sábado, 23 de mayo de 2015

UNA RECAPITULACIÓN SOBRE EL TABLERO DE LA POLÍTICA




La soberanía ya no está en los parlamentos nacionales. La soberanía necesita encontrarse a sí misma y reconocerse en la esquina de una calle. La soberanía necesita volver a sí misma en el ámbito de una mirada. La soberanía expropiada se esconde en los escombros de una política hueca y las privatizaciones entran así en los domicilios de la vecindad. Que la política mire a los ojos de la gente significa poner las cosas del revés.


Luis García Montero, candidato de IU a la presidencia de la Comunidad de Madrid, 7 de mayo de 2015.

Tras el triunfo electoral del Partido Popular en el 2011, la manera de gobernar se ciñe de forma estricta a un principio de unilateralismo político, que implica la exclusión de cualquier otra aportación que no se adhiera a la determinada previamente por la autoridad de gobierno. En este diseño, el bipartidismo no tiene la importancia constitutiva que sin embargo había ido adquiriendo en nuestra práctica política como forma de administrar un consenso mayoritario sobre los grandes “temas de estado” – entre ellos la protección social, o en menor medida, las políticas de empleo, o, inmediatamente antes del triunfo del PP, el equilibrio presupuestario y la reforma de la Constitución – sino que se configura de manera instrumental y subordinado en todo caso a la convergencia con la decisión de gobierno predefinida. Se puede por tanto concluir que la forma de gobernar en España en estos cuatro años se ha caracterizado típicamente como un cesarismo político-financiero.
 
Es una forma de gobernar que ha tenido un evidente deterioro. Ya  se comprobó  con los resultados de las elecciones europeas de mayo del 2014, que revelaron el desgaste y la pérdida de legitimidad de los dos grandes partidos, no sólo el gobernante, y la emergencia de una fuerza nueva que habría de llamar inmediatamente la atención sobre su proyección futura: Podemos. La posterior abdicación del monarca y las vicisitudes que siguieron a  la materialización jurídica de este hecho, decidido en solitario por los dirigentes del partido de gobierno y el de la oposición, excluyendo por tanto al resto de fuerzas políticas a la vez que cualquier participación popular de refrendo al respecto, resulta posiblemente el último gran acuerdo político del bipartidismo en la época del declive de la gobernanza de las políticas llamadas de la austeridad.

El caso es que el año 2015 encadena convocatorias electorales que marcan, cada una con su peculiaridad característica, las perspectivas de futuro que se pueden diseñar en este país. Las primeras, en marzo, han sido las elecciones andaluzas. A ellas les siguen, en mayo, las elecciones municipales y autonómicas. En septiembre están convocadas las elecciones catalanas y, finalmente, para noviembre, el año electoral se cierra con las elecciones generales. Aunque es posible que se modifiquen las fechas a partir de los resultados de las municipales – adelantando las generales, lo que debería tener consecuencias sobre las elecciones catalanas – el calendario es lo suficientemente apretado como para considerarlo muy significativo.

El resultado de las elecciones andaluzas ya se conoce y ha sido muy comentado. Lo que sin embargo debe ser resaltado es  la progresión de las distintas sensibilidades del arco político que incluye desde la izquierda oficial institucional, la izquierda alternativa y la nueva izquierda emergente. Respecto de las elecciones del 2012 en aquella comunidad autónoma, la cantidad de votos que PSOE, IU-CA y Podemos han cosechado suponen un 57,19%, frente al 50,91% que se recogieron como suma de los sufragios de IU y PSOE en aquellas elecciones. Es decir que la posición política de los votantes andaluces se escora hacia la izquierda, y el rechazo más firme a las políticas de austeridad se fortalece, sumando el 21.73 de los votos. Esta profundización electoral de las perspectivas de resistencia a las reformas estructurales y a los recortes sociales es muy significativo de cara a los próximos procesos electorales.

¿Cómo ha afectado este primer resultado a los sujetos políticos que se preparan para su validación electoral y qué relevancia puede tener esto en un cambio real de políticas en el contexto de la crisis europea y muy en particular en relación con la posición del gobierno griego respecto de la deuda y de los compromisos internos sobre el desmantelamiento de los derechos sociales en aquel país?

