Estos días casi todos estamos hablando de lo mismo, la
decisión del Comité Federal del PSOE de abstenerse, tras la defenestración de
su Secretario General, para dar el gobierno al Partido Popular y a su
presidente Mariano Rajoy. Es una
decisión muy relevante que permite gobernar al Partido que ha sido
desautorizado por la mayoría de los electores en dos elecciones consecutivas y
que nos sitúa en una posición muy difícil a todos los sujetos que han estado
trabajando en los movimientos sociales, los sindicatos y en las actividades de
partido por un cambio político que ante todo supusiera la expulsión del PP del
gobierno del Estado.
Estamos en una situación complicada porque con el giro impuesto por la
mayoría de la dirección del PSOE se reconstruye un esquema de ordenación de la
gobernanza política y económica que es plenamente funcional a las políticas de
austeridad europeas, rearticula el esquema del bipartidismo mediante una nueva
posición de sus protagonistas, que gradúan su ámbito de representación desde la
extrema derecha y la derecha neoliberal del PP , el centro derecha neoliberal
de Ciudadanos y el centro izquierda social liberal del PSOE, y fundamentalmente
plantea una operación de exclusión y de aislamiento de la izquierda y de los
nacionalismos periféricos, en especial del catalán. El diseño de la gobernanza
política implica la expulsión del espacio de la toma de decisiones generales de
un tercio de votantes del país y la calificación de este bloque como
incompatible con el propio sistema democrático, su confinamiento en el lugar
del enemigo. Se ha delimitado por tanto, de manera explícita, un recinto
aislante para la izquierda y los nacionalismos en el que se confina su
capacidad de intervención y se bloquea cualquier posibilidad de acuerdo o
transacción con los mismos. En esa operación cooperan de forma entusiasta los
medios de comunicación que, como se sabe, han tenido un protagonismo excepcional
en el giro impuesto a la dirección del PSOE. Éstos proseguirán sin fisuras su
actividad denigratoria y hostil frente a lo que seguramente se irá definiendo
en adelante ya no “antisistema” – como dice la ejecutora Susana Díaz – sino como “anticonstitucionales” para señalar su
incompatibilidad con el sistema democrático, oponiéndolo al “bloque
constitucional” que formarían PP, C’s y PSOE.
Si se recuerda en qué situación estábamos tras las elecciones de diciembre
del 2015, la deriva de la situación actual da cuenta de lo problemático de la
misma. Entonces existía un verdadero
frente de coincidencias contra el PP, un partido debilitado fuertemente en su
apoyo popular e inmerso en un piélago de procesos penales que involucraban a
algunas de sus organizaciones como promotoras y beneficiarias de un intenso
tráfico criminal. El PP no recuperó en junio suficientes apoyos, siguió perdiendo
tres millones de votos, y el cerco judicial a sus actividades criminales se
intensificó. Pero ahora el contexto político le es extremadamente favorable y,
gracias al giro del PSOE, ha reforzado su posición dirigente del proceso y ha
evitado la descomposición y la crisis que sin embargo si ha atravesado al PSOE.
