En los
últimos días, hemos sido bombardeados con la inminencia de una manifestación en
la Plaza de Colón de Madrid que tenía por objetivo preservar la unidad de la
nación española y que había sido precedida de una fuerte descalificación
personal y política del presidente del gobierno a cargo de los dirigentes
políticos de la oposición tripartita en la que se integran, por orden de
gradación a la derecha extrema Ciudadanos, Partido Popular y Vox. La manifestación ha generado a su
vez innumerables comentarios sobre la base de la fotografía final de la misma con los tres partidos en pie de igualdad y
la presencia en la concentración de significativas personas e instituciones, desde el
ex ministro del interior Corcuera, y la
incorporación del Sindicato Unificado de
Policía (SUP) a la pancarta de Abascal,
el líder de Vox, hasta el vedetismo de dos personajes mediáticos, el premio
nobel Vargas Llosa y el ex ministro
socialista francés Manuel Valls, flamante
candidato a alcalde de Barcelona.
La temática sobre la que se
construye la protesta era, como se sabe, la negociación del gobierno con los
independentistas catalanes en el marco de las conversaciones para obtener el
apoyo a los presupuestos presentados en el congreso, unos presupuestos que en
líneas generales responden a unos acuerdos con Unidos Podemos y que plantean
una mayor capacidad de gasto social y de inversiones. La protesta de la derecha
no habla de este objetivo sino de la “traición” que supone intentar abrir un
proceso de diálogo con el presidente de la Generalitat y los partidos que
gobiernan Catalunya, lo que para este frente tripartito de partidos supone una
claudicación de la idea nacional y por tanto un motivo seguro para la
destitución del presidente del gobierno.
Todos hablan / hablamos de este
asunto. Nadie sin embargo coloca la agenda social en el centro de las
preocupaciones del país, como si la opinión pública no pudiera debatir más que
a propósito de la estructura emocional de la nación española, envuelta en el
color rojigualda de la bandera omnipresente.
Y sin embargo, coincidiendo con este
evento político interno, se han producido en toda Europa en la semana pasada
algunos hechos que deberían haber llamado la atención de los medios de
comunicación. Si la convergencia entre la CGT francesa y el movimiento de los
Chalecos Amarillos a partir de una huelga general el 5 de febrero no mereció
apenas comentarios, mucho más en sordina pasó la convocatoria de una asamblea
de cuadros sindicales de CCOO y UGT realizada en Madrid, en la Caja Mágica, el
8 de febrero viernes, con la asistencia de 10.000 delegadas y delegados en un
mar de banderas rojas y violetas. Bajo el tema de “Más Hechos, menos palabras”,
la asamblea sindical se inscribía en la campaña
de movilización acordada por las dos centrales para exigir a las organizaciones
empresariales el cumplimiento de los acuerdos alcanzados en el IV Acuerdo para
el Empleo y la Negociación Colectiva; para exigir la aprobación de los
consensos alcanzados con el Gobierno en las mesas de diálogo social para
mejorar derechos laborales y sociales, así como la derogación de la reforma de
pensiones de 2013; para impulsar la lucha por la igualdad y contra la brecha
salarial; para establecer un contrapeso a las presiones que recibe el Gobierno
para concretar avances sociales, y para romper el bloque sistemático que ejerce
la mesa del Congreso y los grupos parlamentarios a las reformas que necesitan
los trabajadores y trabajadoras. Un conjunto de temas cuya relevancia y
trascendencia son evidentes, pero que apenas llamó la atención de algunos
comentaristas económicos y un discreto lugar en las páginas interiores de los
periódicos digitales al uso.
La movilización sindical en
España no tenía nivel para situarse en las primeras noticias del día, pese a
los muy cuidados e interesantes discursos de Pepe Álvarez y Unai Sordo,
cuyo contenido debería ser escuchado con atención, y no solo por el Gobierno. Pero tampoco la inmensa manifestación
sindical unitaria que al día siguiente, 9 de febrero, colapsó Roma y llenó la
plaza de San Juan de Letrán de aquella ciudad en donde el recién elegido secretario general de la
CGIL, Maurizio Landini exigió que el
gobierno escuchara al pueblo del trabajo y cambiara el rumbo de la política
económica, un discurso que no sólo no ha gustado a los miembros de la Lega de
ese gobierno, sino que ha sido atacado en toda la línea por el inspirador del
Movimiento 5 estrellas - ¿el relator
del movimiento? – Beppe Grillo.
Tampoco la huelga general prevista para mañana, 13 de febrero en Bélgica
merecerá una sola nota de redacción de los periódicos ni desde luego las
televisiones.
El trabajo no es ya un espacio
sobre el que la información está interesada. Invisibilizándolo como elemento
social y político, es decir como elemento central de la cohesión social y como
clave de la inclusión democrática de las clases subalternas que propenden a
construir espacios más amplios de ciudadanía social, se esconde también y
fundamentalmente la figura social que lo representa, el sindicato como
representante general de éste. La idea es la de desplazar el centro de gravedad
de la discusión política hacia un espacio de debate alimentado por la
crispación y el conflicto perpetuo con instituciones y adversarios
predeterminados cuya solución a través de transacciones mutuas tras el
conflicto no es aceptada y se denuncia como una práctica incompatible con la
democracia.
