En su entrada del domingo de su
blog Que hacemos con "lo" de Cataluña, José Luis López Bulla proponía a las fuerzas políticas una
salida heterodoxa para la cuestión catalana, la reforma de la constitución a
partir de la apertura de un proceso constituyente, que permita la realización
de un referéndum sobre el futuro de Catalunya y una nueva conformación
del Estado español como estado federal. La propuesta merece ser debatida
extensamente, porque la apertura de un nuevo proceso constituyente implica que
se ha extendido entre las fuerzas políticas y sociales de un país determinado
la conciencia de que el marco de reglas fundamentales de la acción pública y
del sistema institucional que la encarna está agotado o desfasado y que debe
sustituirse por uno nuevo, adecuado a las exigencias actuales de la mayoría de
la voluntad popular. Es por tanto un problema de decisión política, pero
también – o precisamente por ello – de
enraizamiento en la opinión pública y en el trabajo cultural de la exigencia de
la actualización constante de los derechos ciudadanos como condición de
existencia de la democracia. Esta vertiente cultural es la más difícil de
verificar en cualquier proceso de cambio constitucional, requiere una
visibilidad ideológica y discursiva que se pueda anclar a los procesos de
movilización social en marcha, dándoles una salida política definida.
Es conocido que la reivindicación
de un proceso constituyente ha sido esgrimida, de forma intermitente, en las
movilizaciones sociales del 2012, especialmente en el espacio del 15-M, y en
las del 2013, pero se ha expandido más a propósito del “tema catalán”. El
artículo en Sin Permiso de Jaume Asens y Gerardo Pisarello es emblemático a
este respecto Las izquierdas y el 11 de septiembre. Pero son otros los temas en los que se puede apreciar un ímpetu
“destituyente” en la opinión pública. La monarquía y su faceta financiera, la
implicación de la familia real en operaciones de corrupción, es uno de ellos,
pero asimismo ha sido contestada la preservación del bipartidismo a través de
un proceso electoral en el que se falsea la voluntad popular y se impide la
representación proporcional de las opciones partidistas de los ciudadanos, o se
exige la necesidad de prever
instrumentos de participación ciudadana que complementen o limiten los
procedimientos de formación de las leyes, mediante las iniciativas ciudadanas,
los referéndums derogatorios y otras técnicas.
Los sindicatos en general y el
sindicalismo confederal en particular deberían estar interesados en impulsar este
proceso constituyente. El objetivo de las reformas ha sido la anulación
práctica del poder contractual sindical y su confinamiento mientras se reducen
y recortan derechos laborales y prestaciones sociales. La incorporación al
esquema constitucional de la regla del equilibrio presupuestario en el nuevo
art. 135 de la Constitución española es un acto consciente de sabotaje del
concepto y de la función del Estado
Social que da sentido al orden constitucional. La convalidación por el Tribunal
Constitucional de la reforma laboral de la Ley 3/2012, que es la crónica de un
hecho anunciado desde ya, ante la captura institucional por el PP de esta
institución clave – la noticia del rechazo de la recusación del Presidente del
TC que ocultó su militancia en el PP anticipa claramente cuál va a ser el
sentido de las decisiones de este órgano – dejará a CCOO y UGT en una posición
muy débil en el terreno de la lucha por los derechos y marcará un hito en la
desregulación de las relaciones laborales, acompañada de la remercantilización
de las necesidades sociales y la progresiva pauperización de los estratos de la
población más vulnerables. La Constitución social está siendo desmontada, pieza
a pieza, y los sindicatos no pueden limitarse al papel de acompañantes del
entierro del trabajo asalariado con derechos, entre otras cosas porque pueden
acabar sepultados en la misma fosa que éste.
Reivindicar un proceso
constituyente requiere por tanto un amplio debate de coincidencias entre las
distintas fuerzas políticas de izquierda – la izquierda plural, la izquierda
social y sectores amplios que se sienten representados por el PSOE – en torno a
un programa mínimo de constitucionalidad democrática que afiance por una parte
los contenidos positivos del Estado social y por otra que incorpore elementos
democráticos básicos, el derecho a decidir, la participación ciudadana
vinculante, un procedimiento electoral respetuoso de la proporcionalidad de las
opciones políticas de los ciudadanos. Extender y discutir esta posibilidad y
afirmar su necesidad y los medios para hacerla real, puede ser un objetivo que
se despliegue a lo largo de los siguientes meses, en el contexto de las
movilizaciones que se plantean.
Enrique escribió: "Antonio, CCOO llevamos más de dos años hablando de regeneración democrática, en la que, por supuesto nos incluimos, defendiendo una consulta a la ciudadanía sobre el incumplimiento de los programas electorales.... pero creo que tus notas están bien centradas aunque un tema central debería ser también la puesta en marcha de mecanismos que aseguren un estado laico, una regulación en profundidad del empresariado... Entre otras."
ResponderEliminarDesde La Latina, Enrique Fossoul