lunes, 7 de mayo de 2007

LECTURA SOBRE DERECHOS SOCIALES



Jóvenes becarios de Parapanda merendando en el Bar Iuslabor


El tema de los derechos sociales es central en la concepción jurídica y política de los sistemas democráticos actuales. Han aparecido recientemente algunos trabajos de interés sobre este tema. Desde los libros de Abramovich y Courtis, cuya versión publicada en la Fundación Sindical de Estudios la comentaba el blog hermano Metiendo Bulla recientemente, hasta el libro de Courtis que introducía el debate la irregresividad de los derechos sociales que se ha comentado en este mismo blog. Se publica ahora el libro del joven constitucionalista de la Universidad de Barcelona, Gerardo Pisarello, que con el título Los derechos sociales y sus garantías. Elementos para una reconstrucción, ha aparecido en la editorial Trotta, Madrid, 2007. Tiene tan solo 140 paginas, tamaño que siempre invita a la lectura. Y ésta no defrauda.

Este pequeño gran libro se dedica al estudio del actual estatuto jurídico y político de los derechos sociales. Los derechos sociales se vienen a identificar con los derechos de los más necesitados y se proyectan en una dimensión forzosamente igualitaria. Sin embargo, el proceso de su positivización no ha conseguido convertirlos en expectativas plenamente exigibles o en instrumentos aptos para satisfacer las necesidades básicas de sus destinatarios, y ello no sólo en una perspectiva “eurocéntrica”, sino también en una dimensión global del problema, en atención a la cual el grado de satisfacción de los derechos sociales en las zonas “desarrolladas” – y su acceso a niveles crecientes de consumo bajo forma de derechos – ha estado ligada a las asimétricas relaciones de poder entre centro y periferia y por tanto sobre un proceso de dominación y empobrecimiento de los pueblos y regiones mas vulnerables y la negación de derechos básicos a generaciones futuras. Y, en los estados sociales tradicionales la versión que se ha ido imponiendo sobre el contenido y la extensión de los derechos sociales no se sitúa claramente en un proceso gradual de reformas para la igualación de los desiguales, sino como intervenciones selectivas que operan con una lógica concesiva esencialmente discrecional y fragmentaria, acompañadas en muchos casos de puras medidas de control de segmentos de población, que nunca adquieren el carácter de ciudadanos.

Desde esta visión crítica y realista del panorama de los derechos sociales tras la restauración neoliberal de los últimos veinticinco años arranca el discurso de Pisarello que pretende discutir ciertos mitos o prejuicios ideológicos que sustentan interpretaciones jurisprudenciales, intervenciones normativas y aportaciones doctrinales orientadas todas ellas a la debilitación de la tutela de los mismos y a una percepción distorsionada de su sentido y alcance. El autor identifica cuatro líneas no necesariamente utilizadas conjuntamente pero que reúnen una cierta coherencia entre las mismas. La primera es la percepción de los derechos sociales como derechos cronológicamente datados, de tercera generación, que están siempre ligados a un determinado desarrollo económico de las sociedades, de forma que este dato funciona como precondición necesaria de su garantía real. La segunda es la perspectiva según la cual los derechos sociales están axiológicamente subordinados a los derechos civiles y políticos y a los valores de libertad, seguridad o diversidad que éstos encarnan. La tercera es la que sostiene que los derechos sociales tienen grabado en su esencia un determinado código genético – derechos prestacionales, caros, de configuración indeterminada y de incidencia colectiva – que dificulta de forma evidente su tutela en los sistemas jurídicos democráticos. La cuarta y última resalta su peculiariedad en el plano dogmático constitucional, de forma que los derechos sociales no serían derechos fundamentales ni derechos plenamente exigibles, sino principios o políticas cuya operatividad se supedita a la libre configuración de cada legislador.

La crítica de Pisarello funciona, y se desenvuelve con convicción y eficacia a lo largo del libro de forma además clara y sugerente. Es patente su orientación garantista – que él mismo sintetiza en la afirmación de que “si bien el Derecho suele expresar el interés de los sujetos más fuertes, también puede operar como un instrumento al servicio de los sujetos más débiles – que orienta un discurso deslegitimador de las variadas formas del poder y de la arbitrariedad, y su perspectiva democrático participativa – o deliberativa – en el que el sistema democrático se concibe procesualmente y de manera abierta, en una dialéctica entre “dentro” y “fuera” de las instituciones en la que la acción de los sujetos sociales puede orientar gradualmente la integración de elementos democráticos y radicales en la conquista y defensa de los derechos sociales.

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