martes, 11 de septiembre de 2018

IMAGINANDO EL FUTURO DEL DERECHO DEL TRABAJO: REFLEXIONANDO SOBRE LA GIG ECONOMY, LA DIGITALIZACIÓN Y LAS RELACIONES ENTRE LA ECONOMÍA Y EL DERECHO




Un seminario que lleva por título Trabajando el futuro del derecho del trabajo no podía por menos que abordar un tema recurrente actualmente, la referencia a la economía digital y su influencia en la transformación del trabajo y de las relaciones individuales y colectivas que de él se desprenden en la actualidad. Antonio García-Muñoz, asistente y cronista de este seminario de jóvenes iuslaboralistas europeos, pone asi punto final al relato de los interesantes debates que se desarrollaron en Puglia coincidiendo con el final del verano.

Llegamos al final de la crónica de lo sucedido en San Vito dei Normanni con el relato de las dos últimas jornadas, en las que los temas propuestos eran automatización y digitalización de la economía (jornada tercera) y una reflexión sobre la relación entre economía y derecho (jornada cuarta).

La digitalización de la economía, la automatización, los robots y los algoritmos se han convertido en los últimos años en temas recurrentes para el iuslaboralismo, frecuentemente en un tono distópico y casi apocalíptico que profetiza nada menos que el fin del trabajo tal y como lo conocemos. No ha habido prácticamente conferencia o seminario en el que no se haya abordado el tema, y las publicaciones sobre el mismo son inabarcables. No obstante, no está para nada claro qué hay detrás de tanto ruido, ¿se trata realmente ante un cambio de paradigma o es más bien un discurso interesado en proclamar el final del trabajo (subordinado y dependiente)?, ¿qué hay más allá del evidente atractivo que tiene en la imaginación humana la imagen del robot (que podemos rastrear en lejanos antecedentes como los autómatas de Hefesto o el Golem de Praga,) que sustituye al trabajador humano?, ¿tenemos que empezar a imaginar un futuro de sociedades sin trabajo? Todas estas preguntas y muchas otras se plantearon en la tercera sesión del seminario, que estaba a cargo de Ewan McGaughey (King’s Collegue, Londres) y el propio Vincenzo Pietrogiovanni.

La intervención de Vincenzo Pietrogiovanni apuntaba, más allá de las grandes cuestiones sobre el fin del trabajo o el impacto en los niveles de ocupación de los robots (que por cierto, no son cuestiones nada novedosas), a otros temas de gran relevancia para el derecho del trabajo relacionados con la interacción entre humanos y robots: problemas de seguridad y salud, privacidad o conflictos con la libertad y dignidad de los trabajadores en el puesto de trabajo.

En efecto, se pueden encontrar ejemplos actuales de estos problemas, tales como los derivados de la propuesta de una conocida empresa de que sus empleados vistan prendas inteligentes en el trabajo que indican su posición y graban sus interacciones con los clientes o los derivados de la utilización de sofisticadas tecnologías para cuantificar el desempeño de los trabajadores y su productividad. El patrón recurrente es una utilización de la tecnología de manera tal que acaba cosificando al ser humano en lugar de humanizar a la máquina, todo en nombre de la productividad y la competitividad. Se produce así, mediante la utilización de la tecnología por parte del capital, un incremento de las capacidades del empleador para dirigir, controlar y castigar a sus empleados, es decir, la tecnología, en su utilización unilateral, refuerza los poderes empresariales, lo que debe ser objeto de una reflexión desde el laboralismo en su búsqueda de límites a la explotación. La necesidad de restringir las posibilidades de utilización de la tecnología en aras del respeto y la protección de los derechos y dignidad de los trabajadores va en esta línea. Aquí también la negociación colectiva, mediante la inclusión en su agenda negociadora de estos temas, puede tener un papel relevante.

