En el
debate sobre las elecciones europeas que acogió Televisión Española el
miércoles 22 de mayo, Maria Eugenia
Rodriguez Palop sintetizó el sentido general del programa de la izquierda
política organizada en Unidas Podemos en torno a un
concepto, el de europeísmo crítico. Es esta una noción ideológicamente
productiva, porque permite de un golpe comprender las líneas generales que
enmarcan tanto las propuestas concretas para esta legislatura del Parlamento
Europeo que plantea esta formación, como el horizonte de sentido en el que se
sitúa ésta.
También Rodriguez Palop explicó de forma didáctica el necesario carácter
multiescalar de cualquier iniciativa de transformación social que se quiera
impulsar en aquellos países que como el nuestro se encuentran situados en la
región europea. El Estado Nación sufre tensiones internas, crisis territoriales
respecto de la estructura y ordenación de los poderes en el interior del mismo,
pero a su vez contempla la imposibilidad de actuar muchos de sus objetivos si
no es en el marco supranacional europeo, en el que por otra parte se ha operado
una cesión de soberanía en aspectos importantes de los poderes estatales,
especialmente en el área de la moneda y las finanzas. Hay situaciones para cuya
solución el Estado es demasiado grande y otras para las que es demasiado
pequeño. Se requiere por tanto una estrategia de acción política multinivel, de
ahí la importancia de una combinatoria entre el programa de acción en el plano
nacional y el que se diseña para el plano europeo.
Este enfoque aleja por tanto a Unidas
Podemos de algunos discursos que se inscriben en lo que podría
denominarse un neosoberanismo crítico – para distinguirlo del neosoberanismo
liberal que alimenta de manera transversal a una buena parte de los grupos de
la ultraderecha emergente en Europa – que buscan la recuperación de espacios de
soberanía nacional y que plantean como eje de esta discusión el cuestionamiento
de la moneda única proponiendo la transición del euro a una divisa flotante. El
europeísmo crítico revaloriza ante todo la urgencia de la democratización de
las instituciones europeas, lo que implica no sólo reformas institucionales de
importancia, sino fundamentalmente la incorporación de la lógica de los
derechos a la acción de gobierno hasta ahora fundamentalmente guiada por la
lógica del interés de las grandes instituciones financieras.
El europeísmo crítico plantea por
tanto una gobernanza europea que se caracterice por el respeto a los derechos
humanos – que en el debate defendió con rotundidad Rodriguez Palop a propósito de la crisis humanitaria de los
refugiados – y la inserción de los derechos sociales como límite a las
libertades económicas, dos elementos fundamentales que hoy está bien lejos de
mantenerse en la tónica de las decisiones de la Comisión y del Consejo. Por eso
mismo el otro gran reto que tiene que afrontar la nueva legislatura del
Parlamento europeo reside en la necesidad de confrontarse con una extrema
derecha crecida que defiende de manera vigorosa las libertades económicas en
clave neoliberal, pero que pretende trasladar el centro de gravedad de las
decisiones a los ordenamientos internos en los que ya ha ido construyendo un
esquema de dominio fuertemente autoritario, como emblemáticamente sucede con
Polonia o con Hungría.
Sin embargo, el mejor antídoto
contra estas tendencias lo constituye el desarrollo de la dimensión social de
la Unión Europea. El retorno de Europa a la regulación de las relaciones
laborales y de protección social desde una perspectiva garantista y armonizadora.
Se requiere desde luego el aumento del presupuesto de la UE, la creación de un
sistema de armonización fiscal europeo y la proscripción de los paraísos
fiscales, la delimitación de las bases centrales de un proyecto de transición
energética y digital, pero ante todo es preciso un desarrollo del derecho del
trabajo europeo que desborde los muy limitados objetivos del Pilar Social.
En una entrada anterior este blog
se hacía eco del llamamiento de los sindicatos más representativos españoles
ante las elecciones europeas – que puede consultarse en este enlace Llamamiento sindical por una Europa Social - que concretaban una serie de medidas en línea con ese europeísmo crítico, y
en la que despuntaban propuestas muy claras sobre la regulación europea de
determinados aspectos laborales. En el debate de ayer noche, éstas propuestas
apenas tuvieron lugar, salvo las referidas a salario mínimo europeo, renta
mínima y protección por desempleo. Nadie recordó que acababa de celebrarse el
Congreso de la CES en Viena y que los sindicatos son actores esenciales en esta
dimensión social cuya puesta en práctica supone una exigencia ineludible. Una
omisión muy significativa.
