Como ya se dijo en la entrada anterior, estas notas de
lectura aprovechan textos más o menos alejados de la materia de derecho laboral
o sindical y los descontextualizan, aplicándolos a otras situaciones que no
tienen mucho que ver con el tenor en el que se desarrollan originalmente, pero
que sin embargo pueden ser vistas de una manera original a partir precisamente
de esa lectura. El carácter por consiguiente expropiatorio y tergiversador de los
textos excusa al autor de estas notas declarar su fuente, ya que no haciéndolo
no la traiciona e impide que los lectores comprueben el estropicio. En este
caso se trabaja fundamentalmente el problema de la representación sindical
desde la perspectiva del conflicto como afirmación del poder y de la
organización de las clases trabajadoras.
Si se plantea desde ese punto de vista, el conflicto como base de la
organización y de la potencia del colectivo de los trabajadores, es preciso no
plantear separadamente los problemas “reivindicativos” de los “políticos”, en
el entendimiento que por “políticos” no hay que entender los derivados de la
esfera de actuación del Estado o de los poderes públicos, ni tampoco la
extensión del concepto de reivindicación a los “socio-político”, que siguen
teniendo por tanto un contenido reivindicativo-material. Por el contrario, este
concepto se relaciona directamente con el problema de la libertad y de la
democracia y por tanto con el poder en los lugares de trabajo y la necesidad de
deslegitimar su función en el proceso de acumulación y en la explotación del
trabajo desde una perspectiva estrictamente democrática, es decir,
reivindicando la importación del esquema democrático a la relación de trabajo,
a la organización de la empresa y la toma de decisiones. Este es un punto
central, porque el mecanismo de la representación del trabajo tiene que unir
implícita o explícitamente a la reivindicación material un sentido de proyecto
que impugne la organización del trabajo y las condiciones en las que ésta se
expresa.
En qué medida la percepción de esta versión político-democrática que
implica la “impugnación” del trabajo se revaloriza ante la extensión del
trabajo precario, del trabajo irregular y del incumplimiento masivo de los
límites colectivos y legales a la forma de prestación de la actividad laboral,
es algo que posiblemente tenga que analizarse sobre la base de determinadas
experiencias de acción colectiva, pero también tiene su repercusión, de forma
ambivalente, en el alejamiento de amplios sectores de trabajadores y
trabajadoras de los sujetos que les representan para el logro y la gestión de
los contenidos reivindicativos materiales. Se suscita entonces la cuestión
sobre la validez de la forma representativa que históricamente ha sido
practicada para la mejora de las condiciones laborales y para la lucha por una
democracia social o si debe someterse a una reformulación importante.
En su forma extrema, se expresa como un rechazo a la representación
sindical tal como está formulada, equivale a un no dejarse representar por los
sindicatos: “Vosotros no nos representáis, lo que os preocupa no nos interesa,
y lo que a nosotros nos interesa, vosotros lo ignoráis”. Pero este rechazo se
traduce más bien en una queja sobre la opacidad de la organización sindical
“despegada” de las vivencias reales en el trabajo concreto de un amplio número
de trabajadores y trabajadoras, por lo que la desafección frente a estas
organizaciones sindicales confluye con planteamientos que consideran imprescindible
para recuperar esa función representativa que se extienda la participación
democrática en paralelo a la reformulación del espacio de lo político como un
ámbito de libertad y de empoderamiento ciudadano.
En consecuencia, se reproduce una antigua división entre “dirigentes” y
“ejecutantes” del mecanismo representativo colectivo en el proceso de
producción y en las condiciones en las que se concibe esa ejecución del
trabajo, hoy esencialmente precario, subvalorado y sometido a un poder
despótico de una parte o de otra desmotivado, ininfluyente, rutinario. Y la
separación entre estos dos niveles es posible por la autorreferencialidad de
los “dirigentes” frente a las pulsiones reales de la mayoría de los
trabajadores o “ejecutantes” de las decisiones de la organización sindical.