La formación de un orden nuevo que recompone el bipartidismo como fórmula
de estabilidad política y de intangibilidad sustancial de las estructuras del
poder financiero y económico, marginando y combatiendo a las formaciones
políticas que ponen en cuestión fundamentalmente el mecanismo de toma de
decisiones, la permanencia de la desigualdad y la carencia de libertades o la
propia estructura territorial del Estado, es un escenario extremadamente
negativo para las organizaciones sociales, los sindicatos y en general, para
toda la ciudadanía. El tiempo de las grandes reformas de choque ya ha pasado,
lo que ahora el conglomerado político-financiero pretende es mantener y
alimentar unas relaciones laborales ya determinadas en sus líneas fundamentales
a través de fuertes procesos de descolectivización y de vigorización del poder
empresarial. El nuevo espacio de actuación reformista será el de los ajustes al
sistema de pensiones de la seguridad Social, consolidando y acentuando los
elementos más restrictivos de derechos ya presentes en el sistema. En estas
condiciones, los momentos de movilización y de conflicto se concentran en
sectores y en empresas, en determinados problemas locales, pero por el momento
no es concebible que se genere una confrontación general en el campo de lo
laboral y de lo social. Sin embargo, el horizonte en el que se mueve el
sindicato ahora es mucho más desventajoso, puesto que era previsible un cambio
importante en la regulación laboral que había impuesto la reforma laboral del
2012, la eliminación de aspectos represivos importantes como la regulación
penal de los piquetes o la aplicación de la Ley de Seguridad ciudadana, y la
incorporación de elementos de seguridad a las pensiones mediante mecanismos de
revalorización. El único elemento que deberá ser reformado parcialmente, el
componente indemnizatorio de la contratación temporal, se debe a los jueces
europeos que han creado una oportunidad abierta a la acción sindical en España,
y la negociación colectiva, encuadrada en un Acuerdo Marco con la patronal, se
seguirá desarrollando en un contexto marcado por la precariedad, los bajos
salarios y la cada vez más amplia esfera del trabajo no regulado en condiciones
indecentes.
Se requiere por tanto comenzar de nuevo a tejer una estructura de disensos
sobre la situación política, económica y social, que contenga un proyecto
creíble de superación y de cambio, y que supere una visión – plenamente
razonable, por lo demás, pero insuficiente - de resistencia y de rechazo, tanto
en el plano político como en el plano social. En el espacio sindical se
considera como práctica plenamente aceptada la necesidad de llegar a acuerdos
con el antagonista (que en ocasiones ve sustituida su denominación por la de
contraparte), y esa pactación constituye un componente fundamental en un
proceso complejo de defensa de los intereses colectivos de los trabajadores,
aunque a nadie se le escapa que precisamente ese acuerdo confirma la condición
subalterna del colectivo de las y los trabajadores. Sin embargo, esta ambivalencia de la
transacción no se asume en una parte del discurso de la izquierda del cambio en
el campo de lo político, que parece reforzarse en una posición correcta desde
el análisis objetivo de la actual situación, la de considerar que la dirección
del PSOE ha abdicado de su posición de cambio político al entregar el gobierno
al PP traicionando así la voluntad expresada por millones de personas en las
urnas en dos ocasiones, lo que constituye en única oposición al grupo de Unidos
Podemos y las confluencias e imposibilita cualquier posibilidad de
entendimiento con aquél. Desde esta crítica objetiva al giro del PSOE, se
anuncia incluso la revisión de los acuerdos de gobierno en algunas Comunidades
Autónomas en un clima de enfrentamiento directo no sólo con los dirigentes socialistas,
sino con las propias siglas y lo que ello representa ahora.
Este discurso es disfuncional para encarar las dificultades a las que nos
debemos enfrentar en los años inmediatos. Es urgente que, en el campo de lo
político, se vayan tejiendo alianzas que rompan ese diseño de exclusión y de
aislamiento de la izquierda real (aunque no se denomine como tal). Alianzas que
no sólo se tejan fuera de la
institucionalidad electoral, con los movimientos sociales y los sindicatos,
entendiendo desde dentro de éstos sus
lógicas y sus dinámicas, sino también comprendiendo la complejidad de la
situación en el propio PSOE, en donde hay una minoría importante que se ha
opuesto al entreguismo de partido – un 40% del Comité Federal – y que, pese a
las prácticas extremadamente conminatorias de sometimiento a la dirección que
han imperado en el mismo desde González,
se han atrevido a hacer pública su disidencia, lo que se traslada seguramente a
la reivindicación muy sentida por los militantes de un congreso extraordinario.
A lo que hay que unir la dimensión territorial e identitaria, que en el caso
del PSC es extremadamente importante, pero que en algunas comunidades como en
Aragón o en Castilla La Mancha, permiten una cierta administración
tendencialmente progresista que no debería ser puesta en crisis, como tampoco,
obviamente, las relaciones de colaboración en los municipios gobernados por las
candidaturas ciudadanas con el sostén del PSOE.
