Nos ha dejado Fidel Castro. El comandante en jefe de
la revolución cubana. Nuestro Fidel. Lo ha hecho casi sesenta años después del inicio de la revolución, el 30 de noviembre de 1956. Ahí va este resumen de su discurso al llegar a La Habana, en el comienzo de 1959.
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, A SU LLEGADA A LA
HABANA, EN CIUDAD LIBERTAD, EL 8 DE ENERO DE 1959.
Compatriotas:
Yo sé que al hablar esta noche aquí
se me presenta una de las obligaciones más difíciles, quizás, en este largo
proceso de lucha que se inició en Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956.
El pueblo escucha, escuchan los combatientes revolucionarios, y escuchan
los soldados del Ejército, cuyo destino está en nuestras manos.
Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante
todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil.
Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas
ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay
que alertarlo contra el exceso de optimismo.
(…)
Y por eso yo quiero empezar —o, mejor dicho, seguir— con el mismo
sistema: el de decirle siempre al pueblo
la verdad.
Se ha andado un trecho, quizás un paso de avance considerable. Aquí estamos en la capital, aquí estamos en
Columbia, parecen victoriosas las fuerzas revolucionarias; el gobierno está
constituido, reconocido por numerosos países del mundo, al parecer se ha
conquistado la paz; y, sin embargo, no debemos estar optimistas. Mientras el pueblo reía hoy, mientras el
pueblo se alegraba, nosotros nos preocupábamos; y mientras más extraordinaria
era la multitud que acudía a recibirnos, y mientras más extraordinario era el
júbilo del pueblo, más grande era nuestra preocupación, porque más grande era
también nuestra responsabilidad ante la historia y ante el pueblo de Cuba.
La Revolución tiene ya enfrente un ejército de zafarrancho de combate. ¿Quiénes pueden ser hoy o en lo adelante los
enemigos de la Revolución? ¿Quiénes
pueden ser ante este pueblo victorioso, en lo adelante, los enemigos de la
Revolución? Los peores enemigos que en
lo adelante pueda tener la Revolución Cubana somos los propios revolucionarios.
(…)
Lo primero que tenemos que preguntarnos los que hemos hecho esta Revolución
es con qué intenciones la hicimos; si en alguno de nosotros se ocultaba una
ambición, un afán de mando, un propósito innoble; si en cada uno de los
combatientes de esta Revolución había un idealista o con el pretexto del
idealismo se perseguían otros fines; si hicimos esta Revolución pensando que
apenas la tiranía fuese derrocada íbamos a disfrutar de los gajes del poder; si
cada uno de nosotros se iba a montar en una “cola de pato”, si cada uno de
nosotros iba a vivir como un rey, si cada uno de nosotros iba a tener un
palacete, y en lo adelante para nosotros la vida sería un paseo, puesto que
para eso habíamos sido revolucionarios y habíamos derrocado la tiranía; si lo
que estábamos pensando era quitar a unos ministros para poner otros, si lo que
estábamos pensando simplemente era quitar unos hombres para poner otros
hombres; o si en cada uno de nosotros había verdadero desinterés, si en cada
uno de nosotros había verdadero espíritu de sacrificio, si en cada uno de
nosotros había el propósito de darlo todo a cambio de nada, y si de antemano
estábamos dispuestos a renunciar a todo lo que no fuese seguir cumpliendo
sacrificadamente con el deber de sinceros revolucionarios (APLAUSOS
PROLONGADOS). Esa pregunta hay que
hacérsela, porque de nuestro examen de conciencia puede depender mucho el
destino futuro de Cuba, de nosotros y del pueblo.
(…)
Pero hay algo más: la Revolución no
me interesa a mí como persona, ni a otro comandante como persona, ni al otro
capitán, ni a la otra columna, ni a la otra compañía; la Revolución al que le
interesa es al pueblo (APLAUSOS).
Quien gana o pierde con ella es el pueblo.
Si el pueblo fue quien sufrió los horrores de estos siete años, el
pueblo es quien tiene que preguntarse si dentro de 10 o dentro de 15, o de 20
años, él, y sus hijos, y sus nietos, van a seguir sufriendo los horrores que ha
estado sufriendo desde su inicio la República de Cuba, coronada con dictaduras
como las de Machado y las de Batista (APLAUSOS PROLONGADOS).
Al pueblo le interesa mucho si nosotros vamos a hacer bien hecha esta
Revolución o si nosotros vamos a incurrir en los mismos errores en que incurrió
la revolución anterior, o la anterior, o la anterior, y en consecuencia vamos a
sufrir las consecuencias de nuestros errores, porque no hay error sin
consecuencias para el pueblo; no hay error político que no se pague, más tarde
o más temprano.
