Los amigos de Insight me piden una descripción, lo más ajustada posible, de la situación española como forma de explicar los efectos que las políticas llevadas a cabo por el gobierno Rajoy han generado en la población española. A continuación sigue el texto de este resumen y recordatorio.
El caso español, o sea la
respuesta del gobierno del PP a la situación crítica de la economía y del
empleo en España, está siendo puesta como ejemplo a seguir por las autoridades
europeas, los empresarios y los grupos financieros españoles y es enunciado como
una vía de promisión por otros dirigentes políticos, como el presidente del
consejo de ministros italiano, Renzi,
a los que se suponía una mayor capacidad de visión política.
Los elementos sobre los que se
basa este juicio de valor tan extremadamente positivo son un arcano para
quienes viven y trabajan en España. Se fundamenta principalmente en la reacción
de salarios y empleo ante las reformas de estructura puestas en marcha con
especial energía desde la llegada al poder con mayoría electoral absoluta, del
Partido Popular, y por la capacidad que ha demostrado el aparato público de
reducir el gasto social.
Sin embargo, no se comprende bien
en qué se cifra el éxito de estas políticas. Desde el punto de vista
macroeconómico, España tiene más déficit público que en 2012, pese a introducir
en la Constitución mediante un pacto bipartisan
que simbolizó el suicidio del Partido Socialista, la regla de oro del equilibrio presupuestario. El crecimiento del
déficit público esta vez no parece ser tenido en cuenta por las autoridades
monetarias y políticas de la Unión, ni por las agencias de rating que hacen funcionar sus previsiones negativas como señal
para el cambio de orientación de las políticas de un país.
En cuanto a los salarios, es
cierto que la política del PP ha dado sus frutos. Es continuadora de una línea
iniciada por el gobierno socialista en el 2010, que forzó el descenso del nivel
salarial de los trabajadores españoles con carácter general. Las reformas del
PP se enorgullecían de ser las que habían emprendido este camino de devaluación
salarial generalizada frente a la “rigidez” anterior, pero se ha conocido que
se habían manipulado las estadísticas para que no se pudiera apreciar ese
descenso ya a partir de las primeras normas de reforma del 2010. Lo que
fundamentalmente se proponía en esta nueva fase era algo más profundo. La
desarticulación del sistema de negociación colectiva mediante la imposición por
ley de la descentralización negocial y el principio de primacía de la
negociación colectiva de empresa sobre cualquier otro nivel sectorial o
interprofesional. A ello se ha unido la puesta en práctica de un mecanismo de
desprotección mediante la inaplicación de los convenios en trance de
negociación pasado un año de su denuncia.
La desarticulación del sistema de
negociación colectiva ha buscado la complicidad de la patronal española, que ha
cooperado eficazmente a la ruptura decidida – y posiblemente irreversible – del
diálogo social. No tan decididamente sin embargo a la parálisis de la
negociación colectiva en cuanto mecanismo de regulación. Los sindicatos además
han neutralizado en los tribunales la supresión tajante de la ultra-actividad
de los convenios, y por consiguiente en este asunto se verifican tendencias
contrapuestas. Absoluta negación de la negociación colectiva en el sector
público, paralización y dificultades en la negociación de sector, mayor número
de convenios de nivel empresarial con un contenido por lo general reducido de
derechos y de bajo nivel salarial. Pero es difícil ofrecer una radiografía
exacta de la situación porque el Ministerio de Empleo ha dificultado el acceso
a unas estadísticas ahora modificadas y de las que fundamentalmente se pueden
conocer solo datos parciales.
El problema más acuciante es el
del empleo. Y ahí la doblez del discurso oficial es muy significativa. Reforma
tras reforma se ha ido liberalizando y abaratando el despido y flexibilizando
la contratación sin causa sobre la base de que eran pasos necesarios para la
creación de empleo. Toda esta área se ha configurado como de urgente necesidad
y ha sido sustraída a la iniciativa legislativa mediante el uso continuo del
decreto-ley que expresa la facultad legisladora del gobierno. Desde el RDL
3/2012 al RDL 3/2014 se han sucedido más de veinte normas que reforman la
reforma anterior siempre en un sentido ablativo de derechos. La contestación
sindical y social de las mismas ha sido muy extensa, y los tribunales han
establecido límites y controles que quieren a su vez ser removidos en sucesivas
disposiciones ya emanadas o por venir. En Bilbao, a comienzos de marzo de este
año, el más alto exponente del Fondo Monetario Internacional insistía en la
conveniencia de introducir el contrato único en un acto sectarizado, presidido
por el monarca, en donde se convocaron a los empresarios y se excluyó a los
sindicatos.
