Dice
Wikipedia que la economía social o economía social y solidaria es una noción
que se refiere principalmente a las relaciones de producción y distribución que
están organizadas por el principio de solidaridad y no persiguen el lucro, un
sector de la economía que estaría a medio camino entre el sector privado y el
sector público. Por ello se le denomina tercer sector, e “incluye a
cooperativas, empresas de trabajo asociado, sociedades laborales,
organizaciones no lucrativas, asociaciones caritativas, empresas de inserción,
mutuas o mutualidad y micro emprendimientos asociativos”. En muchas acepciones
clásicas, este tipo de organizaciones productivas se caracterizaban por
alinearse en torno a una determinada “ética social” común a las mismas que
cuenta con ilustres precedentes teóricos antiliberales, de Proudhon a Owen.
Sin embargo, esta impronta
antiliberal se ha ido desvaneciendo con la abrumadora hegemonía ideológica y
política neoliberal, para la que el
“tercer sector” se asimila a formas empresariales cuya función en el mercado
debe ser idéntica a la que caracteriza al resto de agentes económicos, sin que
el ideario declarado o la base asociativa de su organización deba imponer un
sesgo diferente a su actuación económica. En España hubo un intento que llevó a
cabo la Ley 5/2011 de 30 de marzo, de articular una norma que regulara el
conjunto de figuras que formaban parte de este sector, pero vino a ser
arrastrado por el torbellino de la crisis financiera y de la deuda que acabó
con el gobierno del PSOE para ser sustituido por la mayoría absoluta del PP.
Éste, coherentemente con su concepción del mundo económico, optaría de manera muy
decidida por la noción de “emprendimiento” como eje ideológico y político de la
figura de la recuperación económica a partir del 2015, desatendiendo las
posibilidades que podría ofrecer la economía social en ese proceso.
Frente a ello, resulta sin
embargo evidente que en la perspectiva de la recuperación económica tras la
pandemia, la llamada economía social se ha presentado con fuerza como un agente
relevante de la recuperación económica que además pretende ocupar un papel de
importancia en los Planes de Recuperación y Resiliencia para la salida de la
crisis, de manera que se adopte un Plan de Acción Europeo para la Economía
Social. El Gobierno español se ha implicado en este proceso a través del
Ministerio de Trabajo y Economía Social a través de la Dirección general del
Trabajo Autónomo, de la Economía Social y de la Responsabilidad Social de las
Empresas cuya titular es Maravillas Espín, profesora de Derecho del
Trabajo en la UAM. Está impulsando una serie de acciones tanto en el plano
interno, entre las que destaca la declaración de Teruel como capital de la
economía social y solidaria para el año 2021, como primera ciudad de las que
constituirán la futura red de capitales comprometidas con la Economía social y
una cierta recuperación del contenido de la citada Ley 5/2011, especialmente en
lo referido a la “tarea de interés general” consistente en el apoyo y difusión
de la economía social y en la creación de un órgano de participación
institucional consistente en el Consejo para el Fomento de la Economía Social,
reactivado a partir de esa declaración.
En esa línea, se están llevando a
cabo también acciones internacionales bilaterales y multilaterales en la línea
de promoción de los que se entienden principios básicos de la Economía Social: “la
primacía de las personas y del fin social sobre el capital; la gestión
autónoma, transparente, democrática y participativa o la promoción de la
solidaridad interna y con la sociedad que favorezca el compromiso con el
desarrollo local”. Este ha sido el objetivo de la I Cumbre Ibérica de Economía
Social entre Portugal y España, que además de escenificar la magnífica relación
existente entre los dos departamentos ministeriales de Trabajo en Portugal y
España en la persona de sus titulares, Ana Mendes Godinho y Yolanda
Díaz, ha culminado en la firma de un “Memorándum de entendimiento” entre
ambos países en materia de economía social, lo que para Portugal
fundamentalmente se concentra en una amplia experiencia cooperativista, que
tiene un fuerte apoyo político en el art. 61 de la Constitución Portuguesa de
1976, que positiviza a su través los principios del cooperativismo, establece
la libertad de federación y confederación de las cooperativas, la participación
pública y el derecho a la autogestión. El sector cooperativo de Portugal en la
actualidad sigue estando dominado por las cooperativas agrícolas, las cuales
constituyen alrededor de un tercio del total. Otros sectores importantes
incluyen la banca, el comercio mayorista, el comercio minorista y la educación.