Por tanto, lo que en muchos momentos aparece como un problema de representación se presenta de forma más
correcta como un asunto de delegación
de las funciones de organización y de dirección de la acción representativa
gestionada por las estructuras sindicales. Esta delegación se suele enmascarar
o no subrayarse al confundirse con el fenómeno de la organización sindical en
la que se integra el trabajador y por tanto con el reconocimiento de los
trabajadores a “organizarse y dirigirse por si mismos”, que constituye por
cierto la base de la libertad sindical de organización. Pero deja en la sombra
la delegación que el mecanismo representativo lleva a cabo en los dirigentes
del sindicato que requiere la participación efectiva y el control material por
parte de los trabajadores como una condición no sólo de legitimidad, sino de
eficacia de la acción colectiva.
Esta consideración de la problemática de la delegación conduce a un debate
sobre los medios que favorecen la participación de los trabajadores como forma
de fortalecer la eficacia de las medidas de acción colectiva, lo que plantea el
uso de la asamblea o el recurso al referéndum como condición de la decisión del
sindicato ante temas centrales de su programa reivindicativo, la consulta a los
afiliados, las concentraciones de delegados y delegados en los centros de
trabajo. El ámbito específico del conflicto se presenta asimismo como un
espacio especialmente sensible, puesto que esa delegación sin control puede
proyectarse sobre la ineficacia de las medidas de presión o la incapacidad de
intimidación de la acción huelguística del sindicato. Puede suceder así que las
manifestaciones y presiones planeadas sindicalmente no conduzcan “a ninguna
parte” o que simplemente constituyan “una parodia” de conflicto que no incomoda
al interlocutor o antagonista. Este hecho puede provocar la apatía o el no
seguimiento de los trabajadores. La apatía de las trabajadoras y trabajadores
es una señal de la distancia de sus representantes, pero también puede implicar
que éstos estén sacando conclusiones sobre la práctica del sindicato y sobre la
propia eficacia (o, propiamente dicho, ineficacia) de la medida de conflicto planteada.
Un último aspecto problemático relacionado con el hilo narrativo anterior
es el que conduce a una reflexión sobre las diferentes formas de organización
que permiten vertebrar la acción sindical en torno a la presencia real y
directa de la gran mayoría de los trabajadores. Se trata de la consideración de
la proximidad de la forma
organizativa como una forma de asegurar que el mecanismo de la delegación
funcione correctamente. Lo que se conecta con las fórmulas con arreglo a las
cuales se estructura el interés “profesional” del trabajo en torno a los
diferentes sectores productivos, mediante la federación de sindicatos en torno
a un sector determinado. En este aspecto, hay ya desde los años sesenta del
siglo pasado, una cierta literatura crítica respecto de los sindicatos
“amalgamados”, es decir grandes federaciones producto de sucesivas fusiones,
las más de las veces por problemas de financiación y sostenimiento de
respectivos sindicatos, que se aíslan progresivamente de las experiencias de
los sectores en concreto y dificultan el funcionamiento conectivo de la
representación colectiva.
Pero también es esta una manera de abordar las fórmulas de representación
en los lugares de trabajo como espacios de proximidad y por tanto susceptibles
de una mayor relación representativa inmediata y de una forma más sólida de
trabar el conflicto y mantener su desarrollo. En la literatura de los años
cincuenta y sesenta, se recogía la
experiencia de los shop stewards
británicos como delegados del centro de trabajo como una existencia conflictiva
autónoma respecto de las estructuras sindicales de rama, y la vitalidad que
este hecho generaba en cuanto a la movilización obrera. Idénticas reflexiones
podría hacerse sobre el movimiento de delegados en Italia. Entre nosotros, sin
descuidar la experiencia histórica de las Comisiones Obreras en su etapa de
consolidación bajo el tardo franquismo, este debate se ha ido desplegando en
torno a la idoneidad de la forma de representación, voluntaria o unitaria, y se
ha complicado con el fenómeno de la representatividad sindical. Actualmente la
tendencia a la “sindicalización” de las representaciones de empresa que parece
estar ofreciendo una cierta síntesis del debate clásico en el sindicalismo
democrático español, no excluye el planteamiento
de este enfoque sobre la “proximidad” del conflicto en relación con posibles
disonancias entre las estructuras organizativas que lo administran y gestionan.
La experiencia del conflicto de Coca Cola puede suministrar un buen ejemplo al
respecto.
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