Todo parece anunciar que mañana, 8 de marzo, habrá una
inmensa movilización social en nuestro país. En la opinión pública, las
encuestas que se han realizado muestran que un 82% de la población entiende que
las reivindicaciones que sostienen la convocatoria de la huelga del 8 de Marzo
están plenamente justificadas. En todos los informativos se da noticia de la
huelga y todas las columnas de opinión toman partido. Incluso cuando se hacen
en sentido opuesto, se resalta la importancia de esta movilización como sucede
con las descalificaciones de las acciones planteadas por parte de líderes de
las fuerzas políticas de la derecha política, denunciando la huelga por su
carácter “anticapitalista” o los manifiestos de destacadas dirigentes
conservadoras acusando al feminismo de usurpar la representación general de las
mujeres. Estas resistencias ideológicas ante una realidad esencialmente
desigual e injusta indican que lo que está en juego no es una movilización
simbólica de un cierto arraigo, sino la expresión de un conflicto extenso con
amplias ramificaciones en cuyo desarrollo y despliegue van a confluir un vasto
espectro de fuerzas políticas y sociales en torno a una consigna que lo resume:
nos queremos vivas, libres e iguales.
En este día el movimiento feminista de 150 países ha planteado una acción
total que abarca cuatro grandes áreas, huelga de cuidados, huelga laboral,
huelga de consumo, huelga de estudios. En España la jornada culmina en
manifestaciones y marchas en la mayoría de las capitales y grandes ciudades
españolas. Estas concentraciones serán sin duda impresionantes, como ya se ha
podido comprobar en la manifestación de Vigo que clásicamente antecede al 8 de
marzo, en donde la asistencia desbordó las anteriores ediciones.
Es una huelga feminista que tiene un alcance general, no restringido al
trabajo dependiente o asalariado, sino que se extiende al espacio de la
reproducción y de los cuidados, el consumo y los estudios, ampliando por tanto
la noción técnica de huelga reconocida como derecho en nuestra Constitución a
su significado democrático más básico, el de expresar el rechazo colectivo del
trabajo como forma de afirmar un proyecto regulatorio diferente y alternativo
al vigente en la sociedad presente. A través de ello se reivindica por tanto
otro concepto de trabajo que desborda el trabajo asalariado o el trabajo por
cuenta propia como clave del sistema económico y político y que se liga con lo
que se viene a denominar el trabajo que sostiene la vida como realidad en
proceso.
El asociacionismo empresarial y una parte del gobierno ha definido la
huelga del 8 M como una huelga política. Al margen de la tautología que ello
encierra, y prescindiendo que las huelgas políticas se consideran en nuestro sistema
como una medida de acción colectiva plenamente incluida bajo la tutela del art.
28.2 de la Constitución, es evidente que la huelga del 8 M es ante todo una
movilización ciudadana de carácter esencialmente político – democrático. Las
huelgas políticas, que en nuestra cultura sindical se ligan al concepto de
huelga general, es decir de una acción que afecta a todas y todos los
trabajadores con independencia de su inserción productiva en un sector de
actividad determinado o de su situación de actividad – gente sin trabajo,
desempleados, jubilados – vienen a “construir” en cada acción concreta un tipo
de subjetividad política que se presenta como interlocutor tanto frente al
poder público como a los poderes privados. Esta subjetividad política no
excluye que en el proceso del conflicto confluyan otros sujetos y otras
identidades que no resultan anuladas, pero que se subordinan al curso general
de la representación. Tradicionalmente esa subjetividad política viene referida
al movimiento obrero en su conjunto, representado por el sindicalismo
confederal. No sucede así en la huelga del 8 M. En ella, la subjetividad que se
expresa mediante las acciones emprendidas corresponde al movimiento feminista,
que es quien se ha construido como protagonista e interlocutor social de este
proceso.
Sin embargo, al alcance complejo de la acción convocada, es decir de la
huelga feminista, permite distinguir una pluralidad de medidas que van desde la
huelga laboral, la paralización de los niveles de la enseñanza pública y
privada mediante la huelga estudiantil, una jornada de paro cívico y una cierta
reedición de la iniciativa islandesa de 1975 del día libre, que permitía
hacer visible la interrupción social que lleva consigo la acción feminista.
