Todos
hablan de ello. Los medios de comunicación nos advierten que estamos en el
“tiempo de descuento” para que antes de final del año se ponga fin al proceso
de negociación que se ha ido desarrollando entre el sindicalismo confederal,
las asociaciones empresariales y el gobierno. Un proceso que comenzó en marzo
de este año y que ha tenido varios sobresaltos y turbulencias, especialmente a
partir del intento de resituar, a mitad del proceso de negociación, el
epicentro de la interlocución en la Vicepresidencia primera, desplazando el eje
de la negociación hacia economía desde el área de trabajo. Un momento crítico
que obligó a poner en marcha los mecanismos de puesta en común del acuerdo de
gobierno de coalición y que se saldó con la incorporación a la mesa de
negociación de representantes de los ministerios de inclusión y seguridad
social y de economía y hacienda, pero sin que se alterase el ritmo de la
negociación ni, de manera muy importante, los contenidos debatidos hasta el
momento.
Lo que podríamos llamar “tiempo
de espera” es también una realidad entre los agentes sociales que se dedican al
análisis y a la aplicación del derecho, los llamados operadores jurídicos y los
glosadores de las normas, que saben que les espera un texto legal que
previsiblemente abordará una larga serie de cuestiones que modificarán normas
anteriores y plantearán nuevas hipótesis interpretativas sobre las que, de
nuevo, gravitará la orientación personal y profesional marcada por la posición
de cada crítico o usuario de estas reglas, esperando que la primera
aproximación que se pueda efectuar a este nuevo marco regulativo encarrile y
guíe las respuestas de la jurisprudencia, en una suerte de reescritura del
texto legal que lo complemente, desarrollándolo o restringiendo su alcance.
Es muy llamativo, y se debe
resaltar, que una página especialmente dedicada al análisis y comentario de
temas relacionados con la regulación del trabajo en nuestro país, como es
NET21, sostenida por más de cuarenta profesores y profesoras universitarios, haya
publicado en los últimos días, más o menos cada semana, entre el 23 de
noviembre y el 2 de diciembre, una serie de intervenciones sobre los temas que
se suponen que van a constituir el núcleo de la reforma en ciernes,
intervenciones que en vez de ser firmadas por algún autor en concreto, como
venía siendo la costumbre de las entradas que se hacían públicas, se han
efectuado en esta ocasión bajo el amparo de la firma colectiva del Directorio
de la página web Nuevo Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI (NET21),
es decir, Jaime Cabeza, Francisca Ferrando, Amparo Merino, Rafael Gómez
Gordillo y Francisco Trillo. Con esta firma colectiva, seguramente los
autores han querido marcar la postura común ante las coordenadas por las que a
su juicio deberían ser encarriladas las reformas por abordar, planteando a su
vez la problemática actual en la que estos puntos o temas se hallan inmersos.
NET21.org ha delimitado así, de
momento, tres grandes temas: en primer lugar, el relativo a la pérdida de
vigencia del contenido ultra activo del convenio colectivo, es decir, la
reconocida propuesta de acabar con la reforma laboral del 2012 en lo relativo a
la limitación a un año de la prórroga de la vigencia del convenio colectivo una
vez extinguido este, previa denuncia del mismo, una regla que debe ser
sustituida por su contraria. (La ultra actividad del convenio colectivo) El segundo punto es el que se refiere a la
suspensión del contrato en situaciones de dificultades de la empresa, derivadas
de causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, o de fuerza
mayor a través de los ERTEs, que si bien había sufrido una regulación
insuficiente, la crisis derivada del COVID la ha situado en el plano de unas
medidas que han resultado imprescindibles para el mantenimiento del empleo y de
evitación de despidos colectivos. Esta figura requiere por tanto su adaptación
al derecho de la reorganización productiva, insertada en un esquema de reacción
frente a las crisis de empresa que sin embargo está orientado en dirección
opuesta hacia el ajuste de empleo logrado mediante la extinción de los
contratos de trabajo. Por ello la entrada firmada por el Directorio de NET21
califica este tema como “una apuesta de largo alcance” (ERTEs y reforma laboral). La última cuestión
planteada en el contexto de esta reforma en ciernes es la de la reforma del
mecanismo de subcontratación tanto en lo relativo a la nefasta conexión entre
la contrata y la forma temporal de obra o servicio determinado, como en lo
referente a la desestructuración que en determinados sectores ha producido la
acción conjunta de las empresas multiservicios y la norma que preserva la
prioridad aplicativa del convenio de empresa, aspectos que han de modificarse
con la intención de dar un significativo paso adelante en la reducción de las
situaciones de precariedad en el ámbito de las contratas. Y ello junto con
otros aspectos de indudable interés que se enuncian en este texto como un
catálogo de cuestiones pendientes (Subcontratación y precariedad).
