viernes, 9 de marzo de 2018

UN ÉXITO SIN PRECEDENTES




Todas las previsiones se cumplieron e incluso se vieron desbordadas. En todos los lugares, en todos los territorios, mujeres libres e iguales. Un esfuerzo colectivo del que el movimiento feminista tiene que enorgullecerse porque ha sabido conectar con cientos de miles de personas en un acto de insubordinación colectiva frente a una situación de desigualdad insostenible. Una huelga política que se ha convertido en una fiesta democrática.

En los muros de Facebook y en los mensajes de Twitter se suceden las fotos de las manifestaciones y cada una es más impresionante que la otra. Pero también de las concentraciones sindicales de las doce de la mañana, los comandos violeta que recorrían, como piquetes de masa, las calles, las asambleas y concentraciones de los y las estudiantes. Yo estaba en Barcelona y he sido testigo del colorido inmenso de la concentración juvenil en Paseo de Gracia, con miles de jóvenes de instituto que clamaban por la igualdad. Las amigas y los amigos han mandado imágenes de Vigo y de Ourense, abarrotadas las calles, o en especial de las ciudades de Castilla La Mancha, que también se ha movilizado a lo grande. Fotografías de Toledo con la catedral de fondo circundada por un reguero violeta, de Ciudad Real y de Albacete, en manifestaciones tan numerosas que no se recuerdan, o de Cuenca, en donde se han juntado miles de personas de manera excepcional en su historia de protestas. Concentraciones ante los ayuntamientos de los sindicatos y de los colectivos profesionales en huelga. Valladolid paralizada, como Gijón. Y las imágenes de otras capitales, siempre idénticas en reflejar la presencia innumerable de mujeres y de hombres apoderándose del espacio público reivindicando igualdad y libertad en el rechazo de un mundo construido sobre la violencia del capital y del patriarcado. Las imágenes más impactantes son desde luego las de Madrid. Un mar violeta que se desparramó ya desde mediodía, por toda la ciudad apoderándose de sus calles para afirmar la inevitabilidad de una nueva forma de gobernar, democrática e igualitaria.

Es muy importante la presencia de los sindicatos en este proceso. Constituye un paso adelante que revela los cambios que se han producido – y se están todavía desarrollando – en el diseño del proyecto de regulación general del trabajo que éstos llevan adelante. Y asimismo da muestra del cambio progresivo en la cultura sindical respecto de las ideologías de género. La mirada con la que se afronta el trabajo y los derechos derivados del mismo, o la forma en la que se explica y combate la precariedad, está siendo modificada y enriquecida por la perspectiva de género de manera mucho más rápida que en el inmediato pasado. Lo relevante hoy es que el sindicalismo confederal español ha conectado de forma directa la protesta que se expresaba este 8 de marzo con el trabajo concreto en grandes empresas y en sectores importantes de servicios, fundamentalmente la enseñanza, y ha sabido especificar en unos elementos fundamentales – las reivindicaciones sobre la brecha salarial y la exigencia de una ley de paridad retributiva, la lucha contra la precariedad y la reforma de la contratación temporal y a tiempo parcial, los planes de igualdad y los protocolos de abuso y de violencia en el trabajo – el hecho de la desigualdad económica y de poder que no sólo tiene un alcance social y cultural, sino que se asienta con fuerza en el espacio de la subordinación y dependencia del trabajo asalariado.

Esta confluencia virtuosa con el movimiento feminista implica que la forma sindicato – y especialmente el sindicato representativo -  ha sabido integrar su modo de operar con un método de construir la acción colectiva de abajo a arriba, como ha ido efectuando el movimiento feminista, confluyendo por tanto desde sus propias reglas de formación de la voluntad colectiva de las y los trabajadores, en esta movilización formidable. Y ello constituye además un dato original del sindicalismo español respecto del estadio de evolución en el que se encuentran otros sindicalismos de su misma área cultural en Europa. La huelga feminista ha sido también una huelga laboral importante, porque ha habido un intenso trabajo sindical que ha desembocado en datos muy relevantes: entre cuatro y seis millones de trabajadoras y trabajadores han realizado paros parciales, asambleas y han dejado de asistir a su trabajo el 8 de marzo. Esta es asimismo una característica diferenciadora respecto de otras áreas sindicales de nuestro entorno que no han integrado la acción colectiva de rechazo del trabajo a su apoyo a las reivindicaciones del 8 de marzo.

El 8 de marzo, con su formidable movilización ciudadana, simboliza un acto de insubordinación y de desgobierno, entendido, según ha escrito Laura Mora, como expresión de que las mujeres defienden su ingobernabilidad por quienes hasta ahora les gobiernan y afirman en consecuencia su insumisión ante un estado de cosas que somete violentamente a las mujeres al mercado, a la sobre explotación y a la desigualdad. Los actos de masas del 8 de marzo hacen imposible que se retire a las mujeres la voz y la palabra. Un momento para “seguir profundizando, de ponernos en valor y en cuestión, de hacernos entender, de nombrar con criterio, de protegernos”

La trascendencia política de esta movilización es evidente, casi al mismo nivel que su relevancia cultural y social. El problema a partir de ahora es el de saber mantener esa tensión y esa presión en un proceso que inevitablemente tiene que confrontarse con un marco institucional y político extremadamente opaco – cuando no hostil – a este impulso nivelador e igualitario. No es previsible que en un futuro inmediato esta movilización pueda transformar el espacio político-electoral y orientar modificaciones en lo que se viene a denominar “gobernanza” económica y social del país que obedece al diseño de las instituciones financieras globales. Pero sin duda puede desplazar su campo de acción hacia otros espacios más determinados, desde la enseñanza, la investigación y la cultura, hasta la represión de la violencia de género y los lugares de trabajo, la negociación colectiva y la práctica sindical. Será un proceso largo y constante, pero necesario, en el que el cuestionamiento de lo existente estará acompañado de un correlativo pluralismo ideológico y de opinión que conllevará posiblemente profundas críticas entre los sujetos involucrados en el mismo. Ese cuestionamiento plural y recíproco es importante para crecer culturalmente y en densidad política, pero debe siempre efectuarse manteniendo el espacio de unidad que ha permitido confluir en esta inmensa movilización del 8 de marzo. Un espacio unitario por preservar como la clave de futuros y próximos avances.


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