Es cierto que en el debate de TVE había muchísimo ruido, demasiados actores y una cierta rigidez en las
posibilidades de expresarse. De hecho, la insistencia de los republicanos e
independentistas catalanes por poner en primera fila el problema del proceso al
procès marcó el desarrollo de la
mayor parte de las intervenciones tanto de las tres derechas como del PSOE, que
incluso en algunos momentos desactivó el argumento del representante de ERC
contra Ciudadanos respecto de su connivencia con la ultraderecha para incluirse
en un frente común antisoberanista con los otros contendientes. Solo Jordi Sebastià de Compromís per Europa e Izaskun
Bilbao del PNV lograron hacer valer su experiencia como eurodiputados y
pudieron explicar, con Rodriguez Palop,
algunas propuestas de su programa para Europa. El PP ofreció, como era
previsible, una imagen desenfocada y risible de su propio proyecto, que
insistentemente relacionaba con la actualidad nacional en términos ridículos e
hiperbólicos respecto de su partido; Luis
Garicano, en todo momento cubierto por el candidato del PSOE y no sólo en
sus ataques a los independentistas y republicanos, pudo presentar algunas
reformas institucionales plenamente apegado a las propuestas de Macron, y el candidato de Vox entre
algunos exabruptos logró hacerse comprender como férreo partidario de las
políticas neoliberales europeas oponiéndose a cualquier armonización fiscal y
supresión de los paraísos fiscales.
Sin duda el personaje más
antipático resultó ser Borrell, que
exhibió un autoritarismo profundo en la comprensión de una democracia militante
que excluía cualquier opinión contraria a lo que consideraba la “legalidad
vigente”, empeñado en equiparar el totalitarismo fascista con la desobediencia
civil del republicanismo catalán y exhibía un insufrible desprecio hacia el
resto de candidatos que evocaba la actitud altanera y petulante de Cayetana Álvarez de Toledo. Para el
cabeza de lista del PSOE las políticas europeas no pueden cambiarse porque son
todas perfectas o bien son todas ellas inmodificables. La política de inmigración
y el acuerdo con Turquía está garantizando el estado de bienestar para cientos
de miles de refugiados en aquel país e impide la "hemorragia de inmigrantes" por la que se desangra Europa, la arquitectura financiera de la
gobernanza es intocable, el aumento del presupuesto europeo no es factible por
imposibilidad de allegar recursos. Examinó, como profesor exigente, a Rodriguez Palop sobre cómo pensaba
negociar la reestructuración de la deuda, y a Izaskun Bilbao le reprochó no conocer que las decisiones se tenían
que adoptar por unanimidad y que por tanto ninguna propuesta importante podría
salir adelante. Con Dolors Montserrat sin
embargo prefirió mantener una actitud condescendiente y supuestamente irónica.
Las tres mujeres presentes en el debate no gozaron de su consideración,
ciertamente, que parecía estar reservada exclusivamente para su amigo – asi fue
calificado – Luis Garicano. Solo en
el minuto de oro se calmó y enunció una medida estrella de su programa, el plan
empleo – clima que relaciona la creación de empleos con el cambio climático.
Aislando lo que se debatió del
ruido estático que generó la problemática de los dirigentes republicanos e
independentistas procesados, es posible entender que una buena parte de las
formaciones políticas – salvo el Partido Popular y Vox – piensan que el
desarrollo de la dimensión social de la Unión Europea es importante, y la
creación de un salario mínimo, protección por desempleo e incluso una renta
mínima europea fueron propuestas aceptadas por todas las partes aunque con
matices. Fundamentalmente unos quieren mantenerse dentro del marco del Pilar
Social, sin exceder el alcance de este documento, y por tanto sin aceptar
elementos esenciales de regulación colectiva e individual de derechos laborales
sobre los que ha presionado el sindicalismo europeo y que se recogen de firma
aproximada en los programas de Unidas Podemos, de Compromís por Europa y de ERC,
es decir de las formaciones políticas que se integran en el Grupo Izquierda
Unida Europea / Izquierda Nórdica y en Los Verdes / Alianza Libre Europea respectivamente. No en vano se trata de los grupos que han sido situados fuera del consenso establecido entre populares y socialdemócratas con el apoyo puntual de los liberales en la gobernanza económica y política de estos últimos años, especialmente con la crisis.
Es posible por consiguiente que
se avecinen cambios en la producción de normas laborales europeas. Pero el
fortalecimiento de las opciones políticas que pretenden defender la democracia y
los derechos ciudadanos en Europa, articulando inteligentemente sus medidas y
estrategias en el marco de un europeísmo crítico, resulta fundamental para su
consecución. No conviene olvidarlo en las elecciones del 26 de mayo. Acudir a
votar es por tanto imprescindible.
"...Que exhibió un autoritarismo profundo en la comprensión de una democracia militante que excluía cualquier opinión contraria a lo que consideraba la “legalidad vigente”, empeñado en equiparar el totalitarismo fascista con la desobediencia civil del republicanismo catalán..."
ResponderEliminarMamma mia...
Como decía mi abuelo : "Pobres de los pobres..."
Con estos paladines , quiero decir.