jueves, 27 de octubre de 2016

UNA NUEVA ESTACIÓN DE MOVILIZACIONES SOCIALES



Mientras se consuma el procedimiento para que el PP con Mariano Rajoy vuelva a gobernar el Estado español merced a la abstención, con significativas resistencias internas, del PSOE, se inician procesos de movilización que son el síntoma de que la situación política, social y económica genera disensos fundamentales en una amplia parte de la población.

La huelga en la enseñanza no universitaria de ayer, 26 de octubre, y las impresionantes manifestaciones celebradas en todo el país – en la foto, tomada por Alfonso Roldán, se ve la de Madrid  por la tarde – han visibilizado el malestar existente entre estudiantes, APAS, profesores y sindicatos no sólo ante la LOMCE y los recortes que devienen permanentes en la enseñanza pública, con falta de plantillas y reposición mínima de vacantes y bajas, sino con la inseguridad plena en la que se mueven los sujetos interesados en este espacio, tras la desaparición de la selectividad – un objetivo estratégico de la derecha ideológica de este país para comenzar a consolidar importantes dosis de desigualdad en el acceso a la universidad – y la imposición de unas reválidas que no sólo no garantizan el derecho a la educación de los jóvenes, sino que imponen barreras en su acceso, con importantes efectos de exclusión fundamentalmente basada en la situación de clase y la carencia de capital cultural de amplios grupos de población. El caso es que no se ha previsto ningún período transitorio y todavía no hay reglas claras para abordar esta nueva situación legislativa.

Eso explica el extraordinario seguimiento de la acción de ayer, 26 de octubre, y que las calles de tantas ciudades españolas se abarrotaran de una renacida marea verde que presiona para la modificación de la Ley y la consideración de la enseñanza como un servicio público que debe ser atendido, cuidado y promovido de manera diligente por el Estado y las Comunidades Autónomas, y no sometido al torbellino de las restricciones y del recorte de gastos en el que lleva inmerso desde el comienzo de la crisis, a lo que se unen años anteriores de carencia de inversiones y de promoción de profesorado. La devastación de la enseñanza, la inserción en los esquemas de desarrollo de la formación académica de barreras segregacionistas de clase, la ominosa presencia cada vez mayor de los sectores privados y la ideologización religiosa (católica) en detrimento de los centros públicos y la calidad de la enseñanza, están configurando un cuadro extraordinariamente negativo en un sector fundamental para el país. Frente a lo que sucede en el sector de la enseñanza universitaria, donde al silencio y la complacencia voluntaria de los organismos institucionales – en especial la Conferencia de Rectores- se une una cierta desmovilización de los agentes involucrados – estudiantes, profesores y PAS – en Medias y Bachillerato se ha construido un movimiento fuerte que articula en torno a las Mareas una contestación general a la vez que enarbola un proyecto claro de recuperación de una “Escuela Pública de tod@s y para tod@s”, lo que desborda por consiguiente los cauces institucionales clásicos compuestos tanto por los Consejos Escolares como, informalmente, por las negociaciones entre el Ministerio y los sindicatos, que necesariamente se ven condicionados por esta fuerte presión social.

Lo que es importante resaltar es que la acción colectiva y las enormes manifestaciones de ayer revelan un estado de insatisfacción que va a tener continuación a través de otras zonas de conflictividad abierta en diferentes espacios, el político- veremos cómo resulta la convocatoria del sábado próximo, 29 de octubre, frente al Congreso, para expresar el rechazo al golpe oligárquico que ha entronizado a Rajoy de nuevo al frente del gobierno – el social – que se reactivará previsiblemente en la medida en que, como parece, se pretenda la regulación del sistema de pensiones a la baja - , y, naturalmente, el laboral. En estos dos ámbitos, el sindicato, como explicaba recientemente en su blog Unai Sordo, constituye la referencia organizativa más estable de todas las formaciones sociales presentes en el panorama español. Y debe asumir en el tiempo inmediato un mayor protagonismo en la conducción de un proceso de contestación, liderando las alternativas de que dispone para la regulación general del marco normativo en aspectos centrales tanto relacionados con la preservación de elementos centrales del Estado Social – lo que supondrá de nuevo confrontaciones con la reedición de las políticas de austeridad de la gobernanza económica europea por el nuevo/viejo gobierno – como en la tutela directa de unas condiciones de empleo y de trabajo cada día más degradadas por la extensión inmensa del trabajo precario y del trabajo no declarado en el que se imponen condiciones de indignidad marcadas por la necesidad.

En líneas generales, durante todo el último año, los sindicatos y los movimientos sociales se han visto como congelados en sus pautas de acción por un cierto attentisme , una actitud de prudente espera ante las evoluciones de los acuerdos y pactos para poder desalojar del gobierno al PP y forjar una mayoría de progreso. Este período ha terminado, y de la peor de las maneras posibles, lo que no es precisamente una garantía de una inmediata reacción social que en un breve plazo de tiempo recupere los niveles de contestación que se alcanzaron entre el 2011 y el 2014, o, en lo que se refiere al sindicato, en 2012 y 2013.

Es cierto que la UGT ha cambiado de dirección que posiblemente refuerce su autonomía respecto del PSOE y que CCOO se encuentra en un período pre-congresual en el que fundamentalmente se ha volcado dentro de su historia – reivindicando su memoria – y de la organización y sentido de su acción colectiva, en un amplio proceso de “repensar” el sindicato. Pero ambas organizaciones deben ser conscientes de que se abre a partir de la semana que viene un momento especialmente exigente en el que sectores de la ciudadanía cada vez más castigados por las consecuencias de la crisis tenderán a exasperar su situación, se multiplicarán conflictos locales y de sector no tradicionales, y habrá una fuerte presión desde el ámbito de lo político hacia movilizaciones populares en las calles. En ese contexto, el sindicalismo español debe posicionarse con decisión y fuerza, sin dar la impresión que a veces se ha producido de una cierta automarginación de esos procesos, de un extrañamiento producido por el encierro del sindicato en una franja de la normalidad productiva ajena a los fenómenos preocupantes de desestabilización de los derechos mediante la precariedad o el trabajo sin derechos, no declarado ni controlado – legal o sindicalmente- que caracterizan a amplios colectivos de la población trabajadora de nuestro país.


De nuevo todo comienza otra vez, y es conveniente estar preparado para seguir este nuevo renacimiento del disenso organizado colectivamente y vigilar la dirección que puede ir tomando en esta segunda versión las movilizaciones sociales y los sujetos que las alientan y dirigen.

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