El verano es tiempo de lecturas más que de periódicos. Acostumbrados además a los digitales, apenas se consultan los periódicos locales, más que nada para comprobar el tiempo que se avecina, las fiestas patronales próximas, los conciertos anunciados, la cartelera de algún cine. Pero de vez en cuando en la playa, algún amigo recién llegado trae a la arena algún ejemplar de los grandes medios y entre los gritos de los bañistas y el sonido del mar, se leen sus páginas. Y surgen entonces las noticias del verano. La primera que se propone a esta blogosfera estival es la relativa a la constatación de las desigualdades salariales. No es nada nuevo, pero es un fenómeno cada vez más intenso.
El consejo de Administración de DAMN recibió – según informa El Pais de 17
de agosto en las páginas salmón - una
“compensación conjunta” de 4.863 millones de euros para el primer semestre del
2014. Es un incremento del 20,7% respecto de la cantidad percibida el año
pasado. La partida que más subió en las remuneraciones de los consejeros fue la
de atenciones protocolarias. La alta
dirección de la compañía incrementó su nómina un 12% más. El presidente de la
compañía, Demetrio Carceller recibió
la remuneración más alta, en el año 2013 percibió 2,35 millones de euros, de
forma que su trabajo vale 260 veces mas que el de un trabajador no cualificado
(como término de referencia, un catedrático de universidad con seis sexenios
gana ocho veces el salario anual de un trabajador no cualificado. El señor Carceller gana casi 33 veces más que un
profesor senior al que le han
reducido el sueldo primero y luego congelado su retribución desde el 2012). No
es más que un ejemplo de la tendencia generalizada. Los altos directivos de las
empresas y de la banca, con independencia del éxito o fracaso de sus empresas,
ganan mucho más que cualquier trabajador o cualquier alto funcionario. Son
ostentosamente retribuidos e incrementan sus retribuciones pese a la crisis y a
la austeridad que se preconiza para toda la sociedad y el trabajo.
Para un reciente informe del BBVA, solo los recortes salariales – que se
llama, piadosamente, moderación salarial – reducen los desequilibrios
económicos. Sin embargo, y co mo recuerda en su última entrada del blog Juan Laborda, “en el último informe del "High Pay
Centre" en el Reino Unido, se afirma que el sueldo de los directores
ejecutivos de las empresas del FTSE 100 representaba alrededor de 20
veces el sueldo del trabajador medio del Reino Unido en la década de 1980,
pasando a 60 veces en 1998, y a 160 veces en 2012, el año más reciente del que
se dispone de completos”. Los estudios económicos de que se disponen –pero que
no se hacen públicos ni se divulgan por los grandes medios de comunicación en
propiedad de los grandes bancos y de las grandes firmas – señalan que hay una
clara relación entre los ingresos de los directivos, incluido el pago de bonus,
es decir el incremento exponencial de las retribuciones de los que más ganan y
el hundimiento de los salarios reales de los trabajadores, en especial de la
parte inferior de la tabla, de los que menos ganan.
En la valoración de CCOO en julio de 2014 sobre los resultados de la
negociación, se establecía que ésta ha conseguido “resistir a los embates” de
la reforma laboral y en líneas generales, pese a su “debilitación”, mantener
con escasas reducciones su ámbito de cobertura (más de ocho millones de
personas), más aun teniendo en cuenta la extensa destrucción de empleo y
desaparición de empresas que se ha ido produciendo a partir de 2012. Pero en
ese mismo informe se señalaba que la devaluación salarial era la regla y que
los recortes salariales se habían generalizado en todas las ramas y empresas
junto con el empeoramiento de las condiciones de trabajo.