Circunstancias hay que no son las mismas.
Por ejemplo, estimo que en esta ocasión existe más oportunidad que nunca
de que en realidad la Revolución cumpla su destino cabalmente. Es quizás por eso que sea tan grande el
júbilo del pueblo, olvidándose un poco de lo mucho que hay que bregar todavía.
Una de las ansias mayores de la nación, consecuencia de los horrores
padecidos, por la represión y por la guerra, era el ansia de paz, de paz con
libertad, de paz con justicia, y de paz con derechos. Nadie quería la paz a otro precio, porque
Batista hablaba de paz, hablaba de orden, y esa paz no la quería nadie, porque
hubiese sido la paz a costa del sometimiento.
(…)
Hoy yo quiero advertir al pueblo, y yo quiero advertir a las madres
cubanas, que yo haré siempre cuanto esté a nuestro alcance por resolver todos
los problemas sin derramar una gota de sangre (APLAUSOS). Yo quiero decirles a las madres cubanas que
jamás, por culpa nuestra, aquí volverá a dispararse un solo tiro; y yo quiero
pedirle al pueblo, como le quiero pedir a la prensa, como le quiero pedir a
todos los hombres sanos y responsables del país, que nos ayuden a resolver
estos problemas con el apoyo de la opinión pública, no con transacciones,
porque cuando la gente se arma y amenaza para que le den algo, eso es una
inmoralidad, y eso no lo aceptaré jamás (APLAUSOS). Porque después que determinados elementos se
han puesto a almacenar armas, digo aquí que no aceptaré la menor concesión,
porque eso sería rebajar la moral de la Revolución (APLAUSOS). Y que lo que hay que hacer es que el que no
pertenezca a las fuerzas regulares de la República —a donde tiene derecho a
pertenecer todo combatiente revolucionario—, que devuelva las armas a los
cuarteles, porque aquí las armas sobran cuando ya no hay tiranía y está
demostrado que las armas solo valen cuando se tiene la razón, y se tiene al
pueblo, y de lo contrario, no sirven más que para asesinar y para cometer
fechorías (APLAUSOS).
Quiero decirle además al pueblo que puede tener la seguridad de que las
leyes del país serán respetadas y que aquí no habrá gangsterismo, ni
pandillerismo, ni bandolerismo; sencillamente, porque no habrá tolerancia. Las armas de la República están hoy en manos
de los revolucionarios. Esas armas,
tengo la esperanza de que no habrá que usarlas jamás, pero el día que el pueblo
lo ordene para garantizar su paz, su tranquilidad y sus derechos, cuando el
pueblo lo pida, cuando el pueblo lo quiera, cuando ya sea una necesidad,
entonces esas armas cumplirán con lo que tienen que cumplir, y cumplirán con su
deber, sencillamente (APLAUSOS).
Nadie piense que vamos a caer en provocaciones, porque estamos demasiado
serenos para caer en provocaciones, porque tenemos unas responsabilidades muy
grandes para precipitarnos nunca en tomar medidas, ni en hacer alardes ni cosa
que se parezca, y porque estoy muy consciente de que aquí hay que agotar
siempre —y agotaré siempre— todos los medios persuasivos, y todos los medios
razonables, y todos los medios humanos para evitar que se derrame una sola gota
de sangre más en Cuba. Así que en
provocaciones, nadie tema que caiga; porque cuando la paciencia se nos haya
acabado a todos nosotros, buscaremos más paciencia, y cuando la paciencia se
nos vuelva a acabar, volveremos a buscar más paciencia; esa será nuestra norma
(APLAUSOS). Y esa tiene que ser la
consigna de los hombres que tienen las armas en la mano y de los que tienen el
poder en la mano: no cansarse nunca de
soportar, no cansarse nunca de resignarse a todas las amarguras y a todas las
provocaciones, excepto cuando ya se vayan a poner en peligro los intereses más
sagrados del pueblo. Pero eso cuando de
verdad se demuestre, eso cuando ya sea una demanda de la nación entera, de la
prensa, de las instituciones cívicas, de los trabajadores, y de todo el pueblo;
cuando lo pidan, y solo cuando lo pidan.
Y lo que haré siempre, en cada una de esas circunstancias, es venir y
decirle al pueblo: “Miren, ha pasado
esto.”
