Es algo ya conocido que el capital financiero no asume la
democracia como valor que rija sus acciones ni orientaciones, antes al
contrario, suele preferir regímenes totalitarios como sistemas más seguros en
orden a proteger sus inversiones. En Europa,
a través del mecanismo de la gobernanza europea, el conglomerado de FMI,
BCE y la Comisión, hoy sustituido por el eufemismo “los acreedores” ha
conducido una intensa batalla para lograr imponer en los países sobre endeudados
reformas y modificaciones de sus
sistemas laborales y de protección social que devalúen sus salarios y sus
condiciones de vida.
Para estas instituciones financieras, los derechos sociales son obstáculos
al desarrollo y al crecimiento económico, y entienden además que el pago de la
deuda debe ser llevado a cabo con independencia de cuales sean los resultados
de ello, mediante la depauperación de la población, la destrucción de sus
sistemas de salud y de seguridad social, empujando a miles de personas a la
pobreza. Se comportan como el matón de las películas, chantajeando y amenazando
a los países que se atreven a pedir aplazamientos o una quita de la deuda, aun siendo
conscientes que la deuda no podrá jamás ser pagada en su totalidad. Cuando como
en el caso de Grecia, la mayoría del pueblo decide rechazar las medidas que
proponen para desarbolar la estructura pública de protección y los derechos
laborales, desprecian la voluntad popular y castigan con mayor rudeza al
gobierno que ha querido someterse a lo que pretenden sus ciudadanos a los que
se debe. El caso de Grecia, que se reitera cada cierto tiempo como castigo
ejemplar a un pueblo que ha elegido a un gobierno alternativo, enseña cual es
la doctrina de las instituciones financieras respecto de la democracia.
Ahora la Confederación Sindical Internacional alerta del caso de Túnez. No veremos estas advertencias en la prensa "orientada" cuya homogeneidad sumisa conocemos (y padecemos). Túnez es
un país – el único por el momento – en el que las primaveras árabes han
conseguido abrir espacios de libertad democrática y de una cierta laicidad,
dejando atrás los planteamientos de rechazo de la globalización imperialista y
financiera que personifica en todo el mundo árabe lo que conocemos como
integrismo islámico y su lucha armada contra ella, que alienta el terrorismo
internacional. El FMI ahora debería conceder a Túnez un préstamo imprescindible
para la subsistencia presupuestaria del país, pero esta institución financiera
lo condiciona a la realización de una ola masiva de despidos en los servicios públicos
y a la desaparición de las prestaciones que éstos daban, la privatización y el
recorte de las pensiones. El FMI es plenamente consciente que con ello dinamita
la libertad y la democracia en Túnez y posiblemente abre la espita a que el
islamismo radical obtenga también allí el control político de la situación, con
el sufrimiento, la crueldad y el desasosiego para Europa que eso lleva consigo.
Lo dice muy claramente la nota de la CSI:
“El Fondo Monetario Internacional está empujando a Túnez al borde del
desastre económico y político con su negativa de liberar los fondos que
requiere con toda urgencia en un momento en que el país más necesita el apoyo
internacional. El Gobierno tunecino ha dicho que el FMI ha suspendido los pagos
de su préstamo de cuatro años de 2.800 millones de dólares a Túnez, los cuales
estaban previstos hasta mayo de 2020. La medida del FMI tiene como fin
presionar al Gobierno para que efectúe despidos masivos en el sector público,
así como para que proceda a la venta de activos públicos y posibles recortes a
las pensiones.
A este respecto, Sharan Burrow,
Secretaria General de la CSI, ha comentado: "El FMI está empujando a Túnez
al borde del precipicio, con efectos que pueden ser devastadores para la
economía y el sistema democrático, un sistema casi único en la región, que la
población ha puesto en pie después de acabar con la dictadura en 2011. Las
consecuencias de esta medida para Túnez y sus países vecinos serían catastróficas.
Túnez se encuentra en medio de una reforma constitucional e institucional, con
cambios sin precedentes en su sistema tributario, aplicando una mucha mayor
transparencia y medidas para proteger el medio ambiente. Estas reformas, a la
par de los cambios planificados y positivos en el sector público, necesitan
tiempo suficiente para desarrollarse y consolidarse. Las imposiciones
ideológicas como ésta del FMI arrojarán a miles de personas a la pobreza y
destruirán los progresos realizados hasta ahora y que los tunecinos están
decididos a continuar. Una crisis económica cada vez más profunda conduciría al
resurgimiento del fundamentalismo y a aumentar el riesgo de ataques terroristas
tanto en Túnez como en los países vecinos".
El FMI actua como un enemigo de la democracia. Hay que redoblar nuestros
esfuerzos en denunciar esta tendencia que va progresivamente mostrando como el
capital financiero globalizado se dispone, paulatinamente, a ir desmontando los
elementos básicos de los sistemas democráticos en el mundo, ante la pasividad
de los gobiernos y de las instituciones internacionales. La orientación más
social de los Estados del Sur de Europa ha sido considerada una pieza
desechable y como tal han sido atacados sus sistemas de derechos. En el otro
lado del Mediterráneo, la democracia se instalaba en Túnez, y ese es ahora el
objetivo del FMI, acabar con ella. Quizá para que también allí se reproduzca la
situación de Libia, donde el pillaje y el saqueo de la riqueza del país es
compartido por banderías locales y grandes grupos y empresas internacionales. No es un destino que se pueda aceptar ni por los ciudadanos tunecinos ni por el resto de las personas que todavía entendemos que la soberanía de los pueblos y la democracia son valores que se deben preservar en todo caso, también bajo la globalización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario