En esta serie de lecturas veraniegas que van paulatinamente ocupando
las entradas del blog, también los amigos cooperan a dar a conocer los libros
que frecuentan en vacaciones. En esta ocasión, es Joaquín Aparicio, desde
su refugio estival a los pies de Gredos, quien alimenta la serie con la
aproximación a un texto clásico de historia de España, el volumen de Domínguez
Ortíz sobre el antiguo régimen y la dinastía de los Austrias. Buena lectura
a toda la gentil audiencia que sigue visitando las páginas web de este blog en
esta estación del año tan poco propensa a trajinar en la world wide web.
El
verano, con la laxitud que induce el calor, es buen tiempo para la lectura
calmada de obras que fuimos dejando para mejor ocasión sin el acoso de las
obligaciones laborales o de otro tipo. Buen tiempo para la vuelta a los
“clásicos” y, aunque no se sepa bien qué sea un “clásico”, yo me quedo con lo
que nos dijera Italo Calvino: una obra que siempre te aporta algo nuevo, que no
envejece. Calvino también señalaba que mucha gente no dice que está leyendo a
un clásico, sino que lo está “releyendo”, como si hubiera vergüenza en
reconocer que hay vacíos en las lecturas que una persona culta no debería
tener, pero, el mismo Calvino nos pregunta algo así cómo quién ha leído todo
Platón, Aristóteles, Tucídides, Spinoza, Kant, Hegel, Marx, Dante, Cervantes,
Moliere, Leopardi etc…Pues eso, leamos a los clásicos, aunque sea por primera
vez. Mi clásico para estos días ha sido la obra de D. Antonio Domínguez Ortiz El
Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y Los Austrias, el tercer volumen de
la Historia de España de Alfaguara que publicara Alianza Editorial en los años
70. La que he leído estos días es la reedición de 1980, de la que solo algunas breves
partes había hojeado hace tiempo y apenas recordaba. Bien se sabe que desde
1980 la historiografía de ese periodo tiene que haber avanzado y el mismo
Domínguez Ortiz, fallecido en 2003, en la obra que aquí se comenta alude a la
necesidad de nuevas investigaciones para conocer mejor determinados temas, pero
eso no quita que, viniendo de las manos del gran experto que era sobre ese
periodo, siga siendo una obra enriquecedora para quién se asome a ella y su
lectura un pequeño homenaje al maestro.
Domínguez
Ortiz nos dice que si siempre es problemático situar el momento en que se pasa
de un periodo histórico a otro no lo es en España el paso de la Edad Media a la
Moderna que se produce sin duda con el reinado de los Reyes Católicos. El
franquismo alentó mitos sobre el reinado de Isabel y Fernando que en esta obra
se desmoronan. No hubo unidad de España, puesto que los reinos de Castilla y
Aragón siguieron con sus respectivas instituciones y leyes propias, incluso había
fronteras entre ambos. Tampoco es cierto que los Reyes Católicos se apoyaran en
el pueblo frente a la nobleza. No hubo ruptura con el orden precedente de los
tiempos de Enrique IV de Castilla y Juan II de Aragón, aunque, como otros
monarcas posteriores (Felipe II, Luis XIV o Federico II), impusieron la
superioridad del trono convirtiendo a los nobles en colaboradores. Ambos
esposos participaban en la toma de decisiones en los dos reinos, aunque Isabel estuvo
más interesada en la política interior de Castilla mientras Fernando tenía una
fuerte inclinación hacia la política exterior, especialmente hacia Italia, lo
que llevaba al enfrentamiento con Francia, y aquí la aportación de Castilla era
fundamental. Aún con la dificultad de un cálculo seguro se estima que la
población de Castilla era de unos 5.000.000 de habitantes, mientras que la de
los distintos reinos de la corona de Aragón rondaba los 850.000, demasiado poco
para enfrentarse a una Francia muy poblada, pero con Castilla ya era otra cosa.