Y es ineludible que también se active en un proyecto de crecimiento y
desarrollo de la izquierda real una actividad intensa dentro de las instituciones y en especial en la actividad
parlamentaria, devolviendo al llamado poder legislativo no sólo una función de
control del gobierno, sino de iniciativa legislativa que consolide un cierto
(aunque reducido) espacio de avance hacia el cambio. Explorar las posibilidades
de acuerdos horizontales para la derogación de ciertos preceptos de la Ley de
Seguridad Ciudadana, del art. 315.3 del Código Penal y su incriminación de los
piquetes, la Ley Wert y el desastroso proceso de evolución de la enseñanza
pública, elementos centrales para garantizar la sanidad pública, ratificar
normas internacionales decisivas de la Carta Social Europea y de la OIT,
reformar el reglamento del Congreso para evitar
el dominio absoluto de la labor parlamentaria por el Gobierno, proponer
una nueva ley electoral en la que se reduzcan las desigualdades profundas que
en ésta se permiten, abrir el debate a los tratados comerciales de nueva
generación, son algunos de los puntos en los que previsiblemente debería haber
un cierto margen de convergencia entre las fuerzas diferentes al Partido
Popular, entre ellas de manera importante por su densidad representativa, el
propio PSOE.
¿Y los grandes temas, la reforma laboral, el sistema de pensiones y la
dependencia, el art. 135 de la Constitución, los recortes sociales y en los
servicios públicos y de interés general que previsiblemente se aplicarán para
paliar los 5.500 millones de euros que nos requieren nuestros guardianes
europeos? Ahí es más que probable que no haya posibilidad de acuerdos
horizontales, porque es el centro de las medidas de austeridad que constituyen
el eje de la gobernanza económica europea a la que resulta plenamente funcional
la creación de este bloque tripartito liderado por el PP que aísla al PSOE de
sus raíces y le aleja de sus programas electorales en los que se posicionaba
por la derogación de la reforma laboral y por la introducción de una cláusula
social en el art. 135 CE, entre otras cosas. Pero aquí también una labor parlamentaria
de promoción y presentación de las alternativas de cambio a estas reglas, en
sintonía con las que han defendido los propios sindicatos, sería muy
importante.
En resumen, el tiempo político que ahora comienza vuelve a plantear una
estrategia de acumulación de fuerzas y de acrecentamiento de alianzas políticas
y sociales en torno a un proyecto de cambio político y social. En esa
estrategia es importante trabajar fuera de
las instituciones, pero también dentro de
ellas, como fundamentalmente se está efectuando, con todas las dificultades
heredadas de la intervención del Ministerio de Economía, en los ayuntamientos y
en alguna Comunidad autónoma como Valencia. En ese dentro, la actividad parlamentaria de 71 diputados debe ocupar un
amplio espacio, creando campos de convergencia en algunos temas centrales
como los antes enunciados, impulsando la iniciativa legislativa, mostrando los
proyectos de regulación de los sectores sociales más relevantes que las
formaciones políticas del cambio tienen como objetivo. Es cierto que el PP
tiene la mayoría del Senado y el dominio del Tribunal constitucional para
dificultar una buena parte de este trabajo, pero éste es sin embargo necesario y puede producir frutos interesantes.
Entre otras cosas, dando relieve a la acción parlamentaria, la ciudadanía
comprende que su voto ha servido para defender un programa y unas posiciones
que buscan la emancipación personal y ampliar la libertad y la igualdad en las
relaciones sociales. Un voto que se convierte en actividad de sus
representantes coherente con el programa al que se deben, y que por tanto les
obliga a hacer todo lo posible por mejorar el marco normativo al que se
enfrentan, aunque no logren – en este momento – llevar a cabo las
modificaciones más esenciales que pretendían. El trabajo parlamentario – lo saben
bien quienes lo han desempeñado – es duro y en ocasiones poco visible. Pero, al
margen de darle la relevancia que se merece, merece la pena desarrollarlo, como
un añadido concreto a la capacidad de proyecto que las fuerzas del cambio
presentan a la sociedad como programa de acción.
