sábado, 8 de agosto de 2009

DESDE GALICIA (II)


Pasan los días y el culebrón del verano parece ser el archivo de la causa contra Camps y las consecuencias de la misma, desde el recurso del fiscal hasta las declaraciones del partido al que pertenece el bien trajeado presidente de la Comunidad Valenciana. Pregunta Manuel Tartufo, desde su retiro en Tarifa, si no es posible en nuestro sistema que el Gobierno se querelle por calumnias, es decir por la imputación pública de un delito como las escuchas a los políticos del PP denunciadas por un alto cargo del partido. Es posible que el Gobierno tenga miedo de dar ese paso, mucho más si, como hemos leido hoy, se le acusa, con insospechado izquierdismo abertzale, de que los españoles vivimos en un estado policial. No comment.
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Decía en Mientras Tanto Albert Recio que los 100 economistas del manifiesto por la reforma estructural del mercado laboral publicaban cada día el mismo artículo firmado aleatoriamente por uno o dos de la lista de eximios y reputados profesores. En El Pais, el viernes 7 de agosto, vuelven los 100 a la carga con un texto firmado en solitario por un profesor valenciano de economía (?) en donde se desgrana, como una jaculatoria, la ristra de medidas que España necesita para salir de la crisis. Estas son, como podía esperarse, rebajar las indemnizaciones de despido, rebajar las cotizaciones sociales, no aumentar la protección por desempleo, y "enriquecer la capacitación del trabajador" para que este pueda encontrar empleo. La justificación de estas medidas se fundamenta en que de no aceptarlas, se creará un "clima inestable" en las relaciones laborales españolas y las empresas tendrán que acelerar el proceso de destrucción de puestos de trabajo en el último trimestre del 2009.
Al lector veraniego ese "crescendo" del artículo le suena a amenaza final, como la de aquellos villanos de los filmes americanos de acción que exigen un apetitoso botín antes de destruir el mundo. Pero aquello es pura ficción, y es muy posible que el entorno del Gobierno atienda estos rudos mensajes como probabilidades seguras en el retorno del curso político. El problema será, de nuevo, ¿qué hacer? frente a esta desestabilización política por parte de los intereses económicos empresariales.
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François Emmanuel es un escritor que ejerce como psiquiatra y psicoanalista en Bélgica, y ha escrito una inquietante novela que algunos ya han visto en su versión cinematográfica: La cuestión humana (Losada, Madrid, 2002). El protagonista es un psicólogo en el departamento de recursos humanos, donde realiza cursos y seminarios para los ejecutivos de una multinacional de origen alemán. "No creo útil extenderme acerca de la naturaleza de estos seminarios, que estaban inspirados por la nueva cultura de empresa que coloca la motivación de los empleados en el centro del dispositivo de la producción. (...) En ellos había abundantes metáforas guerreras, vivíamos por definición en un entorno hostil, y mi cometido era despertar en los participantes la agresividad natural que pudiera volverlos más entregados, por tanto más eficaces y, a la postre, más productivos. (...) Formaba parte de mi papel canalizarlos hacia el único objetivo que me había sido asignado: convertir a esos ejecuivos en soldados, en paladines de empresa, en subalternos competitivos, para que esa filial de la SC Farb volviera a ser la floreciente compañía que había sido antaño antes de la crisis". El resto de la trama es sorprendente y enlaza con la tecnicidad del exterminio en los campos de concentración nazis, sorprendentemente descrita con un lenguaje burocrático, de asignación de objetivos, una (mala) práctica de gestión empresarial. Es una buena lectura, naturalmente recomendada, para esta primera decena de agosto.

1 comentario:

  1. A mi me parece que los del PP tienen el comportamiento de Oubiña o de otros gangsters: amenazas y negación de cualquier control a sus fechorías. ¿Por qué no les da mas caña a esos señores y señoras? A muchos nos agradaría enormemente.

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