Las
elecciones griegas en enero del 2015 y
el triunfo de Syriza están marcando profundamente el panorama europeo y por
tanto el de cada uno de los países que forman parte de la UE, en especial de
aquellos más afectados por las políticas de austeridad, llamados piadosamente por
sus acreedores PIGS. La estructura de mando extremadamente centralizada en torno
al eje Berlin / Bruselas como ejecutores de los intereses de las instituciones
financieras internacionales, ha
conseguido someter a los diferentes países que conforman Europa a una forma de
dependencia integrada sin soberanía popular, en la que las opciones políticas
en presencia convergen en un mismo
proceso de reformas estructurales y recortes sociales, y por lo mismo no pueden
permitir cambios radicales o democráticos en las formaciones sociales
dependientes como la griega, pese a su escaso peso en el producto interior
bruto de la UE y su posición periférica. A pesar de ello, el proceso de
discusión y de negociación del gobierno Tsipras
con la Comisión y el llamado Eurogrupo, ha conseguido algunos objetivos no
desdeñables. A continuación se ofrece una versión de un texto de Antonio Lettieri que aborda esta
problemática, y cuyo original lo pueden encontrar, en italiano en esta página: http://www.eguaglianzaeliberta.it/articolo.asp?id=1800
GRECIA Y EL NEO-IMPERIO DE LA
ZONA EURO
Antonio
Lettieri
Era fácil apostar que en el
último momento se llegaría a un acuerdo entre Grecia y las instituciones
europeas. Como también resulta razonable apostar que este compromiso con sus
ambigüedades inevitables, será objeto de interpretaciones contradictorias
destinadas a precisar quién es el ganador y quién el perdedor, según la
conveniencia del comentarista.
Dado que este debate se
prolongará en el tiempo, conviene atenerse a los hechos concretos.
1.- Alexis Tsipras había solicitado un acuerdo-puente de seis meses
durante el cual Grecia estaría legitimada para negociar un nuevo acuerdo que
sustituyera el Memorándum del 2012 firmado por Samaras y Papandreu. Las
negociaciones tendrán una duración de cuatro meses durante los cuales el Fondo
Europeo de Estabilidad y el BCE proporcionarán los préstamos que ya estaban
previstos en el viejo acuerdo que expira a finales de febrero. El ministro
alemán de finanzas, Schaüble, gran
caudillo de los “halcones” de la zona euro, había levantado un muro frente a
esta posición del gobierno griego. Ahora en ese muro se ha abierto una brecha
fundamental. Las negociaciones abordarán dos puntos considerados sagrados e
intocables por los viejos acuerdos: la gestión de la deuda y las reformas
estructurales.
2.- Como se sabe, el primero y
más importante de los problemas de Grecia es lo enorme de su deuda: 320 mil millones de euros, el 175%
de la renta nacional. Para la mayoría de los economistas, la deuda griega no se
puede pagar. El nuevo gobierno griego se ha comprometido a hacerlo, pero
poniendo dos condiciones: la primera, la de su reestructuración, es decir, la indexación
de la deuda en función de la evolución del PIB. En pocas palabras, que la
cantidad de intereses a pagar deberá tener en cuenta la evolución de la
economía para evitar el letal círculo vicioso del aumento de los impuestos y la
reducción del gasto, justo cuando la economía real experimenta un bloqueo o una
desaceleración sustancial del crecimiento.
La segunda condición del gobierno
griego es la reducción del 4,5 al 1,5 % del incremento de las entradas
destinado a pagar los intereses, de manera que se liberen recursos
presupuestarios para abrir espacio a las inversiones públicas y al gasto
social. Este punto, fundamental para romper las cadenas de la austeridad, ha
sido aceptado en líneas generales por el Eurogrupo para el 2015. Lo demás será
objeto de negociación. Cualquiera podría pensar que el esquema valientemente
innovador presentado por el ministro de finanzas griego Varoufakis sobre el que se abre la negociación en virtud del
acuerdo del 20 de febrero, podría razonablemente resolver el mayor problema de
la relación entre Grecia y las instituciones de la eurozona. Pero no es así.
3.- Aparece aquí la otra cara de
la moneda de la austeridad: las famosas reformas estructurales. Es decir, las
privatizaciones y las políticas del trabajo. Los acuerdos impuestos por la zona
euro y aceptados o padecidos por los gobiernos precedentes comprenden, en el
primer punto, las privatizaciones de todo lo que es público: electricidad, gas,
agua, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, infraestructuras, edificios públicos,
incluso los casinos. Todo ello en las estimaciones iniciales por valor de 50
mil millones de euros, luego reducidos a 25 mil. Una cifra enorme, si se
considera que, a escala italiana, lo mismo constituiría doscientos mil millones
de euros. Un programa de rapiña en beneficio de las oligarquías privadas
griegas e internacionales, como sucedió en los países de la vieja economía
comunista tras el colapso de la Unión Soviética.