ResponderEliminarEl análisis de Pedro Flinstone (Antonio Baylos), que comparto más abajo, es el más lúcido y profundo que he leído sobre esta nueva etapa política que se inaugura con la formación de gobierno por el PP-Ciudadanos con la abstención del PSOE y por tanto con la recomposición del bipartidismo bajo nuevas formas lo que lleva a una exclusíón deliberada e intencionada de la izquierda social de la escena política, a la que se quiere deslegitimar incluso como oposición.Puede que se transite ya de manera clara hacia el autoritarismo postdemocrático de que habla Ramoneda al cercenar y vetar cualquier posibilidad de cambio real durante muchos años, un cambio que aborde de verdad los profundos problemas de esta democracia de baja calidad, y su sistema institucional, social y territorial.
Antonio habla del PSOE como "izquierda social liberal".No sé si no es una contradicción en sí misma, pero desde luego es el centro de la cuestión y quizás por eso emplee esa expresión aparentemente paradójica. Hay, creo, todavía, una izquierda en el PSOE, pero también hay un sector liberal o neoliberal que yo no considero de izquierda, si es que estas categorías políticas dan cuenta todavía de la actual complejidad política que caracteriza a los sistemas oligárquicos. O hay que completarlas con otras. Y quizás eso explique de algún modo la división interna actual en el partido y en los militantes, cuando desde hace más de treinta años conseguía aunar- aunque no sin conflictos internos puntuales- a socialistas de izquierda, socialdemócratas, liberales y democristianos, mucho de ellos además procedentes de la UCD, del PCE o IU. Otros muchos eran simplemente arribistas, tecnócratas o carreristas. Para mi la categoría liberal o progresista, que se opone a conservador o moderado, es algo más propio del turnismo de los sistemas políticos del siglo XIX, pero que ha servido en el postfranquismo como identidad referente ante una derecha como la española heredera del franquismo y tan poco homologable a las europeas. Y añadiendo un cierto desarrollo, no muy expansivo, del estado del bienestar, eso parecía bastar. Pero tras la crisis económica y la emergencia del neoliberalismo desde los noventa y su hegemonía global el sistema ya no cree necesario combinar lo social y lo liberal. Algo similar está ocurriendo en el laborismo inglés y hasta en el partido demócrata de USA. y en sus debates internos ante la deriva del capitalismo global.
Juan López Gandía
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ResponderEliminarManuel Gomez Acosta dice:
ResponderEliminarCon relacion a la densa reflexion de Baylos...cuando escribe "operación de exclusión y de aislamiento de la izquierda y de los nacionalismos periféricos, en especial del catalán", dos consideraciones .Habria que tener en cuenta la izquierda española no son solamente los cinco millones de votos de UP , "apañaos estariamos", si solo fueramos un escaso 20% de la población.......con relacion a los nacionalismos perifericos, con el vasco no solamente no hay exclusion sino que seguramente el PP tendra alianzas y encuentros coyunturales a lo largo de la legislatura.....con respecto al nacionalismo catalán , este ha dejado de existir, lo que hay , evidentemente por culpa del PP y no solamente del PP, un conglomerado independentista , mayoritario en el Parlament, pero minoritario en votos, que plantea abiertamente la secesión...se puede estar de acuerdo o no, pero sería un grave error no entender la situacion en la que estamos. No es lo mismo la negociacion con nacionalistas que con secesionistas, que en algunos casos (minoría?) agreden a militantes de izquierda , como en el caso del Born (estatua de Franco).Para evitar equivocos, apuesto personalmente por la negociacion con los secesionistas, pero...."es harina de otro costal"...¡Espero no haber molestado a nadie!