La libertad de información se transmuta en libertad de empresa, la que rige los propósitos de los grupos económicos que dominan los principales medios de comunicación privados en nuestro país. La pedagogía que llevan a cabo
los medios de comunicación y a la que se arrastra a la opinión pública española
– con la complicidad, voluntaria o forzosa, de los partidos democráticos –
descorporeiza la realidad social que refleja la problemática material del
trabajo y fomenta el desdibujamiento de los sindicatos, una subjetividad potente
y activa que sin embargo es borrada del espacio virtual con la idea de obtener
su desvitalización efectiva en la vida real, alejando de las preocupaciones
inmediatas de la ciudadanía los temas que deberían ser su preocupación más
acuciante: la nivelación salarial y la recuperación de condiciones de trabajo a
través de la negociación colectiva, la revalorización de las pensiones y la
derogación del factor de sostenibilidad, la reversión de los elementos más
negativos de la reforma laboral del 2012, cuyo séptimo aniversario tampoco ha
sido recordado posiblemente para que no se pudiera hablar de las consecuencias gravosas de devaluación salarial e incremento exponencial de la desigualdad como efecto inmediato de estos procesos normativos.
Es este por tanto un aspecto
extremadamente negativo que complica de forma adicional la situación de los
sindicatos en nuestro país. Un país acostumbrado a la mentira y a los insultos
como práctica habitual de una estrategia de la crispación que desprecia y
excluye cualquier planteamiento divergente del proyecto autoritario que se
quiere imponer como forma “nacional” frente a la forma democrática y la
complejidad que ésta reúne. Un país donde el símbolo más evidente de la
tolerancia cómplice del oligopolio de los medios de comunicación con la
ultraderecha es la presencia de tres periodistas leyendo un manifiesto plagado
de mentiras e inexactitudes, tres profesionales de la información cuya praxis
asume la falsedad y el odio como ejercicio cotidiano de su actividad.
Reaccionar frente a esta construcción
inducida de una realidad proto-fascista de la que el trabajo es inexistente
porque se le niega una cualidad política o social diversa de su condición
estricta de mercancía, y, en la que consecuentemente, se anula la presencia, la
voz y la imagen de las figuras sociales que lo representan, los sindicatos, es
cada vez más urgente. Una tarea en la que hay que ser conscientes que la
democracia se juega mucho y las y los trabajadores bastante más.
¡Magnífica y necesaria entrada del blog!
ResponderEliminarCabría hacer una llamada de atención también a aquellos medios de información independientes económicamente que, pese a ello, han tratado las manifestaciones sindicales del mismo modo que si de tratara de aquellos otros empotrados en los grupos económicos más neoliberales.
El momento actual parece exigir una especial responsabilidad política por parte de todos, no solo de nuestros representantes políticos, grupos parlamentarios o partidos.
La desmesurada información sobre la concentración del domingo, así como la absoluta invisibilidad de las manifestaciones sindicales del 8-F resultan actos de los medios de comunicación a todas luces irresponsables.
Gracias por la llamada de atención sobre el tema, prof. Baylos!
ESTA MISMA REALIDAD VIVIMOS EN ARGENTINA RESPECTO A EL ACCIONAR DE LAS ASOCIACIONES GREMIALES COMBATIVAS -.
ResponderEliminarHola Antonio como estás? Veo que se repiten los métodos aquí y allí. La invisibilidad de los conflictos llevó necesariamente a la invisibilidad de los sujetos. Es muy preocupante--- Vale intentar métodos de penetración de cerco mediático por lo menos en materia de derechos. Abrazo
ResponderEliminarHoracio Meguira, Buenos Aires
Antonio, Tus reflexiones sobre la invisibilidad de lo sindical -rectius, de todo lo relacionado con los trabajadores, coherente con el hecho de que hemos dejado de serlo para transformarnos en sujetos consumidores autónomos en el marco del mercado autorregulado (Paco Vázquez, un filósofo gaditano ahora entregado a lo estudios sobre gastronomía, dixit)- me parecen estupendas. Me sorprende que a veces olvidemos que esto es la que hay: que no se trata de un descuido coyuntural por parte de informantes-deformantes o de gobernantes de gobernanza , sino de una política negacionista -de clases, de expotados y explotadores- estructural.
ResponderEliminarEstas reflexiones blogeras me han recordado otro trabajo tuyo -que ya no ubico aunque cito reiteradamente- sobre la relativización de la siniestralidad laboral: una forma de delincuencia, normalmente por imprudencia pero siempre generada por el ánimo de lucro (rapiña). que en los medios ocupa lugares subalternos, frente a otros delitos estrella en los que el elemento clase no es tan relevante: terrorismo, violencia machista, seguridad vial, etc. Los delitos contra la vida y salud de los trabajadores ocupan lugarse subalternos en los medios, a pesar de que, por la dimensión cuantitativa, ocupan el primer lugar en las estadísticas. Que nadie consulta.
Abrazos.
Juan T. desde la bahia de Cádiz
Jose Luis López Bulla, en el blog Metiendo Bulla, se refiere a esta entrada aqui.
ResponderEliminarhttps://lopezbulla.blogspot.com/2019/02/sobre-la-invisibilidad-del-sindicato.html?fbclid=IwAR3HbNEZybhiIXTx26lC_NW3hSoKyoAvMXpQhi8J3PTQGptE6bnqM7uM65Y