El domingo 26 de junio están convocadas elecciones
generales, una especie de segunda vuelta de las que se realizaron en diciembre
del 2015 y que certificaron el cambio del panorama político español y la
alteración de sus constantes de bipartidismo imperfecto. La mayor novedad es la
densidad electoral de los planteamientos políticos de rechazo de las políticas
de austeridad y de la degeneración democrática que hemos padecido en estos
últimos cuatro años. Para intentar su desarrollo y consolidación, se están
manejando toda una serie de tópicos de variado género, siendo posiblemente los
más eficaces los que hacen referencia a la inexperiencia e incapacidad para
gobernar de las fuerzas emergentes del cambio político o, más en concreto, el
efecto negativo que para el país supondría que pudieran gobernar ante la
desconfianza que levantarían en los sectores financieros y económicos y en los
órganos de dirección europeos.
Es decir, que el último esfuerzo para reducir la influencia medida en
términos electorales de Unidos Podemos y las confluencias en Catalunya, Galicia
y Valencia se centra en resaltar la incertidumbre y la inseguridad sobre lo que
se puede realmente cambiar y sobre la idoneidad de los sujetos que propugnan
ese cambio. Lo que enlaza con una convicción arraigada aunque no siempre
explicitada de que las clases subalternas no pueden modificar su destino, diseñado
y ejecutado siempre por quienes ostentan el poder económico y el dominio
político. Es evidente que se trata de un pensamiento muy arraigado en amplios
sectores de población que piensan que la única forma de sobrevivir a la
desgracia y a la degradación de sus condiciones de existencia es la de
agazaparse en su situación personal y familiar y esperar que vengan tiempos mejores,
a lo que se une una profunda desconfianza respecto de la política como espacio
de debate y de decisión efectiva sobre las relaciones sociales. Pero no es esa
la actitud que se requiere en estos tiempos de crisis. La reivindicación de la
política como espacio de lucha y de convicción democrática se ha ido realizando
en los ayuntamientos democráticos formados por las candidaturas ciudadanas hace
un año. Es el momento de plasmarla también en el ámbito del Estado.
Es conveniente por eso mirar hacia atrás, a los cuatro años de la última
legislatura del PP, para comprender que es crucial reaccionar contra este estado
de cosas. En el tema que resulta central para la consideración política de la
salud democrática de un país, la regulación del trabajo, las consecuencias han
sido pésimas. A la destrucción acelerada de empleo de los primeros años de este
cuatrienio ha seguido una estabilización del desempleo en niveles superiores al
20 %, y el empleo que se crea a partir de la tan publicitada “recuperación
económica” es en su mayoría precario, inestable, temporal y de baja calidad
salarial. Ha aumentado y se ha generalizado el incumplimiento de la normativa
laboral y se ha reducido la tasa de cobertura de los convenios colectivos. La
brecha de género se ha incrementado en igual medida que la tardanza en
incorporarse los jóvenes al empleo, muchos de los cuales se ven obligados a
abandonar el país. Y la exclusión social se ha disparado, con la presencia por
vez primera en nuestro país del fenómeno de los trabajadores pobres. El trabajo
sólo se considera en lo que tiene de coste económico y el incremento del poder
unilateral del empresario en los lugares de trabajo se ha fortalecido de manera
imponente. Además de ello, se ha pretendido desarticular las resistencias
colectivas y sindicales a este estado de cosas, incrementándose la represión no
sólo de la huelga – mediante la incriminación de los piquetes– sino de los
derechos de reunión y manifestación, con la Ley de Seguridad Ciudadana. El
sindicalismo es presentado como una figura hostil al crecimiento económico sin
valorar su posición fundamental en la tutela colectiva de los derechos
derivados del trabajo.
En el marco institucional del Estado y de los poderes públicos, no hay
lugar al que se mire que no esté en peligro o seriamente dañado. Ante todo el
poder judicial, cuya apropiación partidaria por el PP en sus vértices y en la
orientación de sus decisiones han consagrado en la práctica un estado de
excepción que justifica la vulneración del ejercicio de derechos sociales y
democráticos por los poderes públicos y privados y han formado un núcleo de
dirección efectiva de los procesos de formación de los órganos judiciales
regido por la sumisión al mismo y la impunidad de las acciones gubernamentales.
