El acto de ayer en el Teatro Monumental de Antón Martín,
justo frente a la escultura de El Abrazo de Juan Genovés, justamente homenajeado ayer en el propio acto, y al
lado de Atocha 55 donde se tuvo lugar la matanza de los abogados de Atocha,
constituyó un suceso importante tanto por la cantidad de personas como por la
calidad de las mismas.
Asistieron al encuentro en efecto una nutrida representación de todas las
fuerzas políticas, desde el PP hasta Unidos Podemos, con las fuerzas
nacionalistas, y una especial representación del PCE encabezada por su
secretario general, Jose Luis Centella. También
de otros sindicatos, e incluso del presidente de la CEPYME, al que se refirió
expresamente en su alocución final Ignacio
Fernández Toxo. Se trataba del reconocimiento político del valor
emblemático y original para la democracia española del acto que se conmemoraba.
Y este simbolismo fue material y formalmente reafirmado por la presencia de Manuela Carmena, porque su propia
trayectoria de responsable de los despachos de abogados de Atocha a aplicadora
e intérprete del derecho de un sistema democrático y finalmente al empeño civil
de la alcaldía de Madrid, significa el recorrido de una luchadora por la
libertad y el sentido político de la
conquista de la democracia en la que el asesinato de los abogados de Atocha
tiene un relieve fundamental. Junto a ellos, un pletórico y abigarrado grupo de
sindicalistas de la clandestinidad y de la transición, los dirigentes de la
Inter de Madrid, los procesados en el 1.001, los dirigentes del sindicato en
los primeros años. Todos atestiguando que la lucha sindical por mejorar la
existencia es ante todo lucha por los derechos y reivindicación de las
libertades.
Lo dijo Ignacio F. Toxo: el
grito “Atocha, hermanos, no os olvidamos!”, no es el grito del rencor, sino el
del reconocimiento de algo evidente, que el asesinato de Atocha y la
solidaridad inmensa con las víctimas, abrió el camino a las libertades
democráticas. Cuarenta años después, os abogados laboralistas y CCOO hicieron
historia – ese es el leit motiv de
una línea de acción del sindicato en este último año – como parte fundamental
de la resistencia a la dictadura y como pieza clave en el proceso de revocación
de la misma y su sustitución por un sistema democrático.
En el acto, presentado con la belleza de las palabras de Luis García Montero y Almudena Grandes, hubo pocas pero
intensas intervenciones y un homenaje a quien ha sido el premio Abogados de
Atocha de este año, el artista plástico Juan
Genovés. Dio la bienvenida sindical por parte de la USMR – CCOO Jaime Cedrún y recordó, con
inteligencia y suavidad la importancia de la memoria de Atocha Alejandro Ruiz Huerta, el último de los
supervivientes de la matanza que sigue con vida.
Pero lo más importante de ese Acto lo constituyó la presencia de tantos y
tantos abogados y abogadas laboralistas de entonces, algunos de los cuales permanecen
aún en activo, unos cuantos jubilados y otros formando parte de los tribunales
de justicia. Sería inacabable mencionar los nombres de los asistentes. Vinieron
de todas partes del Estado Español, dando testimonio de la extraordinaria
importancia que este hecho organizativo, la defensa de los derechos de los
trabajadores, ha tenido en la conquista de las libertades y lo fundamental que
es su preservación. En su intervención Enrique
Lillo resaltó el valor político y simbólico de estos despachos, el odio del
fascismo hacia sus protagonistas, y la solidaridad inmensa que los abogados
laboralistas crearon entre los trabajadores y su organización y el colectivo de
abogados y abogadas que aprovechaban los intersticios del sistema jurídico
franquista para obtener mejoras en las condiciones de trabajo y de empleo y
para generar derechos. Alicia Santos, era
la expresión de la continuidad de esta función decisiva en el interior del
sindicato, decisiva a la hora de combatir las políticas de austeridad, en la
lucha por la eliminación de los derechos y libertades y en las intervenciones
para re-escribir la norma laboral buscando la consecución de mayores derechos
para las y los trabajadores.
Lo más relevante por tanto del Acto de ayer fue la emoción del encuentro
entre tantos y tantas abogados y abogadas laboralistas, la seguridad de que
entre todas esas personas, con sus retazos de vida y sus diferentes
trayectorias profesionales y personales, todas ellas hicieron posible que este
país pudiera abandonar la larga noche de piedra en la que le recluyó la
dictadura, y que este tránsito en los caminos de la libertad no habría sido
posible sin la lucha de la clase trabajadora en la que se inscribe, con fuerza
y empuje, los abogados laboralistas y su obstinada y convencida acción en el
dibujo de un horizonte de emancipación colectiva.
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