho y no sólo sobre el inminente evento electoral. Pero ese fue un elemento recurrente de nuestras charlas paseando por Barcelona. Lo que hoy queda de tantos intercambios es el objeto de esta nota, porque hoy son las elecciones y sin duda sus resultados van a determinar una buena parte del curso de las cosas en los siguientes meses. La sensación más fuerte que proviene de tantas discusiones es la dificultad de hacer política a contracorriente. Intentar, con todas las dificultades – las ambivalencias que denostaba Borrell en un conocido mítin – construir un espacio de entendimiento que rompa la dinámica de las banderas, de los bloques que se obstinan, afirmando lo contrario, en establecer rígidas separaciones entre los catalanes, es un empeño en ocasiones titánico. El olvido de la capacidad de los catalanes y catalanas en rescatar su libertad y la democracia reivindicando los derechos nacionales y sociales conjuntamente, la huella profunda que el socialismo democrático representado por el PSUC ha dejado en una cultura que hoy se quiere arrancar o negar desde posiciones divergentes, la recuperación de un discurso en el que se reivindican de forma radical viejos y nuevos derechos de las clases subalternas en un espacio nacional que no rechaza la integración con el resto de los españoles y en el que, por razones muy evidentes, la ciudad, el espacio urbano, se percibe como un ámbito prioritario del trabajo político de la emancipación social, todo ello son nociones en proceso que se abren camino de manera difícil, en medio de tanto ruido mediático y de una opinión pública condicionada por la dialéctica amigo / enemigo. Esta es la opción de lo que desde Madrid llamamos los Comunes.

Claro que es una posición comprometida y que no logra una perfecta coherencia en su acabado, porque también dentro del discurso que Catalunya en Comú lleva a cabo existen tensiones y se reproduce la dualidad que se quiere recomponer. Y es evidente que hay sensibilidades y culturas que ignoran a otras, dentro de ese conglomerado ideológico y político que hoy necesariamente convive en formaciones que necesariamente tienen que declinar su discurso en plural, ante las diferentes identidades presentes en su seno. Como también es cierto que en el inconsciente forzado por los grandes medios, esa formación política se asocia con la línea de continuidad que la liga al área de propuesta política que representaba el PSUC, y que sin embargo muchos de sus antiguos pertenecientes no reconocen en los Comunes. La atención a las circunstancias concretas de la existencia social, la reivindicación de los derechos derivados del trabajo, el rechazo a lo que Unai Sordo llama la estrategia de “desigualdad controlada” que ha caracterizado las políticas de austeridad derivadas de la gobernanza económica y la relación entre el sistema de financiación autonómica, el sistema fiscal en España y la propia conformación del sistema de pensiones, son elementos centrales para esta opción política que, sin embargo, en muchas ocasiones se han visto oscurecidas por el debate nacionalista, y en la liturgia de los debates públicos, se han privilegiado tradicionalmente las reflexiones sobre el deterioro de los servicios esenciales de educación o sanidad sobre la centralidad del trabajo, que parece confinarse en las discusiones estrictamente sindicales.  Pero en cualquier caso, la posibilidad de recomponer la “cuestión catalana” en un sentido emancipatorio y progresista, alejada de un escenario de crispación y de dualidad entre “dos pueblos” enfrentados entre sí – rusos y ucranianos he llegado a escuchar – es justamente que esta formación política tenga un peso importante y decisivo en el nuevo Parlamento.


En un día de reflexión, hay que proceder a ello sin perder el punto de vista de la opción política que se debe rescatar del enfrentamiento unionista / separatista. Yo no puedo votar en Barcelona, solo pasear por ella con amigas y amigos. Y si las cosas no cambian, continuaré paseando, ya lo dice la canción.

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