En un plano inmediatamente inferior, la corrupción forma parte de la actuación
cotidiana de muchas administraciones públicas y señaladamente del Partido
Popular. La utilización del aparato público con fines claramente sesgados, las
amenazas a los jueces demócratas, la insensibilidad ante los derechos
ciudadanos, forman parte de la práctica diaria de nuestras autoridades de
gobierno. Y la libertad de información ha sido reducida merced a un entramado
de medios de comunicación empotrados en el poder económico especialmente
manipuladores y desinformadores y una televisión pública confundida con un
medio de exaltación gubernamental.
El marco de estructuración del Estado español debe necesariamente transformarse,
y también en este aspecto la actuación del gobierno ha sido fuertemente
negativa, en especial respecto del contencioso con Catalunya. La organización
de un referéndum de autonomía es seguramente imprescindible, pero hay además
que diseñar un modo de regulación y de entendimiento federal que deje atrás el
modelo de estado de las autonomías que ha llegado a su última fase de
desarrollo. Es este uno de los temas más complicados para el cambio, ante las
resistencias emocionales, sabiamente explotadas por el bipartidismo, respecto a
la confusión entre diferencia y desigualdad entre los territorios del Estado,
pero es asimismo un de los espacios que puede ocupar con eficacia y con
capacidad de propuesta, la izquierda transformadora que se presenta a estas
elecciones.
El referéndum británico plantea la necesidad de crear un frente democrático
entre los países europeos que aborden la reformulación federal y política de la
Unión Europea, y la desarticulación del dominio de las instituciones
financieras que han consolidado el desequilibrio y la inestabilidad en la zona
euro. España ha padecido de forma muy intensa las consecuencias de las
políticas de austeridad y debe formar parte de ese frente democrático y
progresista que constate la existencia de una crisis profunda de la Unión
Europea y fuerce pasos importantes hacia su democratización, único camino para
evitar su desmoronamiento. En esa dirección, el cambio político en España es
imprescindible.
Hay muchas dificultades para cuajar una alternativa de gobierno que sea consecuente
con un programa de transformación fuerte de los diferentes aspectos que
requieren un cambio de sentido. Pero es previsible que haya la posibilidad de
un gobierno de progreso sumando los escaños del PSOE y de Unidos Podemos con
las confluencias. En el seno de ambas formaciones hay tensiones contrarias a
esta convergencia, pero la decisión unitaria es más fuerte - y las presiones en
contra más superables – en Unidos Podemos. Fortalecer esa opción mediante el
voto del domingo supone plasmar numéricamente una voluntad mayoritaria de
transformación política y social. Los resultados electorales significan
precisamente eso, el sentir mayoritario de una parte importante de la población
que quieren modificar el marco institucional y social de relaciones que han
visto desarrollarse en estos últimos cuatro años. Para ello es precisa una
reprogramación normativa y la adopción de una serie de medidas políticas que forman
parte de las competencias del gobierno. De un gobierno de unidad por el cambio,
que está en las manos de todas y de todos los que votemos el domingo.
Abrazos. Y que Dios reparta suerte.
ResponderEliminar(O, al menos, que deje de repartir hostias).
Juan desde la Bahía de Cádiz
Alejandro Aníbal Segura
ResponderEliminar25 de junio a las 17:15
Que el domingo sea una victoria para el Pueblo. La derecha española ha hecho mucho daño ya...
Amigo Antonio, una más que razonada y razonable decisión que no solo es atendible, es más la paso a algunos, no a todos, de mi entorno.
ResponderEliminarGracias y un fuerte abrazo.
Marcial
Isabel Huete
ResponderEliminar25 de junio de 2016 13:00
Me gusta mucho tu artículo aunque esa confianza que pones en las fuerzas emergentes yo no lo tengo, pero bueno, eso ya lo sabes. :D
Carissimo
ResponderEliminarIl momento è di cambiamento. Questo sistema è fortemente squilibrato e non funziona.
Speriamo bene ed incrociamo le dita...
Carissimi saluti.
Andrea