El éxito de esta política en
términos de empleo es realmente el colapso del sistema de ocupación. La
destrucción de empleo no ha cesado de subir hasta el comienzo de este año, en
donde se ha reducido a la vez población activa y desempleo. El saldo de los
flujos de inmigración se han invertido, trabajadores jóvenes de ambos sexos con
una cierta cualificación abandonan España para buscar trabajo en Alemania,
Inglaterra o Sudamérica. La cobertura asistencial de los desempleados se está
reduciendo y cada vez hay más personas en el umbral de la pobreza severa. La
cantinela de las autoridades públicas es conocida. Gracias a la reforma laboral
el paro se ha contenido, de lo contrario se habría desbocado. No se entiende bien
cuáles serían los parámetros de este futurible, pero para cualquier observador
sereno, la cifra de parados españoles es lo suficientemente grave y su
tendencia tan irreversible que es evidente concluir que las políticas de empleo
adoptadas han favorecido más la destrucción de empleo que su contención y que
en ningún caso han fomentado su creación.
A ello se une un amplio fenómeno
de desinversión en servicios públicos, que llega hasta su cierre en algunos
casos, acompañado de un impulso a la privatización a la que se alimenta desde
los fondos públicos. La reducción de los presupuestos en educación y
especialmente en la enseñanza universitaria lleva aparejada la práctica
desaparición de líneas de investigación y el progreso en I+D+i, que resulta
imprescindible para remontar la crisis. La sanidad ve reducidos de manera grave
sus transferencias de recursos y a su vez se fomenta directamente la emergencia
de fórmulas de privatización de las estructuras sanitarias y de gestión de las
mismas. Algunas propuestas muy extremas, como las de la Comunidad de Madrid,
han sido impedidas mediante una formidable movilización social y la decisión
judicial de paralizar tales decisiones políticas. Otras han seguido su curso,
como en Catalunya. Por si fuera poco, la privatización de los servicios
públicos se acompaña de fenómenos generalizados de corrupción, favorecida por
la opacidad de la acción gubernativa y la dificultad de que sea controlada.
En la seguridad social, se lanza
el criterio de la “sostenibilidad” de las pensiones sobre criterios definidos
unilateralmente desde el poder público a partir del equilibrio presupuestario a
la vez que se emanan normas que impiden la recaudación de ingresos para el
sistema de seguridad social, como la llamada “tarifa plana” de cotización
empresarial puesta en práctica por el reciente RDL 3/2014. Las reservas del
sistema se dilapidan para presentar en breve plazo una situación crítica en el
sistema de pensiones.
¿Cuál es por tanto la ventaja
comparativa del ejemplo español para los países en crisis de Europa? Atendiendo
a los datos con los que se cuenta, el elemento más relevante es el progresivo
desmantelamiento de derechos y la degradación de las condiciones de existencia
de las que en otro tiempo se llamaban clases subalternas. El trabajo,
considerado crucial desde un planteamiento político democrático, sigue en el
punto de mira de la acción de gobierno pero para vaciarle de contenido social,
impedir su función cohesiva y devaluar su valor económico en el proceso de
producción de bienes y de servicios. Este proceso deconstituyente que ataca
directamente la figura del Estado Social y dificulta de manera extraordinaria
la acción sindical colectiva quiere imponer un horizonte de servidumbre
antidemocrática a la ciudadanía que trabaja. Por ese esfuerzo se premia al
gobierno de Rajoy, y en razón del
mismo se proyecta hacia los países de Europa en dificultad como un ejemplo a
seguir. Pero es un mal ejemplo.
Ante todo porque está generando
espacios amplísimos de resistencia que conducen a una deslegitimación completa
de la acción de gobierno y del método bipartidista de la gobernanza económica y
social del país. Pero es que además el discurso oficial se contrasta
continuamente con una realidad desoladora, en la que los datos estadísticos no
son capaces de nombrar correctamente la magnitud del desastre que está
sucediendo.
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