En España, también en el sector agroalimentario se asienta el fenómeno
cooperativo, así como en otros sectores, pero sin duda la especialidad española
más relevante la constituye el importante arraigo de la economía social en el País
Vasco, en torno al fenómeno tan estudiado de Mondragón, y donde el
cooperativismo se ha instalado también en el sector industrial.
El Memorándum hispano-portugués
se compromete a potenciar el rol de los Consejos Nacionales de Economía Social
como órganos activos de consulta, que se encargarán de impulsar un programa que
posibilite el intercambio de experiencias sobre legislación y sobre las medidas
en el marco de los Planes de Recuperación y Resiliencia y del Plan de Acción
Europeo para la Economía Social, lo que en nuestro país lo llevará a efecto el
Consejo de Fomento de la Economía Social. La coordinación bilateral se extiende
a la información relativa a la formulación de cuentas estadísticas y a la
metodología empleada en los informes, lo que, en última instancia, facilitará
la confección de estudios comparativos y a la la definición de posiciones
comunes en el proceso de elaboración del Plan de Acción Europeo para la
Economía Social, con una apertura final a la actuación conjunta de ambos
países en el desarrollo de propuestas para
impulsar la presencia de la economía social en el marco de las Cumbres
Iberoamericanas.
En España, las empresas de
economía social se encuentran representadas por CEPES, Confederación
Empresarial Española de la Economía Social, separada por tanto de las organizaciones
empresariales que representan al mundo empresarial, y esa subjetividad
colectiva propia se reconoce mediante su participación en el Grupo Tercero del
Consejo Económico y Social español, en el que tienen 4 representantes. Suele
establecerse una correlación inversa entre el crecimiento del cooperativismo y el
crecimiento económico, de manera que cuando se produce una crisis, aumenta la
creación de cooperativas, mientras que disminuyen éstas en cuanto se verifica
una recuperación de la economía. Los datos que ofrece CEPES en cuanto al número
de trabajadores ocupados no se corresponde con ese pronóstico, puesto que según
éstos, la destrucción de empleo de la crisis 2010-2014 afecta también a este
sector, que pasa de casi 300.000 trabajadores en el 2010 a 280.000 en el 2014,
y la recuperación económica acompaña su crecimiento hasta los 322.000 del año
2018, aunque en 2019,que son los últimos datos recogidos, el número de personas
trabajadoras disminuye a 314.000, y el número de sociedades cooperativas no ha
cesado de disminuir desde el 2009. Por regiones, es Andalucía la que tiene un
mayor número de cooperativas, que emplean a casi 61.000 personas, pero a
continuación por el número de trabajadores - 60.4000 – viene el País Vasco, aunque
es inferior el número de empresas cooperativas en dicha comunidad autónoma.
Como puede evidenciarse de estos
datos, es todavía muy residual la presencia de la llamada economía social en
nuestro modelo económico, claramente orientado a la llamada economía libre de
mercado. Sin embargo, en la propuesta política del Ministerio de Trabajo y
Economía Social puede suponer, como señaló Maravillas Espín en la
presentación del Memorándum en la Cumbre Hispano-Lusa, “una oportunidad inédita
para transformar nuestro modelo económico y productivo, orientándolo hacia un
sistema más humano, sostenible e inclusivo, al tiempo que posibilita la ansiada
recuperación económica”. La potenciación de este tipo de agentes económicos que
privilegian el aspecto social en su actividad económica durante el período de
la recuperación económica post-covid es sin duda una buena iniciativa. El problema
se traslada ahora a la realización efectiva de ese ideal social que debería
caracterizar a este denominado “tercer sector” en las relaciones económicas desplegadas
en el mercado o, por el contrario y como en demasiadas ocasiones se puede
comprobar, la anulación del mismo y la plena equiparación en objetivos y
métodos con las empresas mercantiles clásicas en la apropiación del beneficio y
la privación de derechos a los miembros que componen la sociedad.
Dentro de la Economía Social me parece muy importante fomentar el cooperativismo.
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