El Partido Popular se encuentra en camino de su desmoronamiento. El desgaste social y los fenómenos de corrupción le han afectado de manera muy importante. Sigue teniendo resortes institucionales muy fuertes, y el campo de las elecciones municipales le favorece ante su capacidad de presentar candidaturas en la práctica mayoría de los municipios del país. Su objetivo es el de conseguir ser la lista más votada en gran número de éstos como forma de apuntalar en la opinión pública que sigue siendo el partido representativo de la derecha económica y política a nivel del Estado español. Esa posición está amenazada por la emergencia de una nueva fuerza – Ciudadanos – que aspira a ser una fórmula de recambio al desgaste del PP. Pero es muy probable que en las grandes ciudades – Madrid, Valencia, Barcelona, Sevilla – el PP sea expulsado del gobierno de las mismas, ante el impulso de nuevas agrupaciones de electores que disputen el espacio político con un amplio respaldo popular y que en su caso hagan posible gobiernos de coalición con compromisos seguros de democratización de la gestión de la ciudad con participación democrática de la ciudadanía. Ese proceso es también posible en comunidades autónomas estratégicas como Madrid o Pais Valenciano. El hundimiento del PP en Andalucía y su aislamiento en Cataluña, no permiten abrigar buenos resultados para la fuerza política que ha personificado la aplicación estricta de las políticas socialmente devastadoras de la “austeridad” como forma de recomposición de la financiarización de la economía y la sumisión a la misma de la política democrática. Es por tanto una mala noticia para el conglomerado financiero y político que dirige la Unión Europea y que cada vez más fía la pervivencia de sus políticas en consideraciones no democráticas.

Ciudadanos es una alternativa al desplazamiento del PP de las instancias de gobierno. Cuando el presidente del BBVA afirmó, tras las elecciones europeas y el ascenso posterior de Podemos en las encuestas, que “necesitamos un Podemos de derechas”, estaba expresando la conveniencia de propiciar una fórmula de recambio en lo político que permitiera mantener las constantes de la política económica tal como ha sido diseñada por las instituciones financieras internacionales. Mimado por la prensa y las encuestas de opinión, C’s – como se conoce por sus siglas – ofrece ante todo caras nuevas que afirman sintonizar con la cultura de las clases medias urbanas, de manera que aunque su programa económico es claramente neoliberal, éste se presenta sin embargo como el adecuado a las nuevas realidades del siglo,  y en otros ámbitos plantea iniciativas que se separan del conservadurismo post-franquista del PP, laicismo, legalización de las drogas blandas, regularización de la prostitución. Sin apenas organización, ha obtenido en las elecciones andaluzas una presencia parlamentaria muy importante y un porcentaje de votos nada desdeñable (el 9,28% y 9 escaños) para un partido que carecía de implantación en la región y era plenamente desconocido. En todos los medios de comunicación se muestra como la gran fuerza emergente, en detrimento de Podemos, y se le pronostica una arrolladora presencia. La última encuesta del CIS de abril del 2015 sube su score a un 13,8% de los sufragios, lo que le permitiría ser una fuerza de apoyo a cualquiera de los dos partidos hasta ahora dominantes del tablero bipartidista español.

El PSOE es un gran damnificado de la gestión de la crisis. La derrota electoral del 2011 no ha sido recuperada posteriormente, y hasta el 2014 ha ido disminuyendo su influencia en términos de opinión pública. La remoción del viejo equipo dirigente a través de la elección de un joven secretario general y la victoria en Andalucía hace concebir esperanzas al nuevo grupo dirigente de estabilizarse en un score en torno al 25 %, lo que se consideraría todo un éxito, y lograr en estas elecciones presidir – en coalición de gobierno o con apoyos parlamentarios – dos o tres comunidades autónomas de relieve, como Madrid, País Valenciano, Castilla – La Mancha. Ha tenido que asumir planteamientos críticos respecto de las decisiones que adoptó en el gobierno – la reforma laboral, la inclusión del principio de equilibrio presupuestario en la Constitución – pero el problema de fondo sigue siendo su ambigüedad ante las políticas de austeridad y su prácticamente nula influencia sobre la socialdemocracia europea como portador de un proyecto propio, a diferencia de lo que en Portugal puede significar el nuevo equipo dirigente del PSP en torno a Antonio Costa, el antiguo alcalde de Lisboa.

