martes, 27 de noviembre de 2018

BERNARDO BERTOLUCCI, ADDIO



Van desapareciendo los grandes referentes de la cultura de toda una generación. A Bertolucci lo conocimos en España tarde y mal, hasta que llegó a nuestras pantallas tan oportunamente – se estrenó en abril de 1978, hace cuarenta años – Novecento, ese inmenso fresco histórico que recorría las luchas campesinas y nos enseñaba lo que significaba el fascismo como instrumento de la oligarquía con una cierta autonomía en el uso del terror que acompaña al poder y la violencia de clase, a la vez que mostraba que la utopía comunista y democrática es algo real que está al alcance de los pueblos. Cuando en la escena final los campesinos llevan al viento por los campos esa inmensa bandera roja, no creo exagerar que tantos y tantos espectadores sentimos una emoción intensa, porque nos traía una imagen directamente conectada con la lucha antifascista y democrática. Son muchos los niños que después de esa película se llamaron Olmo, el personaje heroico interpretado por Depardieu que se confrontaba hasta el final con el patrón, que no ha muerto ni morirá jamás, como señalaba De Niro en la escena clave de la liberación de Italia y la entrega de las armas de los campesinos.

El descubrimiento de Bertolucci sin embargo se había producido de manera sesgada, a la española, con el éxito fulgurante del último tango en Paris que se había asociado al imaginario popular como una película pornográfica que se debía ver en Perpignan, donde las colas para su visionado eran kilométricas. Y ese film era ante todo Maria Schneider y Marlon Brando, sin recordar a su director, ni la terrible historia de soledad y destrucción que el film mostraba.

El último emperador, que se estrenó en Madrid en 1987 fue la gran consagración ante el público de un cineasta impresionante en la reconstrucción histórica de un mundo lejano que aparece narrado de manera épica y solemne a través del destino contradictorio y sublime de Pu Yi, que acaba su vida como jardinero en la China popular conmocionada por la Revolución cultural.

Junto a ese Bertolucci solemne y espectacular, para el grupo de gente de mi edad había otro, mucho más incómodo y provocador, que sabía insertar en la escritura del film un discurso complejo en el que Freud y Marx eran referencias indispensables para su comprensión, y en el que siempre se interrogaba de manera lúcida sobre un mundo escindido e infeliz. Además de la pasoliniana La commare secca, sus dos grandes obras primeras, Prima della Rivoluzione, y La strategia del ragno, fueron dos films impresionantes en donde la reflexión sobre la burguesía y la militancia, la figura del padre y su ausencia, la historia partisana y su contraste con un mundo en construcción sin legitimidad democrática más allá de la participación en el consumo y en fin unos personajes difuminados, problemáticos, conducidos por una narración reflexiva, las hicieron inolvidables.

Otro film de culto, por su indeclinable potencia política, es Il conformista, una narración tan precisa del fascismo y su capacidad de desagregación moral y psíquica, que hoy sería imprescindible revisar pero posiblemente el que en aquella época más me impresionó fue Partner, que filmó en 1968 basado en un cuento de Dostoievski, El doble , y que recrea la dualidad de personajes presentes en una misma persona, con tantas referencias al momento y una puesta en escena tan rupturista, que me cautivó. Todo en la película remite a Godard y a Mayo de 1968, un acontecimiento  que marcará desde entonces el cine de Bertolucci y que tanto influiría en nuestra formación autodidacta de la década 1975 a 1985. Mis recuerdos me conducen a un ciclo que se daba en un cine en la Torre de Madrid, que hoy no se si existió alguna vez o si es fruto, también aquí, de una ilusión o de una ensoñación que aun acompañan a las imágenes impresionantes de ese film.

Aprecié mucho La Luna y la descripción del círculo cerrado del hijo y la madre impotentes en lograr una autonomía afectiva, y me pareció desoladora la Tragedia de un hombre ridículo. Sin embargo, toda la deriva de Bertolucci hacia la superproducción, a partir de El cielo protector me ha interesado poco. Me pareció sugerente su Stealing Beauty, pero sin embargo me decepcionó Soñadores, y no he visto su última película basada en un relato de Ammaniti.

Desaparece con Bernardo Bertolucci un personaje único y memorable, un intelectual complejo y completo, una referencia para la cultura de izquierdas europea, siempre ligado para quienes le recordamos a la reflexión política sobre la libertad, la democracia y el socialismo, explicada en un contexto de personas no libres, condicionadas por pulsiones de muerte, en las que predomina el sufrimiento antes que el amor y que sin embargo son capaces de vivir en búsqueda de la felicidad personal y colectiva.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Juan López Gandía:
Excelente repaso a la obra de Bertolucci, Antonio.Creo que este cuadro, "El cuarto estado" de Giuseppe Pelliza, compartió con el Guernica muchos comedores de nuestros amigos...Y algún poster del Che.Me gusta mucho esta imagen porque muestra cómo se pasa de un campesino solo a la idea de clase al ir alejándose la cámara para ensanchar el campo de lo social e histórico a la vez.

Juan E. dijo...

Juan Escribano:
Antonio, qué precioso obituario. Yo llegué, por edad, tarde a Bertolucci. De todos modos, como bien dices, siempre quedará en el imaginario de la izquierda algunas de las imágenes firmadas por él. Recuerdo, especialmente, aquella escena en Novecento en la que el patriarca campesino exige que no se vuelva a llamar bastardo a Olmo, porque Olmo es hijo de un campesino, es un campesino.