Estar fuera
de casa tiene sus secuelas. Una de ellas, quizá la menos importante, es el efecto
de extrañamiento que produce ante la diferente manera de producir la
información allí, a la que pese a la lejanía se está continuamente
ligado por las redes sociales y la recepción de noticias. Un distanciamiento
que provoca una fuerte sensación de rechazo ante la inmersión de la opinión
pública en un mundo ilusorio, alejado de la comprensión de los hechos más
cercanos e influyentes sobre la vida real de las personas. Esa es la impresión sobre
el panorama informativo de España,
Pasan los primeros días de mayo y
parece que llega el buen tiempo. También da la sensación de entrar en un cierto
período valle en las noticias, esos momentos previos a que se desencadene la
tormenta de declaraciones, gestos y trasiego de personas con ocasión de la
nueva convocatoria electoral prevista. En España hay elecciones cada tres
meses, y se hacen encuestas de opinión políticas a diario. El propósito de esta
agitación es siempre el mismo, erosionar la legitimidad democrática de las
mayorías sociales que sostienen al gobierno desde noviembre del 2019, y
proclamar urbi et orbi que los españoles ya han elegido un gobierno de
la derecha y la ultraderecha como reacción a las reformas y acciones de este
gobierno de coalición progresista. Asi que todos los días prensa y televisión
nos informan que the times they are changing y que pieza a pieza y región
por región las mayorías se asientan sobre el crecimiento imparable de Vox al
rebufo del PP.
La memoria de las cosas que pasan
dura muy poco, y parece que fuera ayer cuando el Partido Popular despidió con
cajas destempladas al único dirigente que había sido elegido por votación
popular en unas primarias por sugerir que el enriquecimiento de un hermano de
la Presidenta de la CAM durante la primera fase de la pandemia era un hecho
repudiable, porque tras ese desgarro interno el Partido se ha recompuesto en
torno al nuevo líder ungido por aclamación que goza de la aceptación por el
momento de quien mejor demuestra seguir la escuela del ex presidente USA que
fue derrotado en su reelección al acabar el año de la pandemia 2020. Ese
desgarro crítico duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the
rocks, y nadie lo recuerda ni es recordada su víctima. Ahora sencillamente
los telediarios y las tertulias se visten de flamenco y entre trajes de
faralaes recuerdan la gracia de la candidata que se define como la más andaluza
de todas las listas electorales por partida doble, pues hasta ha elegido su
lugar de residencia andaluz sin ataduras con su inmediato pasado en su
localización madrileña. A fin de cuentas, España toda es la residencia única de
los españolistas de bien. Solo sabemos a cambio que la unidad de la candidatura
Por Andalucía ha sido un poco chuchurría, aunque nada de extrañar porque
desde todos los medios de comunicación se viene a resaltar que llevarse mal es
algo que se reproduce en el ADN de los colectivos que quieren empeñarse en
lograr la transformación social del país y de todas las personas que lo
pueblan. Un mundo más equitativo donde los derechos básicos de los desiguales
compensen a través de la acción política de lo público y de lo colectivo su
condición de subalternidad.
Fuera de esos zumbidos,
frecuentemente acompañados de trending topics que abordan otros temas, pero siempre en la
misma clave - Pegasus y la
seguridad nacional, empañada y empeñada por los gestos de aquietamiento a los
independentistas es uno de los que más se ha resaltado – la vida material
conoce cambios importantes. Ante todo en lo que supone la relación básica que
posibilita la cohesión social, el trabajo, que se regula mejor, fortaleciendo
los derechos individuales y colectivos que se asocian al mismo. Hay más empleo
y se hacen muchos más contratos por tiempo indefinido, una cantidad exorbitante
en relación con la práctica de la temporalidad que ha caracterizado, desde hace
más de cuatro décadas, el intercambio salarial en España y que demuestra que
era posible una intervención normativa que modificara ese culto a la
temporalidad como práctica económica empresarial sostenida por un pensamiento
neoliberal que ha sido compartido en los tiempos del bipartidismo político.