Es indudable que el abanico de
temas sobre el que el directorio de NET21.org llama la atención son puntos
importantes a los que la reforma laboral en ciernes debe da respuesta. De
alguna manera, la hoja de ruta que supone la muy comentada Componente 23 del
Plan de Recuperación y Resiliencia, los incluye en un contexto en el que el
cambio del marco regulador de los contratos temporales es el elemento central y
decisivo. Pero también es cierto que la expectación que se ha creado en torno a
este proceso de negociación, con la dificultad evidente de encontrar un punto
que satisfaga los intereses de sindicatos y asociaciones empresariales, en el
marco de los compromisos políticos asumidos en el programa del gobierno de
coalición, va a hacer que su desenlace resulte en cualquier caso extremadamente
polémico.
En efecto, bien desde el punto de
vista del resultado del diálogo social, sea con acuerdo tripartito o bipartito,
bien desde el más complejo del contenido del texto que haya culminado este
proceso de negociación, la crítica desde múltiples puntos de vista, está
asegurada. En el plano político, porque la oposición de derecha y ultraderecha
está plenamente interesada en que este proceso de reformas fracase, tanto porque
supone un cambio legislativo que desmonta algunos elementos de la reforma del
2012, que el Partido Popular sigue presentando como el gran logro que ha
permitido la recuperación económica, como porque en el programa electoral de
Vox la desregulación laboral y la previsión de medidas alienadas en la órbita
neoliberal chocan con la tendencia reformista en juego. Por otra parte, la
existencia de un acuerdo social asegura legitimidad política al cambio normativo
que viene de esta manera “cubierto” por el aval sindical y, en su caso,
empresarial, tanto frente a la Unión Europea como también en clave interna
frente al catastrofismo económico de las derechas españolas. También, aunque
con menor incidencia, es posible quela conclusión de esta fase importante de la
reforma laboral plantee problemas en el interior de las fuerzas políticas que
forman el gobierno de coalición, en razón de quien piense que se debería haber
encontrado un punto más equilibrado en el resultado, y quien por el contrario
entienda que no se ha avanzado lo que sería deseable.
Un juego de equilibrios en el que
sin duda los medios de comunicación insistirán, y no necesariamente defendiendo
las posiciones que se supondrían acordes con su orientación ideológica, de forma
que los medios más conservadores posiblemente hagan suya la tesis de la
insuficiencia de la reforma o la defraudación de expectativas. Porque en
efecto, las expectativas de transformación del marco normativo laboral que ha
suscitado este largo proceso de negociación pueden también ayudar a que se pierda
de vista el carácter procesual de la evolución de los cambios normativos que
comienzan realmente en febrero del 2020, con la derogación del despido por
absentismo, y ha seguido a lo largo de toda la legislación de excepción, con hitos
fundamentales como la laboralización de los trabajadores de plataformas de entrega
de mercancías, la regulación del trabajo a distancia, la transparencia
retributiva y los planes de igualdad, y otras actuaciones no menos importantes
como la ratificación de instrumentos internacionales muy significativos, la
nueva configuración de la política de empleo y el plan de acción de la
Inspección de Trabajo, entre otras cuestiones.
Un camino largo y sinuoso – the
long and winding road – que va paulatinamente redireccionando el sentido
del cambio legislativo en materia laboral en una trayectoria bien diferente de
la que han guiado las últimas reformas laborales de nuestro país. Aguardemos sus
resultados antes de que acabe el año. Estaremos atentos.
Paco Rodríguez de Lecea
ResponderEliminarSigo la prudente opinión del maestro López Bulla en el sentido de que lo importante es dejar el trabajo bien acabado y con solidez y resiliencia suficientes para muchos años. Lo de menos será si tenemos un NET21 o un NET22. También es seguro que el resultado final será considerado por algunos puristas una bajada de pantalones, mientras que para la reacción será comunismo puro y duro. Pero eso es así y está cantado desde antes del inicio de las fatigosas negociaciones. Gracias, Pedro Flinstone.
Livina Fernández Nieto
ResponderEliminar¡Me interesa to-do! Pero especialmente la lucha contra la precarización en todas sus vertientes, no solo salarial, aunque todas las materias están relacionadas. ¡Gracias, maestro!