Las políticas de austeridad que obligan a recortar los gastos públicos para equilibrar los déficit fiscales, contribuyen a profundizar la crisis y transfieren sus costes a las clases sociales que no los han generado. El texto que se trae a continuación está extraído de un artículo más largo de Antonio Lettieri que está publicado en el último número de Insight. En él se mantiene que el objetivo estratégico de la austeridad es imponer unas "reformas de estructura" que descabalguen el modelo social de los países del sur de Europa y anulen el poder de los sindicatos en la ordenación de las relaciones laborales. Una tesis atractiva que debería impulsar un debate sin autocensura en el seno de la izquierda europea y preparar una alternativa fuerte en las elecciones europeas del 2014.
AUSTERIDAD Y APATÍA DE LA IZQUIERDA EN EUROPA
Antonio Lettieri
(Extraído de “Lotta di clase e apatía nell’eurozona”, Insight jul-agosto 2013,
Si los efectos catastróficos de la austeridad son
evidentes y han sido denunciados por la mayoría de los economistas, ¿por qué
los líderes europeos se obstinan en una política claramente sin sentido? El
sentido se comprende sin embargo mirando la otra cara de la medalla. Para la
élite política que gobierna la eurozona la austeridad no es el fin último, sino
el instrumento para llevar adelante las autodenominadas reformas estructurales,
dicho en otras palabras, el cambio del modelo social europeo.
La austeridad es sólo una cara de la moneda. Las
reformas estructurales (contracción del gasto social, desregulación del mercado
de trabajo y privatización progresiva de los servicios públicos) son la cara
natural, estratégica, de la moneda. Tras la máscara de la austeridad, la
derecha política y tecnocrática combate su moderna lucha de clases no declarada
y unilateral frente a adversarios que la crisis y la austeridad han debilitado.
En Norteamérica, Buffet, con un típico ataque de sinceridad, refiriéndose al
crecimiento vertiginoso de la desigualdad social, había afirmado: “Hemos ganado
una lucha de clases sin combatirla”. En Europa se prefiere, con una hipocresía
extendida, denunciar la austeridad, pero sin apuntar al blanco central, que es
la desintegración del modelo social europeo, el desmantelamiento del Estado de
Bienestar y la aniquilación del poder contractual de los sindicatos.
El caso italiano es en este sentido ejemplar. Conviene
recordar que en el verano del 2011, el BCE había realizado una síntesis
inequívoca de la política de la zona euro. La carta, inicialmente confidencial,
dirigida al gobierno Berlusconi y
firmada conjuntamente por Jean-Jacques Trichet,
presidente en funciones y por Mario
Draghi presidente in pectore,
fijaba los puntos centrales de la política de reformas estructurales en el tema
de trabajo:
-
La enésima reforma del sistema de pensiones destinada a
elvar la edad de jubilación hasta los 70 años.
-
La liberalización de los despidos mediante la
modificación del Estatuto de los Trabajadores
-
La liquidación de la negociación colectiva de
sector estatal – que en el sistema italiano equivale a la fijación de un
salario mínimo en relación con el sector de pertenencia – poniendo en el centro
la negociación de nivel empresarial, donde el número de trabajadores cubiertos
por un convenio colectivo no supera el 20% de los trabajadores empleados.
El gobierno Monti,
fiel ejecutor de las políticas de austeridad y reformas europeas adoptó las
prescripciones que provenían de Frankfurt y de Bruselas como su auténtico
programa de gobierno igual que los Rajoy,
Samaras y Passos Coelho, que, en nombre y por cuenta de Berlín y Bruselas,
gobiernan España, Grecia y Portugal. El resultado no puede ser peor. Italia entra en la recesión más
larga de la segunda posguerra y el desempleo que era el 6,1 % antes de la crisis, se duplica actualmente con un 12,2
%.
Desaparecido Monti
de la escena política tras la derrota electoral, el gobierno Letta, sostenido por una alianza contra
natura, tiene su futuro, de un lado en las manos de Berlusconi que busca en el gobierno un escudo aunque sea de latón,
frente a las sentencias condenatorias que le persiguen, de otro en el apoyo de
Berlín, Frankfurt y Bruselas, que por el momento no han salvado del desastre a
ninguno de los otros países de la periferia mediterránea.
Muchos cultivan la esperanza que Alemania cambie
su política tras las elecciones de septiembre. Es una esperanza ilusoria. Es
mas que probable que Angela Merkel,
que goza del más alto consenso popular de todos los gobiernos occidentales,
conquiste su tercera presidencia del gobierno. Incluso si tuviera que formar
una Gran Coalición con SPD o con Los Verdes o con ambos, es prácticamente
improbable que Alemania cambie su política. Pese a haberse reducido la
velocidad del crecimiento, Alemania ha obtenido de la crisis de la Zona Euro la
ventaja doble de tasas de interés extremadamente bajas y un cambio del euro
infravalorado respecto a su enorme superávit comercial. Berlín tiene un poder
de veto y de orientación al que ningún partido pensará no digamos renunciar,
sino ni siquiera poner en discusión.
Otra cosa es lo que suceda en las elecciones para
el parlamento europeo en la primavera de 2014. Las revueltas populares, que
hasta ahora han ocupando las calles y las plazas griegas, españolas,
portuguesas, y el creciente euro-escepticismo que atraviesa a los partidos
italianos y a la izquierda francesa podrían manifestarse en las urnas,
sacudiendo la hegemonía de Berlín y la arrogancia tecnocrática de Bruselas.
Pero es muy arriesgado hacer previsiones hoy. La
única razonable es que, sin un cambio radical de la política de austeridad y de
las reformas estructurales, de las que son el complemento estratégico, la zona
euro está destinada a una agonía más o menos ñlarga. Lo paradójico es que los
partidos políticos de la izquierda tradicional viven en un estado de
filo-europeismo metafísico que impide que nazca un debate franco y abierto
sobre el futuro de Europa. Desde este punto de vista, las elecciones europeas
de la próxima primavera se presentan como una buena ocasión para impulsar a las
izquierdas europeas a salir de su apatía.
Nota de la redacción: El texto de la carta de TRichet / D raghi a que se refiere el texto fue publicada en la blogosfera de Parapanda en el blog de Joaquín Aparicio : La carta secreta del Banco Central Europeo
Como se sabe, el gobierno Zapatero también recibió una misiva. Lamentablemente permanece secreta.
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