Es
un periodo en el que se estabiliza la moneda, se desarrolló un activo comercio
de lana y otras mercaderías entre ciudades castellanas con Flandes y las
hanseáticas. En Burgos y Medina del Campo prosperaron importantes comerciantes
y financieros. La Castilla de finales del siglo XV era de gran vitalidad en la
que trabajaron importantes artistas del norte de Europa. El “descubrimiento” de
América dio lugar al inicio de la expansión atlántica de Castilla mientras
continuaba la aragonesa en el Mediterráneo. Pero no todo fueron aciertos. La
expulsión de los judíos causó importantes daños y el apoyo a la poderosa
organización ganadera de La Mesta debilitó el desarrollo de la agricultura en
regiones como Extremadura y Castilla la Nueva que en las crisis posteriores
habría mitigado penosas situaciones de hambre. Las leyes de indias de Isabel
prohibían la esclavitud de los habitantes del Nuevo Mundo, que en teoría eran
libres, pero la instauración de la encomienda y la mita en la
práctica imponía el trabajo forzoso en condiciones penosas. La mortandad en
aquellos territorios fue espantosa, no tanto por la violencia directa como,
sobre todo, por la falta de inmunidad de los habitantes locales frente a las
enfermedades desconocidas para ellos que trasladaron los nuevos pobladores, esto
fue tan dramático que la población originaria en muchas islas del Caribe
prácticamente desapareció, y esto, para los colonos y la Corona era un problema
porque sin mano de obra no era posible la explotación de las nuevas tierras.
Fue fundamental la conquista de los imperios de las altas tierras en México y
Perú que se produjo en los primeros años del reinado de Carlos I.
Que
las coronas de Castilla y Aragón cayesen sobre las sienes del primero de los Habsburgo tuvo mucho que ver con el azar de
varias muertes, la primera la del hijo de su abuelo Fernando el Católico y la
joven francesa Germana de Foix con la contrajo matrimonio tras enviudar. Antes
se habían producido la su padre Felipe I el Hermoso, la de su tío, el príncipe
Juan (que yace en un espléndido sepulcro en el monasterio de Santo Tomás de
Ávila) y la del hijo póstumo de éste habido con Margarita de Habsburgo, a lo
que hay que sumar la enfermedad mental de su madre, la reina Juana I de
Castilla. A su llegada a España en 1517 Carlos, nacido en Gante, fue visto por
los castellanos como un rey extranjero que no hablaba castellano y estaba
rodeado de flamencos que ocuparon importantes cargos. Luego es cierto que se
“españolizó” pero tanto él como todos los Austrias tenían ante todo presente
los intereses de la familia Habsburgo y los dominios que habían heredado. Eso
hizo que su política girase de forma primordial sobre los conflictos europeos,
en especial el conflicto gangrenoso en los Países Bajos. La Hacienda castellana
tuvo que soportar los enormes gastos militares y las remesas las flotas
provenientes de América acaban en manos de banqueros genoveses o flamencos. La
política económica de los Austrias fue desastrosa para Castilla, que si en el
siglo XVI todavía tenía un importante empuje económico (población de todos los
reinos en 1600 había crecido algo a pesar de varias terribles epidemias, las
muertes en las guerras y quienes pasaron a América, que parece no fueron más de
200.000), acabó exhausta a finales del XVII. Vista esta evolución de los dos
siglos uno puede preguntarse si los comuneros alzados en armas contra Carlos en
1521 no tenían algo o mucho de razón. Pero lo que no cabe duda es que en el
siglo XVI la monarquía de Carlos V (ya emperador gracias a los dineros
otorgados por las Cortes Castellanas y los préstamos de banqueros como los
Fugger que sirvieron para comprar las voluntades de decisivos electores) y de
Felipe II se convirtió en un imperio universal. Es sorprendente la rapidez con
la que se conquistaron enormes territorios en América.