La gran esperanza articulada en torno a Podemos, que llegó a tener una intención de voto del 27% en las encuestas, ha rebajado sus expectativas después de los resultados de las elecciones andaluzas y la concurrencia con Ciudadanos como expresión de una fuerza nueva en el campo de bipartidismo. En la última encuesta del CIS, ha pasado de un 23,9 % en enero del 2015, a un 16,5% en abril de ese año.  Atacado y hostigado por la mayoría de los medios de comunicación – salvo los digitales – ha sufrido también los efectos de la erosión de la imagen sobre alguno de sus dirigentes más visibles, en un tema muy sensible de financiación ilegal desde Venezuela, que si bien no ha conducido a ningún ilícito penal, si ha logrado su objetivo de deterioro de la imagen del grupo como “no contaminado” por el ambiente patógeno de la “política de la casta”. En las elecciones municipales, Podemos ha propiciado agrupaciones  y coaliciones de unidad entre fuerzas políticas y movimientos sociales, mientras que se presenta en solitario a las elecciones autonómicas, sin duda para calibrar cuál es su radio de influencia e implantación electoral frente a las próximas elecciones generales. Su programa se va desarrollando paulatinamente, y aunque ha moderado algunas de sus propuestas, buscando ocupar “el centro del tablero”, sigue siendo un referente importante para un cambio real de la política en este país al mantener posiciones muy netas sobre la negociación de la deuda externa y el rechazo de las políticas de austeridad.

Para los expertos en encuestas de opinión, el tradicional bipartidismo imperfecto que caracterizaba el panorama español se está modificando de forma importante, partiéndose en cuatro grandes fuerzas que las encuestas consideran casi de idéntica potencia para lograr mayorías, lo que, unido a la presencia de los partidos nacionalistas principalmente en Pais Vasco y Cataluña, complica el gobierno que pudiera surgir tras las elecciones generales de noviembre, y posiblemente también la gobernanza general en términos económicos y sociales.

En esta presentación de los protagonistas del tablero político, casi nadie se preocupa del lugar que ocupan las viejas banderas de la izquierda política clásica, agrupada en torno a Izquierda Unida a nivel nacional, y que se ha visto muy afectada por la presencia invasiva de Podemos – se calcula que el 40 % de los votantes de IU se deciden actualmente por Podemos – a las que las encuestas asignan un porcentaje residual, superando a duras penas el tope del 5%. Aunque muy bien insertados en los cuadros sindicales y con toda una generación nueva de dirigentes que ofrecen un “rostro” diferente de la coalición, IU parece haber sufrido una vez más el efecto del voto útil – en este caso felizmente en torno a la izquierda alternativa y no respecto de la socialdemocrática – junto con el hándicap de ser percibida por las nuevas generaciones del 15-M como una parte del viejo sistema político que debe ser removido. Las últimas encuestas sin embargo demuestran un ligero crecimiento de IU, a medida que ésta desarrolla y privilegia su discurso  que considera el trabajo  con derechos como centro de la acción política, aunque esa impresión deberá ser revalidada el 24 de mayo.

Una situación complicada, pero que abre muchas posibilidades de revertir el clima de degradación de los derechos y libertades de los ciudadanos y el desmoronamiento del Estado social. El fracaso de las políticas de austeridad es un dato compartido por la mayoría de la población, aunque este rechazo necesita su traducción en términos electorales, con las dificultades y complejidades que esta mediación posee. Los poderes económicos y las instituciones financieras no solo están intentando reconstruir un bloque político que garantice, aun con equilibrios internos difíciles de mantener, el apoyo a las políticas de austeridad, sino que están decididos a obstaculizar las acciones de participación democrática y de cambio social que van a ser vencedoras en las elecciones locales y regionales de finales de mayo. Pero va a ser prácticamente imposible que logren paralizar el giro que se va a producir en estas citas electorales hacia una nueva consideración de la democracia participativa como el eje explicativo de la acción política y la consiguiente reformulación en las múltiples escalas implicadas – local, regional, estatal y europea – de un programa de actuación que cuestiona y confronta las políticas que han sido aplicadas hasta ahora. Un nuevo problema, más difícil de gestionar que el del triunfo de Syriza en Grecia, para el complejo financiero y político que gobierna la Unión Europea.


No hay comentarios:

Publicar un comentario