lunes, 22 de octubre de 2018

HISTORIA Y MEMORIA. A PROPÓSITO DEL ENTERRAMIENTO DEL DICTADOR EN LA CATEDRAL DE MADRID.



La revista AMNIS, que se subtitula “Revista de civilización contemporánea: Europas / Américas”, que publica la Universidad de Aix-Marseille en Francia y cuya página se puede encontrar aquí http://amnis.revues.org/ , ha hecho una llamada para publicar originales en un número monográfico dedicado a “El pasado en el presente. Historia y memorias, una problemática esencial para las sociedades contemporáneas (Europa-América)”. Más allá del evento que proponen, es extremadamente interesante su reflexión sobre la relación entre historia y memoria, y en particular el “cuestionamiento” del pasado que ambas nociones plantean.

El tema es muy importante en España, en donde se vuelve a plantear con urgencia el tema de la memoria histórica en relación con la exhumación de los restos del dictador y su previsible traslado a la Catedral de la Almudena de Madrid, cerca de la Plaza de Oriente donde se celebraron los rituales homenajes populares al caudillismo en que se basaba el Régimen, recordando así de manera permanente el amparo, también después de muerto, de la jerarquía de la iglesia católica española a la opresión y al sufrimiento causado por la dictadura franquista.

El texto de la invitación a publicar – lo que nosotros en castellano llamamos call for papers- contiene interesantes reflexiones sobre el papel de la memoria y la relación de las sociedades presentes con la historia.

Este número pretende abrir un espacio interdisciplinar de reflexión sobre la forma en la que la memoria, o más bien las memorias, de destacados acontecimientos históricos del siglo XX y de sus consecuencias, orienta el devenir de las sociedades contemporáneas. A pesar del tiempo transcurrido, a veces más de un siglo, con frecuencia varias décadas, la memoria de los numerosos conflictos que recorrieron el último siglo, de la Primera Guerra Mundial a la purificación étnica en los Balcanes, sin olvidar los procesos revolucionarios y las numerosas dictaduras que ensangrentaron Europa y América Latina, persiste en numerosos debates y no cesa de interpelarnos sobre el peso de la historia, pero también sobre nuestra lectura e interpretación de un pasado «que no pasa» (H. Rousso). Este fenómeno, además, plantea la cuestión del funcionamiento de las sociedades contemporáneas y de su relación con la historia.

Se abordan problemáticas esenciales para la comprensión de las relaciones fluctuantes entre la memoria, la historia, las ciencias sociales, las artes y la creación en general a principios del siglo XXI, siglo caracterizado por la inversión definitiva de los procesos tradicionales de acceso al pasado. Si hasta los años noventa la historia escrita desempeñaba un destacado papel en la configuración de la memoria de la colectividad, desde entonces la memoria se ha transformado progresivamente en fuente de una nueva historia. Como lo recuerda Pierre Nora: «el final de la historia-memoria ha multiplicado las memorias particulares que reclaman su propia historia».

Desde finales de los años ochenta, los estrechos vínculos entre historia y memoria no han cesado de evolucionar y, aunque las distinciones epistemológicas avanzadas por Pierre Nora siguen vigentes, otros historiadores han contribuido también a cuestionar la firmeza de las murallas erigidas entre estas dos categorías. Para Gérard Noiriel, la diferencia principal entre la historia y la memoria «no reside en el método o en la relación con los archivos. Esta se sitúa en el tipo de cuestionamiento dirigido al pasado. La principal preocupación de los productores de memoria es “salvar del olvido”, o rehabilitar a los individuos y grupos que tienen su apoyo. Mientras que el papel del historiador consiste en elaborar cuestionamientos que le permitirán comprender mejor, o incluso explicar, el pasado, con la esperanza de que eso pueda ayudar a los hombres de hoy». Por su parte, Enzo Traverso considera que la relación entre historia y memoria se ha reconfigurado «como una tensión dinámica» y, sin negar su antinomia, hace un llamamiento a tener en cuenta la influencia que la historia puede tener sobre la memoria «obligándola a transformarse en análisis reflexivo y en discurso crítico» y se pregunta en qué medida la memoria puede también contribuir a indicar a la historia «sus puntos ciegos y sus generalizaciones precipitadas». Más recientemente, la última obra de Philippe Joutard pregona una alianza necesaria entre historia y memorias, recordándonos cómo la memoria puede ayudar a los historiadores a preguntarse sobre realidades inaccesibles, mientras que la historia puede facilitar la cohabitación de memorias rivales.

En España en efecto, la historia se pretende revisar y se inunda de noticias falsas y de las llamadas pos-verdades mientras se niega la memoria.

Entre nosotros, en efecto, se ha extendido un elogio del olvido, la afirmación consciente de que las personas que sufrieron los embates de la dictadura, que fueron sus víctimas, no tienen derecho a exigir su presencia en la historia y a reivindicar su memoria. No pueden seguir siendo los olvidados de nuestra historia actual. El cuestionamiento del pasado comienza por la recuperación de esa memoria de los vencidos y de las personas que sufrieron cárcel, torturas, despidos o exclusión social y profesional por su compromiso con la democracia y la libertad.

La memoria implica también resituar a los verdugos en el lugar que les corresponde en la historia. El lugar de los restos del dictador no puede ser una Catedral, que ocupa un lugar público transitado por miles de ciudadanos que contemplarán como se honra en este país al aliado de Hitler y Mussolini. Y ya que la Iglesia Católica no tiene sensibilidad ante lo que esta acogida al tirano significa, el respeto a la memoria de quienes sufrieron persecución, sufrimiento y muerte por causa de la libertad y de la justicia tendrá que hacerlo valer el poder público. La democracia de hoy no puede ser neutral ante este hecho.

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