lunes, 14 de noviembre de 2011

LA ENCRUCIJADA EUROPEA: HABLA RODOLFO BENITO


En el último número de la Revista de la Fundación 1 de mayo (número 34, correspondiente a noviembre de 2011), se incluye una columna del Presidente de la Fundación, Rodolfo Benito, sobre la clamorosa falta de liderazgo político en la Unión europea y su carácter suicida. Aunque escrito inmediatamente después de la Cumbre de Cannes del G-20 son que por consiguiente haya podido tener en cuenta los últinos acontecimientos italianos y la caída de Berlusconi, el interés del texto es evidente y se presenta así a la blogosfera de Parapanda no sin recomendar la visita a la espléndida página de la Fundación: http://www.1mayo.ccoo.es/

Las recientes cumbres europeas y la última reunión del G-20 han sido una nueva decepción, porque siguen desbrozando el camino hacia una nueva recesión en una parte importante de los países de la Unión Europea.

La desmesurada contracción del gasto público –y su correlato privado- está ahogando toda posibilidad de reactivación económica y –todavía más- de recuperación del empleo destruido. Sarcásticamente esta opción está demostrando, como ya advirtió el movimiento sindical europeo, que impide, además, el saneamiento de las cuentas públicas. Sus consecuencias pueden ser todavía más graves si se confirma la desaceleración de la actividad económica mundial o se profundiza en la latente guerra de divisas.

Desde una perspectiva política afrontamos dos gravísimos escenarios: el deterioro de la calidad de la democracia –provocado por la transferencia efectiva de la soberanía desde la ciudadanía a unos imprecisos mercados- y la creciente desafección de los europeos al proceso de integración. Europa –carente de un demos propio pierde sus fuentes de legitimidad: el bienestar social, el crecimiento económico o el erigirse en un instrumento que permita superar la fragilidad de los Estados frente a la globalización.

Y, finalmente, bordeamos peligrosamente la fractura social. La crisis la están sufriendo y pagando los que no la provocaron y los que tampoco se beneficiaron del crecimiento económico anterior; asistimos a presiones sobre salarios, pensiones o protección social insoportables. Resulta muy difícil no concluir que la crisis está siendo aprovechada para poner en cuestión un pacto social vigente durante décadas.

Con este panorama, el conflicto social sólo podrá extenderse y agravarse.

En buena medida, las políticas puestas en práctica a lo largo de los últimos años no sólo han resultado ineficaces sino que han sido contraproducentes. Los programas de ajuste que, con mayor o menor intensidad, se han adoptado en todo el territorio de la Unión Europea han sido impotentes frente al difuso objetivo de “calmar a los mercados”. La incapacidad de los líderes europeos ha facilitado que la crisis trascienda de Irlanda, Portugal y Grecia. Durante el verano de 2011,la zona euro se ha encontrado nuevamente al borde del colapso, situación que vuelve a repetirse durante
estos días. La crisis de la deuda se descontroló, amenazando gravemente a España e Italia, y ya a países centrales como Francia.

La falta de liderazgo político en Europa es clamorosa y suicida. La cumbre celebrada este fin de semana en Bruselas es buen ejemplo de ello. Conforma un perfecto caldo de cultivo para la emergencia de pulsiones nacionalistas, xenófobas, populistas o de extrema derecha.

Pero no hemos de equivocarnos. Una renacionalización de las políticas económicas europeas tendría consecuencias desastrosas tanto de los países periféricos como centrales, teniendo en cuenta el alto grado de integración del mercado interior y la existencia de la moneda única. La peor de las opciones posibles sería caer en la tentación de poner en cuestión el objetivo de alcanzar una Europa cada vez más integrada.

Las crisis de Irlanda, Portugal o Grecia, que han sido recientemente analizadas en un seminario de la Fundación 1º de Mayo, no se pueden circunscribir con exclusividad a esos países. Es la quiebra de un modelo de Unión limitado a una moneda, con deficiente integración económica y más escasa cohesión política o social. No se ha querido admitir hasta el momento y estamos pagando las consecuencias. Sólo con una más estrecha fiscalidad, un tesoro común y políticas más integradas podremos hacer frente a esta crisis que enfila su quinto año.

Por ello, cuando se ha hablado de la crisis griega, irlandesa o portuguesa, desde CC OO siempre hemos preferido referirnos a la crisis europea. Porque los problemas de cada país sólo podían entenderse y combatirse en el marco de la Unión. Todo ello, con independencia de las responsabilidades de los Gobiernos nacionales respecto a los modelos de crecimiento por el que cada uno de ellos optó, cosechando –en la mayor parte de las ocasiones- las críticas de sus respectivos movimientos sindicales.


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