La
sociedad del Antiguo Régimen era estamental en la que los nobles e hidalgos
(una capa pequeña de la población) no pagaban impuestos (tampoco los clérigos)
que recaían sobre el pueblo llano o pecheros. Las acuciantes necesidades
financieras de la monarquía obligaron a sortear con diversos artificios esta
situación para hacer pagar, sobre todo a la Iglesia, pero cuidando mucho las
apariencias. Unas necesidades que nunca se colmaban, tanto
que en tiempos de Felipe II, a pesar de las devaluaciones y enorme aumento de
la presión fiscal no se pudo evitar la quiebra de importantes banqueros en 1575
que se extendió por toda Europa, ni la suspensión de pagos de 1596. “El peso
del Imperio resultaba excesivo. Al morir Felipe II en 1598 los ingresos totales
de la Hacienda se calculaban en 10 millones escasos de ducados y la deuda del
Estado en 68 millones”. Tan alta presión fiscal impidió que su heredero, Felipe
III, la siguiese aumentando, lo que no ocurrió con Felipe IV, pero a cambio
fueron años de una corrupción rampante auspiciada en su provecho y el de sus
allegados por el valido Duque de Lerma cuyo desprestigio fue tal que cuando fue
cesado casi pierde la vida. La expulsión de los moriscos llevada a cabo entre
1609 y 1613 fue otro desastre, en especial en el reino de Valencia.
Aparentemente
era una sociedad de gran rigidez en la que no había movilidad social
ascendente, pero Domínguez Ortiz lo matiza al indicarnos que en la “practica,
el favor, la habilidad y sobre todo, la riqueza, habrían un camino hacia
arriba”, pero era un camino mucho más cegado para los cristianos nuevos, tanto
moriscos como judeoconversos. La limpieza de sangre lo impregnaba todo y sobre ella
gravitaba la vigilancia de la Inquisición, aunque a veces había excepciones
señaladas en las que personas muy principales, como el Conde Duque de Olivares,
no se molestaban mucho en ocultar algunos ancestros judaicos.
Los
gremios, de origen medieval, florecieron en la mayoría de las ciudades
importantes en los siglos XVI y XVII porque dieron un sentimiento de dignidad a
los trabajadores en una época en la que las artes mecánicas eran
desconsideradas y a los municipios les facilitaba una inspección del trabajo y
el control de calidad y precios, pero con las crisis del siglo XVII los
maestros hicieron lo posible para evitar nuevas maestrías a los oficiales y
reservarlas para sus hijos o yernos lo que acabó llevando al desprestigio.
El
XVII es un siglo de crisis en toda Europa que cae en un estancamiento con solas
pequeñas excepciones en Polonia, Inglaterra y Holanda. A los factores
políticos, como la guerra de los treinta años, se sumaron el estallido de
epidemias mortíferas que llevaron a que la población europea en 1700 apenas
varió en relación a la de 1600. Las epidemias estaban precedidas de hambrunas
por lo que la mortandad afectaba más a los pobres. Es un siglo en que produce
el declive de la hegemonía española, pero en el que florecen las artes y las
letras, es el siglo de Velázquez y Murillo, Cervantes, Calderón de la Barca,
Lope de Vega. El intento del Conde Duque de repartir la carga del Imperio entre
todos los reinos aliviando algo a Castilla, la llamada Unión de Armas, fracasó.
El reinado de Carlos II acabó con una Castilla exhausta como ya se ha dicho.
En
la segunda mitad del XVII tuvo lugar un proceso latifundista en América, sobre
todo en México, en el que los patronos prefirieron renunciar al trabajo forzoso
de la mita en las minas y la encomienda por el “libre” de los
peones pagados con dinero o pequeños trozos de tierras, pero “casi siempre
estaban tan desvalidos y tan agobiados por las deudas, que en la práctica no
podían ni querían abandonar la hacienda en la que se encerraba todo su horizonte
vital; pero en un caso extremo lo hacía”. Vemos claro que, como ya dijeran otros grandes
historiadores, la Historia no es un camino ininterrumpido hacia el progreso
social, hay avances y retrocesos.
Juan Carlos Capurro
ResponderEliminarLos muy versátiles de Castilla- La Mancha!