Más intrigante es el punto que se
refiere a las reformas estructurales. El texto del acuerdo dice: “Las
autoridades se comprometen a poner en marcha las reformas indispensables para
combatir la corrupción, la evasión fiscal y para incrementar la eficacia del
sector público. En este contexto las autoridades griegas se comprometen a hacer
el mejor uso de la asistencia técnica que le sea suministrada” (traducción mía).
Hasta aquí el acuerdo muestra los compromisos ya declarados de Tsipras y del ministro de Finanzas Varoufakis. Un programa de reformas a
las que el gobierno griego se compromete, revirtiendo la tradición de corrupción
y de clientelismo practicada sistemáticamente por los anteriores gobiernos. Pero
por más que sean importantes, estas reformas no son consideradas suficientes
por las autoridades de la eurozona.
En el esquema fundamentalista de éstas,
el corazón de las reformas estructurales se encuentra en las políticas del
trabajo. Por una parte, en la liberalización de los despidos, por otra en la
reducción de salarios y en la desregulación de las relaciones laborales. Objetivo
que se alcanza con la cancelación de la negociación colectiva sectorial de ámbito
nacional, confinándola en las empresas, donde es más directo y eficaz el
chantaje que las empresas pueden efectuar entre la reducción de salarios o la
amenaza de despidos.
4.- Hay además decisiones
colaterales que marcan el programa social del nuevo gobierno. Aumento del
salario mínimo, reintegración de la decimotercera paga en las pensiones, la
generalización de la asistencia sanitaria, la prestación de la electricidad a
las familias que no pueden pagar el recibo de la luz, el comedor gratuito para
los niños en la escuela pública y otras medidas entre sociales y humanitarias
encaminadas a aliviar los sufrimientos causado por las políticas de la
austeridad a millones de familias.
Las autoridades de la zona euro
exigen que estas medidas se retiren o al menos, que se vuelvan a examinar y se
compruebe si son compatibles con las políticas de austeridad. Pero, dada la
indecencia de sus posiciones, no se atreven a afirmarlo claramente. En el texto
del acuerdo se puede leer que “el proceso de las reformas estructurales se
destina a realizar un crecimiento duradero y a incrementar las perspectivas del
empleo, asegurando la estabilidad del sector financiero y reforzando la
justicia social”. El compromiso se abre a diversas soluciones.
Los gobiernos de centro-derecha,
como los de centro-izquierda, ven en el programa del nuevo gobierno griego la
desautorización de sus políticas. Tsipras
y Varoufakis , rehusando ser un
gobierno cómplice, como hasta ahora lo han sido los que han gobernado Grecia en
los años de la crisis, han abierto una brecha profunda en el muro de la zona
euro. El resultado puede ser contagioso. El compromiso griego refuerza a los
partidos y movimientos que se rebelan frente a la ortodoxia fundamentalista
neoliberal del euro-imperio guiado por Berlín y Bruselas. En España, Podemos, que con solo un año de vida, presenta
importantes resultados en las encuestas, junto con otras fuerzas de la izquierda
alternativa, aspiran a constituir un gobierno que sustituya al de Rajoy, un títere
sumiso. La brecha tiende a aumentar.
Grecia, como ha admitido Tsipras, ha ganado solo un asalto de
una larga batalla. Todavía pueden suceder muchas cosas en uno u otro sentido
durante los cuatro meses de negociación. Pero algo ha sucedido ya Un gobierno
que goza de un consenso popular y democrático sin igual en Europa ha roto la cadena
de la omertà. Otros movimientos y
partidos intentarán seguir su ejemplo.
(Eguaglianza e Diritto,
22/02/2015)
.
Está claro que la oposición a que el Gobierno griego pueda modificar sustancialmente las condiciones del rescate es política e ideológica. No se basa en razones de racionalidad económica. El gobierno alemán y las élites políticas europeas de centro derecha y centro izquierda verían así desautorizada su nefasta gestión de la crisis y la izquierda europea podría ganar elecciones en algunos países. Los gobiernos italiano y francés intentan compatibilizar su interés objetivo en que se de una salida a Grecia, fuera del austericidio, con su incapacidad para plantear una alternativa política al neoliberalismo alemán y su temor al ascenso de una alternativa europea a la izquierda dela socialdemocracia. El problema, no imposible de resolver, son las dificultades para lograr esa construcción. El sindicalismo europeo, la Confederación Europea de Sindicatos, deberían jugar un papel en la creación de un nuevo escenario político europeo. Desde la autonomía sindical, por supuesto. Aspirando también a ayudar a la socialdemocracia a salir del callejón sin salida en el que está, en beneficio de todos, porque no se puede olvidar que en las sociedades democráticas para las grandes transformaciones se necesitan grandes mayorías.
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