Según narra la agencia EFE, "El político comunista, periodista y cofundador del diario "Il Manifesto", Lucio Magri, se quitó la vida con un suicido asistido en una clínica suiza, según recogen hoy los medios de comunicación. Los diarios "La Repubblica" e "Il Manifesto" publican hoy en sus portadas la noticia de la decisión de Magri, de 79 años, que mientras atravesaba una grave depresión tras la muerte de su mujer tomó la decisión de morir ayer en Suiza. Magri formaba parte de los llamados disidentes del Partido Comunista que en 1969 fundaron el diario "Il Manifesto", que actualmente sigue saliendo a la venta. En 1974 tras la salida del PCI, funda el Partido de la Unidad Proletaria por el Comunismo, aunque en 1984 vuelve al PCI, que de nuevo abandona en 1991 cuando se transforma en el Partido Democrático de la Izquierda (PDS) y participa en el nacimiento del Partido de la Refundación Comunista".
Para la gente de mi generación, Lucio Magri era un referente en el debate político de la izquierda italiana y por extensión de la europea. De él todavía tengo en un estante de la biblioteca Los problemas de la teoría marxista del partido revolucionario, en editorial Anagrama, un texto suyo en Crítica Marxista de 1963 que luego reprodujo y revisó desde su traducción en la New Left Review en 1970, muy leído - o al menos a mi me lo parece ahora - en las discusiones de aquellos años.
Quizá un buen homenaje a Magri sea reproducir una parte de su intervención en diciembre de 2010 cuando presentó en El viejo topo su último libro. Plantean preguntas mucho tiempo formuladas y siempre de dificil respuesta, pero que posiblemente hoy tengan, en el contexto de los resultados electorales del 20-N, más actualidad.
Palabras de Lucio Magri en la presentación de su último libro traducido al español, El sastre de Ulm. El comunismo del siglo XX. Hechos y reflexiones. El Viejo Topo, Barcelona, 2010. (Extraído de http://www.rebelion.org/noticia.php?id=118059 )
(…) Debo pedir ayuda para resolver una cuestión que no he logrado resolver. Porque esta tarde he venido aquí no sólo para subrayar algunas cosas que vosotros ya sabéis y que, de todas maneras, podéis fácil y cómodamente encontrar en el momento en que leáis mi libro.
He venido, sobre todo, para plantearos un problema que considero muy importante, no sólo para vosotros sino para todos. El problema es el siguiente:
Es indiscutible que, cuando empezó la guerra civil, los comunistas españoles eran una exigua minoría. Pero es igualmente indiscutible que en los años de la guerra los comunistas se multiplicaron, tanto entre la población como en las instituciones. Esto podría deberse a varios motivos: la ayuda material de la Unión Soviética, la oleada de voluntarios que llegaban de otros países, el papel político que desempeñó Palmiro Togliatti y las cualidades organizativas de Luigi Longo.
También es indiscutible que el Partido Comunista Español, con la energía que le aportaba la juventud socialista, fue el único que, durante décadas y en la clandestinidad, se opuso al régimen franquista. Unas veces cometió errores (como el de un amago de lucha armada), otras obtuvo grandes éxitos (huelgas generales, creación de una sólida red sindical). Pero sus militantes demostraron en todo momento un extraordinario coraje individual, que muchas veces pagaron con sus vidas.
Franco murió en 1975 y debemos otorgar gran atención a ese año. En ese momento el régimen estaba dividido en conservadores moderados, influidos por el Opus Dei y partidarios de una suerte de democracia controlada, y fascistas ortodoxos. Casi simultáneamente se derrumbaban los regímenes semifascistas de Portugal (debido a la insurgencia de los oficiales del ejército orientados hacia la izquierda) y de Grecia. Los principales partidos comunistas europeos intentaban liberarse de la obediencia debida a Breznev. En Francia, el acuerdo entre el PCF y el refundado Partido Socialista estaba por llevar a Miterrand a la presidencia. En Italia, se había registrado hacía poco una clamorosa afirmación electoral del PCI. Todo el Occidente capitalista se veía sometido a una grave crisis económica. De igual modo, en el seno de la socialdemocracia europea se desarrollaba una intensa discusión.
De este conjunto de hechos nace una cuestión sobre la cual he leído y discutido mucho con muchos compañeros, pero sin lograr encontrar una respuesta adecuada: ¿Cómo se explica que el Partido Comunista Español, con el patrimonio histórico del que disponía, en un momento histórico en el que aún la suerte no estaba echada (era 1975 y no 1989), en las primeras elecciones libres tras la muerte de Franco, haya obtenido sólo un miserable 10% de los votos (porcentaje que nunca llegó a superar), por no hablar de las numerosas crisis que sufrió? ¿Cómo se explica que en España, durante décadas, se hayan alternado en el poder exfacistas remozados o socialdemócratas que poco tenían de socialistas?
No es un problema que atañe sólo a los comunistas, o sólo a los españoles. Atañe a toda la izquierda europea que se ha puesto de rodillas ante la hegemonía de los Reagan, las Thatcher, los Blair, por no hablar del horrendo Berlusconi; atañe a esa izquierda que hoy, a pesar de la crisis económica y de civilización que doblega el planeta, sigue perdiendo fuerza e identidad cultural.
Desde luego no es mi intención ni mucho menos achacaros la responsabilidad de esta decadencia. Al contrario, reconozco que en los últimos años España ha recuperado algunos rasgos de izquierda gracias a Rodríguez Zapatero, que ahora cruje fuertemente ante la crisis económica. Quisiera solamente entender por qué la ocasión de realizar un verdadero cambio fue sofocada por la voluntad de censurar el pasado y convertir en mito la modernidad que homologa a todos. En otras palabras, ¿por qué la movida ha sido más llamativa que el desempleo?
No pido ahora una respuesta, solamente espero que mi libro contribuya a estimular la reflexión. Tal vez un esbozo de respuesta lo encontremos en las palabras del mismísimo Franco cuando, sacando sus propias conclusiones, dijo: “He construido una clase media fuerte”.
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