En ese sentido, la huelga laboral, es decir el ejercicio del derecho de
huelga reconocido en la Constitución, requiere no sólo una convocatoria de la
acción colectiva, sino la organización de la misma en los lugares de trabajo si
se quiere que esta medida sea eficaz. En ambos momentos, el de la convocatoria
y el de la organización, se requiere la mediación sindical. Esta ha adoptado,
como se sabe, diversas formas. Para el sindicalismo confederal, CCOO y UGT, la
convocatoria de la huelga se ha concentrado en dos franjas horarias de dos
horas cada una, con suficiente flexibilidad para que puedan incorporarse a la
misma sectores con problemáticas específicas, como la enseñanza, mientras que
en el Pais Vasco, ELA-STV, LAB y ESK-CUIS han decidido convocar cuatro horas
por turno, aunque solo a las mujeres trabajadoras. Por el contrario, otros sindicatos, como CNT y CGT o STEC en la
enseñanza, entre otros, han decidido convocar una huelga de 24 horas. La
diferencia entre estas convocatorias proviene fundamentalmente de una diferente
concepción de lo que se debe entender por huelga laboral. Para una buena parte
del movimiento feminista, la huelga la deben efectuar las mujeres y debe poder
ejercitarse durante todo el día. Por eso el preaviso sindical de 24 horas tiene
como objetivo fundamental servir de cobertura legal al ejercicio individual de
la huelga por las mujeres trabajadoras que deseen así adherirse a la
convocatoria de la huelga laboral feminista. Este sentido de la huelga ha
tenido una amplia acogida, de manera que incluso grandes empresas como el Corte
Inglés o Inditex han “dado permiso” a sus trabajadoras para secundar la huelga
ese día. Al margen del paternalismo industrial que estos “permisos”
empresariales rezuman, lo más interesante es apreciar que la dirección de estas
empresas ha asumido que son solo las mujeres el colectivo convocado a la huelga.
Para el sindicalismo confederal, sin embargo, este planteamiento no es
suficiente y por el contrario conecta la convocatoria de huelga parcial con la
organización concreta de la misma en los centros de trabajo con participación
de mujeres y hombres en ella, entendiendo que las reivindicaciones mantenidas
por el movimiento feminista y asumidas – y concretadas – por los sindicatos,
constituyen el centro del proyecto alternativo que éstos sostienen y defienden.
La huelga debe además ser organizada en los lugares de trabajo por mujeres y
hombres y debatida por la colectividad de trabajadores tanto respecto del
significado de sus motivos como en las posibles realizaciones de los mismos.
Técnicamente además, no secundar la huelga supone, en la cultura sindical, una
ruptura grave de la solidaridad entre los trabajadores. Quien no secunda la
huelga es un esquirol, un rompe huelgas, que en el imaginario sindical
representa una figura despreciable por oponerse a la decisión colectiva de la
mayoría de los trabajadores y romper la solidaridad entre ellos. Aunque hoy en
día este juicio negativo se haya suavizado en gran medida ante la existencia de
una amplia franja de precariedad en la que se dan por supuesto tanto la
concurrencia entre los trabajadores – la “libertad” de trabajo - como la brutalidad de la violencia empresarial
como respuesta al ejercicio del derecho de huelga, naturalizando por tanto una
situación de opresión que niega la posibilidad de ejercitar en la práctica los
derechos sindicales y colectivos, el rechazo a quien no secunda la huelga sigue
siendo una constante de fondo. (E la libertà non viene / perche non c’è l’unione / crumiri col
padrone / son tutti da ammazzar, decía
la canción original que ha popularizado la huelga feminista en las redes
sociales, “Sebben che siamo donne” que simboliza la participación de las
mujeres campesinas en las luchas obreras de finales del siglo XIX en Italia).
El preaviso de 24 horas abre por tanto a la huelga a un momento individual
de adhesión sin que necesariamente se acompañe de un momento colectivo de
discusión en los lugares de trabajo del conflicto. Sirve fundamentalmente como
cobertura formal al abandono individual tutelado por la mediación sindical. No
es este el sentido con el que normalmente aborda el sindicalismo la preparación
y el despliue de la huelga, porque normalmente la huelga implica un plan de
paralización del trabajo concreto a partir de los lugares de trabajo. Las
diversas convocatorias han tenido también repercusión en las disposiciones que
se han emanado para regular la huelga en los servicios esenciales, en el
sentido de que han justificado una imposición de servicios mínimos más extensos
que los correspondientes a una huelga parcial. Algunas de estas disposiciones,
como se sabe, han sido impugnadas por los sindicatos CCOO y UGT por entender
que se trata de servicios mínimos abusivos y lesivos del derecho de huelga.