Es tambien seguro que el salario pactado en convenio no es un elemento
determinante en el salario real percibido por los trabajadores y trrabajadoras
precarios, a tiempo parcial e irregulares ( falsos autónomos, falsos becarios,
o sencillamente trabajadores clandestinos) que en la crisis van constituyendo
una forma-tipo de la utilización de la fuerza de trabajo por las empresas y que
por definición es un sector de trabajadoras y trabajadores no sindicalizados y
ajenos a las pautas de la determinación colectiva de las condiciones de
trabajo. Este hecho innegable no solo pone en crisis la representación sindical
– e impone el planteamiento de este asunto como un punto central en el diseño
de la estrategia sindical - , sino que además precariza salarialmente tanto el
trabajo no cualificado, como sectores
importantes de profesiones con fuerte presencia de trabajo cognitivo. Las
últimas estadísticas han señalado que una considerable cohorte de trabajadores
asalariados se deben considerar inmersos en el sector de la pobreza, y la
expresión “trabajadores pobres” no solo se refiere a un concepto científico,
sino a una realidad en crecimiento.
La relación entre desempleo y pobreza es el extremo final de la
desigualdad. Crece la pobreza y casi el 25% de los hogares españoles están por
debajo del umbral de la pobreza. Las prestaciones sociales que podrían aminorar
este panorama son insuficientes y se están agotando. Frente a ello, ¿es demagógico recordar que el señor Carceller ha sido remunerado durante
2013 por su gestión al frente de su empresa, con dos millones trescientos
cincuenta mil euros y que su caso no es sino uno más de una tendencia repetida
por tantas grandes empresas mercantiles y financieras españolas?
Romper esta tendencia es imprescindible. No basta efectuar juicios morales
sobre el crecimiento de la desigualdad o considerar la insolencia del dinero
como un dato inamovible. Los sindicatos y los partidos políticos de izquierda
tienen que comenzar a plantear iniciativas expropiatorias de las ganancias
empresariales que no consideran la funcionalidad social de la libertad de
empresa y acentúan conscientemente la desigualdad social y económica que la
Constitución española en su artículo 9.2 se compromete a ir reduciendo
paulatinamente. Tomarse en serio la declaración política del pueblo español que
se cristaliza en el texto constitucional implica combatir seriamente el
incremento de la desigualdad sobre la base de la violencia de la crisis, la
desertización de los derechos laborales y el desempleo masivo, la
desvalorización del trabajo como eje en torno al cual se construye la ciudadanía
y la solidaridad, la degradación del salario a medio de subsistencia sin
dignidad. Y es una lucha que se debe sostener en el plano económico y social,
pero también en el directamente político y, finalmente, en el cultural e
ideológico, rompiendo el silencio y la desinformación, combatiendo la
manipulación de una opinión pública que se pretende corromper y desinformar.
Por su interés, adjunto una entrada publicada ayer, 18 de agosto, en el blog de High Pay Center referida a las diferencias retributivas entre directivos y empleados de las empresas FTSE 100.
ResponderEliminarEl caso más sangrante es el CEO de la empresa WPP que tiene una retribución ¡¡780 superior a la media de los empleados de WPP!!.
http://highpaycentre.org/blog/ftse-100-bosses-now-paid-an-average-143-times-as-much-as-their-employees
La tabla siguiente es muy gráfica de estas salvajes diferencias retributivas:
http://highpaycentre.org/files/pay_ratio_spreadsheet_aug14.pdf
Lo he leído en Nueva Tribuna hoy, 19 de agosto, sin la entradilla característica del blog y sin la foto, claro, del titular de éste. A ver si ahora sindicatos y partidos se ponen las pilas y actúan en este sentido contra el escándalo obsceno de esas remuneraciones que son verdaderas rapiñas.
ResponderEliminarJorge Laredo
Antonio, buenos días.
ResponderEliminarMuchas gracias por el artículo publicado, que coincide en materia y visión con una reflexión propia que ha visto la luz parcialmente en el número 164 de la Nueva Revista Española de Derecho del Trabajo. La segunda parte se incluye en el número 167. Creo que es un artículo serio. De relevancia es señalar que incluso un informe reciente de EUROFOUND sobre una eventual política comunitaria de coordinación de mínimos salariales en la UE evidencia la pobreza de nuestro SMI, siendo España uno de los países en que la aplicación de aquel resultaría más sencilla, a la par que desmiente lo incontestable de vincular productividad a nivel salarial, etc. Es decir, binomios que parecen un “catecismo” (mal)intencionado a aprehender –sí, con hache-, sin una verdadera lectura crítica.
Un abrazo. D.