(…)
Lo que yo he dicho en otra parte:
nadie vaya a creer que las cosas se van a resolver de la noche a la
mañana. La guerra no se ganó en un día,
ni en dos, ni en tres, y hubo que luchar duro; la Revolución tampoco se ganará
en un día, ni se hará todo lo que se va a hacer en un día. Además, le he dicho al pueblo en otros actos
que no se vayan a creer que esos ministros son unos sabios —empiezo por
decirles que ninguno ha sido ministro antes, o casi ninguno. Así que nadie sabe ser ministro, eso es una cosa
nueva para ellos; lo que están es llenos de buenas intenciones. Y yo digo en esto, igual que digo de los
comandantes rebeldes: miren, el
comandante Camilo Cienfuegos no sabía de guerra, ni de manejar un arma,
absolutamente nada. El Che no sabía nada;
cuando conocí al Che en México se dedicaba a disecar conejos y hacer
investigaciones médicas. Raúl tampoco
sabía nada; Efigenio Ameijeiras tampoco sabía nada; y al principio no sabían
nada de guerra, y al final se les podía decir, como les dije: “Comandante, avance sobre Columbia, y
tómela”; “Comandante, avance sobre La Cabaña, y tómela”; “Avance sobre Santiago, y tómelo”, y yo sabía que lo
tomaban... (APLAUSOS PROLONGADOS). ¿Por
qué? Porque habían aprendido.
Pues, sobre todo, eso: la moral, la
honradez de esos compañeros. No serán
sabios, porque aquí nadie es sabio, pero sí les aseguro que hay honrados de sobra, que es lo que se
está pidiendo. ¿No es lo que ha estado pidiendo el pueblo
siempre, un gobierno honrado?
(EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Entonces, vamos a darles un voto de
confianza, vamos a dárselo, vamos a esperar
(…)
Así que eso es todo por hoy. Realmente,
nada más me falta algo... Si supieran,
que cuando me reúno con el pueblo se me quita el sueño, el hambre; todo se me
quita. ¿A ustedes también se les quita
el sueño, verdad? (EXCLAMACIONES
DE: “¡Sí!)
Lo importante, o lo que me hace falta por decirles, es que yo creo que los
actos del pueblo de La Habana hoy, las concentraciones multitudinarias de hoy,
esa muchedumbre de kilómetros de largo —porque esto ha sido asombroso, ustedes
lo vieron; saldrá en las películas, en las fotografías—, yo creo que,
sinceramente, ha sido una exageración del pueblo, porque es mucho más de lo que
nosotros merecemos (EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”).
Sé, además, que nunca más en nuestras vidas volveremos a presenciar una
muchedumbre semejante, excepto en otra ocasión —en que estoy seguro de que se
van a volver a reunir las muchedumbres—, y es el día en que muramos, porque
nosotros, cuando nos tengan que llevar a la tumba, ese día, se volverá a reunir
tanta gente como hoy, porque nosotros ¡jamás defraudaremos a nuestro pueblo!
(OVACION.)
Yo tenía 18 años y todos los sueños y utopías: cambiar el mundo, hacer algo para que sea más justo. Y el 1º de enero de 1959 me desperté con la noticia de que Fidel y los suyos habían triunfado. La Revolución era posible en Latinoamérica. El imperio no era invencible. Mis sueños se encarnaban en esos muchachos que andaban por los 20 años, o apenas había pasado los 30, como Fidel. A lo largo de mi vida siempre estuvo presente la figura del Comandante en Jefe: lúcido, digno, coherente. ¿Qué pudo haber tenido errores? ¿Quién no los tuvo? Pero por mas de 50 años demostró que la dignidad no se negocia. Y que esa dignidad siempre fue acompañada de coherencia con las banderas que se levantaron, con políticas que tuvieron y tienen un solo destinatario: el Pueblo, que es algo mas que "la gente". Cuando leo que la Unicef dice que Cuba es el único país donde los chicos no pasan hambre, es territorio libre de desnutrición infantil; donde TODXS tienen derecho a una educación fenomenal y una salud pública que es envidia del mundo, pese a un bloqueo despiadado y a las agresiones de todo tipo provenientes del imperio mas poderoso y agresivo que haya conocido la Humanidad, siento que no me equivoqué al estar siempre del lado del Comandante y de la Revolución. Desde este rincón del planeta, donde los traidores y los cipayos se permiten escupir al cielo diciendo imbecilidades que no hacen mas que enaltecer la figura de Fidel. Que ya entró victorioso en la Historia.
ResponderEliminarPedro J. Kesselman