La huelga por tanto del 8 M se declina en plural, y es bueno que asi se
haga, porque esa pluralidad ni se presenta de manera competitiva con el sujeto
político que construye las acciones colectivas previstas para este día en
diversos ámbitos, ni es contradictoria con éstas. Al contrario, el movimiento
obrero y los sindicatos más representativos confluyen directamente con los
objetivos que sostiene la gran movilización que se va a dar mañana.
La huelga laboral en la que convergen los sindicatos se basa en unos
motivos concretos y reivindica unos objetivos específicos que quizá no son tan
conocidos como los que se han publicitado con carácter general, pero se
caracterizan por ligar al hecho del trabajo la desigualdad económica y de poder
que se proyecta luego a nivel social.
La elección de una huelga parcial de dos horas en cada turno tiene asimismo
una fuerte carga simbólica. En efecto, 2 horas, 1 minuto y 36 segundos es el tiempo que una mujer tiene que
trabajar más que un hombre en una jornada laboral para cobrar igual que él. Por
eso la palabra de orden en esta acción sindical del 8 de Marzo del 2018 se
resume en el lema 'Nos plantamos contra
la brecha salarial, contra los salarios de miseria y contra las violencias
machistas en el trabajo', y la convocatoria persigue los siguientes objetivos:
- Contra la brecha de género. La brecha salarial se extiende entre el 24% y
el 37% en las ocupaciones menos cualificadas Hay que subir el suelo salarial
mediante incrementos salariales en todos los convenios, subiendo más los
salarios más bajos y reduciendo el abanico o franja de salarios.
- Planes de igualdad en todas las empresas para evitar la brecha salarial y
todas las discriminaciones.
- Trabajo estable contra el uso fraudulento de la contratación a tiempo
parcial, la temporalidad injustificada y las horas extras no pagadas. Plan de
intervención de la Inspección de Trabajo. Hay que tener en cuenta que la
precariedad es esencialmente femenina, y lo es más cuanto más aumenta la
desigualdad.
- Ratificación, por parte del Gobierno, del Convenio 189 de la OIT, que
regula los derechos y las condiciones laborales de las trabajadoras del hogar.
Debe recordarse que el PP ha bloqueado en el Senado en junio del 2017 una
moción de Unidos Podemos que instaba al Gobierno a ratificar el Convenio 189 y
la Recomendación 201 de la OIT.
- Una Ley de igualdad salarial.
- Aumento del poder adquisitivo de las pensiones.
- Presupuestos para políticas de bienestar: dependencia, salud, educación,
crianza...
- Protocolos contra el acoso y la violencia de género en el trabajo.
El sindicalismo en fin aporta su experiencia y su proyecto social en un
proceso de construcción de grandes alianzas sociales para la igualdad, que debe
cambiar la correlación de fuerzas ante los poderes públicos y privados. El
empoderamiento económico, político y social de las mujeres es estratégico para
la construcción de una sociedad más libre e igualitaria. Por eso la
convergencia sindical con el 8 M no se limita sólo al espacio de la “huelga
laboral” sino que está comprometido con el paro cívico en general y muy en
particular con las grandes concentraciones de masas que se producirán mañana
por la tarde.
Mañana será un gran día. Una inmensa movilización que permitirá visibilizar
una inmensa multitud de “mujeres libres en territorios libres” que reivindica
una sociedad libre de opresiones, que combate el patriarcado y la explotación
laboral, reivindicando protagonismo en la determinación de esa existencia
colectiva que se abre camino con fuerza imparable.
Muy bien explicado: un mundo mejor desde la perspectiva de las mujeres con vocación universal.
ResponderEliminarBesos X.
Gracias Antonio
ResponderEliminarMe he permitido utilizar esta entrada para explicar a mis compañeros/as de trabajo (TGSS e INSS) el por qué de esta huelga, tengo que decirte, que a diferencia de lo que ha sucedido en la UCLM, en mi Dirección Provincial a penas se ha explicado.
Besos
Y.
Un gusto leerte, como siempre. Ya de vuelta a casa en el tren, te agradezco la labor pedagógica sobre la huelga y su relación con el paro cívico. Algunos encontramos alivio en la entrada del blog, ya que ciertas posiciones nos colocaban como esquiroles pero también obligaba a que muchas trabajadoras al servicio del hogar familiar, con y sin contrato, tuvieran que ir a currar con ocasión de la exclusión de la participación de los hombres en la huelga.
ResponderEliminarAbrazos,
Z.