En el debate posterior, y muy en línea con las propuestas de Vincenzo Pietrogiovanni, se indicó la necesidad de democratizar la tecnología y su control, de tal manera que, partiendo de la constatación de que en la actualidad su diseño, producción y utilización no es neutral (la famosa falta de neutralidad del algoritmo), se llegue a propuestas para desarrollar una tecnología más compatible con la democracia y los derechos humanos.

Por su parte, Ewan McGaughey proponía un interesante recorrido por la historia de las relaciones entre tecnología y trabajo (con famosos precedentes como el movimiento ludita) para poner de relieve argumentos que deconstruyen la narrativa dominante. El desempleo masivo y la desigualdad no son tanto un efecto del desarrollo tecnológico como un problema democrático; el foco debería ponerse más en una política del derecho que persiguiese el pleno empleo y una mayor igualdad entre los participantes en el mercado laboral que en responsabilizar a la tecnología de los problemas señalados. Profundizar en una democracia social y extenderla a nivel global son elementos clave para que la tecnología, lejos de ser una amenaza a las condiciones de vida de millones de trabajadores, sirva para mejorar la vida de los seres humanos en todo el planeta.

En el tercero y último de los de los debates abiertos del seminario se produjo una situación paradójica y muy ilustrativa de los problemas del sur de Italia: en el debate iban a estar presentes Michele De Palma (sindicalista en la CGIL-FIOM, concretamente en FIAT) y Roberto Ciccarelli (filósofo y periodista italiano) para hablar sobre automatización y digitalización y su impacto en el trabajo. Sin embargo, el tren que debía conducir a este último desde Roma hasta las proximidades de San Vito nunca llegó a su destino, puesto que una avería le obligó a detenerse al poco de abandonar la capital italiana, lo que demuestra que los robots pueden convivir con problemas típicos del siglo XIX en perfecta armonía.

Por lo tanto, el debate se reconvirtió en un dialogo sobre el papel del sindicato en relación con las transformaciones del mundo del trabajo, en especial en relación con las nuevas tecnologías, que se extendió, en un ejemplo de mala praxis laboral, hasta pasada la media noche. Entre las ideas lanzadas por el sindicalista, en perfecta armonía con los debates de la mañana, estaban la necesidad de control en la aplicación de las nuevas tecnologías en el trabajo así como la conveniencia de una mayor colaboración entre los sindicatos a nivel supranacional para coordinar sus acciones dentro de las grandes empresas transnacionales, que son frecuentemente las pioneras en la utilización (o incluso producción) de las nuevas tecnologías.

Finalmente, la última de  las jornadas del seminario se dedicó a reflexionar sobre las relaciones entre economía y derecho. Esta sesión estaba coordinada por Gwenola Bargain (Universidad de Tours, autora del libro Normativité Economique et Droit de Travail, editado por Lextenso) y Auriane Lamine (vía teleconferencia, en un ejemplo de utilización positiva de las nuevas tecnologías).

Aquí se planteaba la gran pregunta sobre la independencia del derecho del trabajo del discurso económico o economicista, es decir, la autonomía científica de la disciplina. El punto de partida es el evidente impacto que el discurso económico dominante ha tenido sobre el derecho del trabajo, sobre sus contenidos, pero también sobre su misma concepción o las pretendidas funciones del mismo. Así, en la Unión Europea hemos podido contemplar el devenir de la idea de flexiseguridad como receta para ‘modernizar’ el derecho del trabajo o, a nivel nacional, el auge de la conceptualización del derecho del trabajo como herramienta funcional a la creación de empleo o como receta para ganar competitividad en un contexto de crisis económica, lejos de su papel como herramientas de protección o emancipación de las clases trabajadoras. Sería poco útil negar que este impacto se ha producido y que las políticas de derecho de los últimos años en relación con nuestra disciplina han sido concebidas desde perspectivas más cercanas a la economía ortodoxa y su percepción de la regulación laboral (derecho del mercado de trabajo) que desde perspectivas más acordes con la tradición legal, el laboralismo o el sindicalismo.  Como explicaba Gwenola Bargain, en los debates sobre las reformas laborales en Francia, los expertos invitados a los platós de televisión eran siempre influyentes economistas que hablaban en términos de competitividad y ocupación, manejando los paradigmas de la economía neoclásica dominante.

Parece necesario, por tanto, que los iuslaboralistas entendamos cómo se ha producido esta influencia para poder encontrar argumentos, no necesariamente económicos, aunque también puedan ser económicos, desde los que dotar de unos contenidos propios al derecho del trabajo. Contrastar los argumentarios economicistas con la realidad, dotar de contenido propio, laboral, al concepto de mercado (para desde ahí poder disputar su significado), explorar las avenidas de democracia industrial o constitución económica en su formulación original por Hugo Sinzheimer, son tareas que debemos emprender para recuperar la centralidad del trabajo en el discurso. Antes que rechazar la relación entre economía y derecho, que sería en todo caso una reacción defensiva sin anclaje en la realidad social, defender el papel del derecho en el funcionamiento de la economía para que este sea acorde con unos determinados valores democráticos que sin embargo se niegan desde una lógica exclusivamente mercantilizada. En juego esta, al fin y al cabo, una determinada concepción de justicia y sociedad, que pueda aceptar otros valores que los de eficiencia económica para la ordenación de su funcionamiento.

No obstante, lo complicado es encontrar un equilibrio en la exploración y el debate con los argumentos economicistas de la regulación del mercado del trabajo de tal manera que no caigamos en la necesidad de tener que justificar los contenidos y/o funciones del derecho del trabajo sobre la base de argumentos necesariamente económicos. El derecho del trabajo funciona con otras lógicas y protege otros intereses que los puramente económicos (aunque estos también están presentes), y dichos argumentarios también deben ponerse en valor por sí mismos, y no exclusivamente en función de su adecuación a un determinado modelo económico o a una determinada concepción economicista de la sociedad que insiste en la remercantilización del trabajo y de las necesidades sociales, olvidando en consecuencia los elementos igualitarios y sociales que conforman el ideal democrático del Estado Social.

No querría terminar estas crónicas sin una pequeña muestra de agradecimiento no solo a los organizadores, sino también a todos los participantes, que han hecho posible el evento. Así, más allá de los nombres que han ido apareciendo, los debates que he intentado resumir en estas líneas se han alimentado de la participación activa de Helena Ysas (Universidad Autónoma de Barcelona), Andrea Peripoli y Nastazja Potocka-Sionek (Instituto Universitario Europeo, Florencia), Attila Kun (Universidad Károli Gáspár, Budapest), Claire Claire Mummé (Universidad de Windsor, Canadá), Cristina Inversi (Universidad de Manchester), Eva Grosheida (Universidad de Ámsterdam), Gabór Fodór Law Partnership Ferencz, Fodor (Hungría), Inga Thiemann (Universidad de Exeter), Markus Capello (Universidad Modena y Reggio Emilia), Samiha Said y Silvia Rainone (Universidad de Tillburg), Venera Protopapa (Universidad de Verona) y Vladimir Bogoeski (Hertie School of Governance, Berlin). Todas y todos hemos dedicado un tiempo importante a trabajar el futuro del Derecho del Trabajo, tiempo de trabajo intenso, pero también tiempo de vida en común, de fraternidad y de provecho colectivo.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias a Antonio García-Muñoz por este detallado resumen de unas jornadas que fueron muy interesantes y al blog por albergar su difusión. Un abrazo, Helena Ysàs

Cristián González Santibañez dijo...

Muchas gracias por el detallado reporte. Se publicarán las ponencias?

Simon Muntaner dijo...

Estimado Cristián González Santibáñez, le pasaré tu pregunta a Antonio García Muñoz, que es quien conoce el seminario, dirigido por Vincenzo Pietrogiovanni.

paco trillo dijo...

Un verdadero estímulo para el comienzo de un nuevo curso. Gracias, Antonios!!