Adoración Guamán es profesora titular de Derecho del Trabajo en la Universidad de Valencia, y una estudiosa muy conocida de derecho europeo del trabajo. Forma parte del CEPS, fundación que tiene una larga tradición de asesoramiento técnico y político a gobiernos progresistas de América Latina. Comprometida siempre con tareas colectivas de emancipación social, ha pasado asimismo largas temoradas de estudio y trabajo en universidades europeas e incluso en la universidad de verano de Parapanda, donde su presencia se recuerda todavía con placer, resaltándose su sintonía con el colectivo de Jóvenes Juristas Críticos (CJJC) de aquella ciudad. En este último año se ha destacado como activa militante del movimiento del 15 - M en Valencia, y su presencia en los espacios de la acción colectiva alternativa ha ido en aumento, en paralelo a su reivindicación de desbordamiento democrático del marco institucional actual. Esquerda Unida del Pais Valencià la ha elegido como número 1 en las listas de esa coalición al senado. Es una buena señal que la izquierda real de este país se vaya decantando por figuras que sintonizan con un compromiso ciudadano con un fuerte componente igualitario en materia social. Ella ha escrito este texto señalando cuáles han sido las razones para aceptar su presencia en el circuito político electoral. Es para esta bitácora un placer publicarlo.
Las razones de un compromiso
Nos encontramos en un momento de emergencia económica, social y política, una grave crisis de legitimidad de los gobiernos en el que la brecha entre las formas tradicionales de gobernar y la ciudadanía se ha convertido en abismo.
Las razones vienen de lejos y son claras: los partidos conservadores y socialdemócratas en Europa han asumido una agenda neoliberal de desmantelamiento del Estado del Bienestar, haciendo descansar las consecuencias de la interminable crisis financiera en las espaldas de los y las trabajadoras, y van camino de destruir las conquistas sociales fundamentales conseguidas durante muchos años de esfuerzo colectivo.
La más reciente representación de esta realidad ha sido la reforma de la Constitución, que no sólo es ilegal, por no haber seguido el cauce del procedimiento agravado, sino también ilegítima. Pero esta reforma, realizada por un pacto de los partidos mayoritarios y sus esbirros de espaldas a la ciudadanía, ha sido sólo una de las consecuencias, acaso la más llamativa, de la asunción por estos partidos del dogma neoliberal. Desde el Pacto del Euro, la técnica de imposición de planes de ajuste a Portugal, Grecia o España nos están conduciendo por una senda muy similar a aquella impuesta por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a América Latina durante los años ochenta, con los consabidos desastrosos resultados. La intensificación de los recortes sociales que hemos vivido en el verano de 2011 nos ha llevado a una situación de verdadera emergencia que se ha agravado con la desnaturalización de la Constitución española, que una vez neoliberalizada ha dejado de ser representativa de ningún consenso social y se ha convertido en una norma que va a permitir acentuar las vías para producir recortes sociales y desempleo.
En medio de esta oscuridad, desde el mes de febrero de 2011 se produjeron pequeños movimientos sísmicos en la realidad social hasta llegar al terremoto de mayo. En pocos meses, se ha pasado del descontento privado a la indignación pública, que ha transformado la pasividad en rebeldía y acción, provocando un momento histórico de desbordamiento democrático. Los ciudadanos y ciudadanas reclaman desde las plazas y las calles cambios profundos en nuestra democracia enferma.
Pero los partidos gobernantes han ignorado las exigencias ciudadanas y las condiciones económicas y sociales que nos imponen siguen empeorando día tras día. Es más necesario que nunca el compromiso decidido por el cambio social, en las calles fundamentalmente, en los movimientos sociales y sindicales y también con las fuerzas políticas que se comprometan a llevar ese cambio en las instituciones, porque la regeneración política y la reforma institucional son pasos fundamentales que hay que ir dando de manera paralela a la movilización social.
La regeneración política, esa nueva y necesaria manera de entender la política, requiere tanto una regeneración generacional, con el compromiso y el paso al frente de los jóvenes, como otras formas de actuar. Las nuevas formas de acción política deben realizarse desde abajo, con compromiso de trabajo y obediencia a la ciudadanía, sin apego al cargo, vinculándolo siempre a la voluntad ciudadana y a las propuestas programáticas, firmando un revocatorio personal, una dación de cuentas permanente… siendo, en definitiva no un portavoz ni un representante del movimiento existente en la calle sino más bien un altavoz del descontento generalizado que obligue mediante la denuncia constante a que las instituciones se pongan al servicio de la ciudadanía.
La regeneración política exige igualmente una profunda reforma institucional en todos los niveles, desde la ley electoral hasta el funcionamiento y configuración de las Cámaras, y muy en particular del Senado. Los orígenes del Senado son ciertamente feos y la impronta de “estamento de próceres” no se ha eliminado en la actualidad puesto que sigue siendo utilizado por los partidos mayoritarios como cementerio privado de elefantes, con un sistema de elección a su medida que les asegura las mayorías necesarias para que nadie moleste su inoperatividad e inacción.
El elevado coste del Senado, la condición de políticos profesionales de la mayoría de sus integrantes que además acumulan cargos, su utilización torticera por los partidos mayoritarios para más espurios intereses ha hecho de esta cámara el ejemplo de la deslegitimación institucional y política por excelencia.
Por ello, en este momento, la lucha por la regeneración política debe darse también, y especialmente, en instituciones como el Senado, mediante la denuncia constante de su utilización abusiva por los partidos mayoritarios, de la falta de compromiso con la ciudadanía de sus componentes y de la impostergable necesidad de reformarlo totalmente.
Se ha acabado la permisividad con aquellas formas de los políticos de otra generación que decían impunemente aquello de que “estaban en política para forrarse”, hay que seguir diciendo basta, fuerte y claro, fuera y también dentro de las instituciones. A por ellos entonces. Su tiempo se está acabando y el nuestro comienza hoy.
Bravo por Dorita. Saludos desde Moclín. Paco de la Hoz.
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