Se ha aumentado el salario
mínimo, se han ratificado tratados internacionales que incrementan los derechos
correspondientes a un trabajo decente en algunos sectores, en especial en el de
los cuidados en el hogar familiar, se atiende a las situaciones de
vulnerabilidad, finalmente parece que se ha intervenido en el precio de la
energía, se garantizan a los
pensionistas la revalorización de sus prestaciones económicas. CCOO y UGT están
comenzando, tranquilamente pero de forma decidida, una fuerte ofensiva por la
recuperación salarial que el incremento del coste de la vida ha dañado. Ya han
comenzado, pero se avecinan importantes conflictos por el aumento salarial y la
cláusula de revisión en los convenios colectivos. El campo de la regulación
jurídica tras las reformas legales vuelve a ser un espacio decidido de disputa
ideológica en el que el control del momento interpretativo de la norma es
crucial. El último debate sobre la propuesta de que las mujeres afectadas por
menstruaciones dolorosas o incapacitantes tengan derecho a la baja médica
retribuida desde el primer día al 100 por 100 se desliza como de costumbre
hacia terrenos grotescos, pero plantea de manera explícita el sesgo de género
en la tutela de la salud, la diferencia entre hombres y mujeres en las reglas que
se dan para tutelarla.
Estas son cosas que realmente
interesan. Pero apenas se encuentran recogidas por el paquete de noticias en
las que la opinión pública debe verse interesada. Cuestiones que han hecho que
en tan solo dos años y medio, con una pandemia y una guerra a la que
insensatamente nos hemos acostumbrado, la vida real de una amplia mayoría de
personas ha sido cambiada a mejor, otorgando más derechos y haciendo realidad
una mejor protección social. Naturalmente que quedan todavía muchas otras
situaciones de subordinación y de desigualdad que exigen atención y una
intervención consecuente. Hay decenas de puntos sobre los que merecería la pena
construir un discurso crítico desde los medios de comunicación, como la
situación de la tutela judicial efectiva en el orden social, con señalamientos
en algunas ciudades que se fijan a dos años vista, o las dificultades en la
percepción de alguna de las medidas estrella de la crisis como el ingreso
mínimo vital, o la creciente disminución de las indemnizaciones por despido. Debatir
sobre estos temas es importante y favorece el ejercicio de un derecho ciudadano
a la información que por el contrario está embotado, y no cumple su función
democrática principal.
Lo mismo vale para el discurso
político, en general insistente en denunciar justamente la corrupción y la
deriva racista, machista y antisindical del adversario, caracterizado además
por la falta de respeto y el exabrupto violento. Pero centrarse en replicarlo impide
poner de relieve lo principal. Se echa en falta la insistencia en explicar lo
que se ha ido construyendo y su importancia, de forma que se pueda transmitir
una imagen de esperanza en la continuidad de una política que sirve para
mejorar la vida antes que la crispación ante un peligro real de retroceso histórico
de las conquistas alcanzadas. Son muy escasos los instrumentos de los que se
dispone para insistir en esta dirección, y es extremadamente preocupante el
peso desproporcionado de los grandes medios de comunicación privados en la
conformación de la información que se suministra a la ciudadanía, unido a la
práctica neutralización de los medios públicos estatales, pero ese dominio del
espacio de la comunicación no tiene por qué ser determinante, ni puede ser ocultado
o escondido entre el aluvión de noticias orientadas y sesgadas. Hay que reivindicar
el cambio social como eje de un discurso político de emancipación, en lo que se
ha hecho y lo que todavía hay que ir logrando. Despegándose de la viscosidad de
las informaciones del conglomerado industrial de la comunicación, per tocar
caminant como aprendimos escuchando a Maria del Mar Bonet.
El maltrato a la izquierda es continuo, desde los medios. En compensación, nuestra prensa tiene la tasa de credibilidad más baja de todo el entorno europeo y de más allá. Pero la situación es chunga.
ResponderEliminarLo he leído con mucho interés.
ResponderEliminarTenemos un problema democrático institucional grave:
El gobierno ahora mismo tendría que estar uniendo filas frente a la derechona y los ultras fascistas y no mostrar tantas grietas, que además ni son tantas ni de tanta entidad
Y tendría que haber alguien de las dos formaciones que integran el gobierno con una misión institucional clara: presentar a la ciudadanía con lenguaje claro y directo todo lo que se está haciendo.
La nueva regulación del aborto, la recuperación de la sanidad pública en el centro de la atención a las mujeres que quieren abordar, la IT por causa de menstruaciones dolorosas ( un reclamo de tantas y tantas mujeres!), el triunfo en lograr la excepción ibérica en materia de energía y limite a los precios del gas, los grandes avances en derechos laborales etc etc
Falta contacto directo. Y no es solo por causa de los medios.
El Presidente tiene que salir y explicar.
Las ministras y ministros tienen que estar en los medios más o menos afines.
Es como si el gobierno se hubiera retirado hacia atrás en el escenario nacional.
Y hay que ponerse delante, frente a frente con ls ciudadanía.