En el
proceso electoral que tendrá lugar el domingo 26 de mayo la atención mediática
se concentra en los resultados que pueden obtenerse en las grandes ciudades, y
en especial en aquellas en las que hace cuatro años triunfaron las candidaturas
ciudadanas impulsadas por la izquierda política y movimientos sociales de todo
tipo, o en las elecciones autonómicas que se van a celebrar y el posible vuelco
de las mayorías hasta el momento vigentes en el gobierno de las mismas. Una
atención muy residual se destina a las elecciones europeas, cooperando así a la
idea de que se trata de un proceso electoral de segundo orden que ayuda a
conformar un órgano de escasas competencias e influencia.
Esta desatención ha hecho que
cayera en el vacío el importante llamamiento que tanto UGT como CCOO han
efectuado a sus afiliados y al resto de la sociedad para expresar los
contenidos que a su juicio deben ser defendidos en la conformación del nuevo
Parlamento europeo en el 2019, que se prolongará por cinco años hasta las
siguientes elecciones. El llamamiento, que reivindica una Europa progresista y
democrática, es especialmente valioso en un contexto político en el que el
empoderamiento de la extrema derecha en cada vez más países de la Unión Europea
tampoco ha sido resaltado ante la opinión pública. En efecto, el mítin que se ha
realizado el sábado 18 de mayo en Milán, que ha entronizado a Matteo Salvini - presidente del consejo de ministros
italiano, no lo olvidemos - como líder indiscutible de las derechas
soberanistas y xenófobas, ante formaciones políticas correspondientes
a 11 países europeos entre los que sobresalía Francia y Marine Le Pen, es un dato extremadamente preocupante del que
seguramente entre nosotros no se ha querido dar el relieve que se merecía esta
amenaza autoritaria por el hecho de que Vox, el partido ultraderechista
español, no haya participado en él, posiblemente porque dudaba entre su impulso neoliberal y su discurso nacionalista y autoritario. La falta de conexión con la realidad
política española es suficiente por tanto para que los grandes medios obvien
esta noticia, como si la situación de la correlación de fuerzas que se está
desarrollando en Europa tras la larga etapa de las políticas de austeridad no
influyera decisivamente en el desarrollo de las estrategias y programas de gobierno
en este país.
No es por tanto casual que este
llamamiento sindical de las dos grandes confederaciones más representativas
españolas, efectuadas por separado con arreglo sin embargo a unos objetivos
comunes, apenas haya tenido cabida ni repercusión en las noticias del momento,
centradas en lo que se interpreta como una “segunda vuelta” de las elecciones
generales de abril de 2019 en las que se juega la definición de la potencia de
las fuerzas de la derecha, la confirmación de un apoyo significativo al PSOE y
la subsistencia de las candidaturas ciudadanas propulsadas por la izquierda que
ahora se presenta dividida en varios puntos clave.
Sin embargo, es evidente que las
listas electorales que los distintos partidos han presentado al parlamento
europeo están compuestas por importantes personalidades muy relevantes dentro
del pensamiento político de las respectivas formaciones políticas. Dejando de
lado el caso de Dolors Montserrat, cuya
presencia en la cabeza de lista del PP se debe interpretar como una dulce
recompensa a sus dislates parlamentarios, tanto Luis Garicano por Ciudadanos como Josep Borrell por el PSOE son indicativos de los idearios que ambos
partidos pueden desempeñar en la Eurocámara, el primero desde la defensa de las
posiciones más liberales y continuistas de las políticas de austeridad y las
libertades económicas, la oposición a un sistema fiscal europeo y la reducción
del gasto público, el segundo, recuperando las propuestas socialdemócratas que
intentan concretar el pilar social en iniciativas de alcance, como el salario
mínimo europeo y una vaga promesa de una prestación por desempleo
“complementaria” que relanzarían la idea de una Europa Social.
La lista de Unidas Podemos es,
sin duda, la más atractiva para una perspectiva democrática y de progreso,
tanto por la presencia de Maria Eugenia
Rodriguez Palop, una intelectual respetada y activa en el desarrollo de los
derechos humanos, que conecta con la necesidad de una Europa con más democracia
y derechos y con políticas de inmigración que respeten los textos internacionales
en esta materia, como por la de Ernest
Urtasun, que tiene ya una experiencia parlamentaria europea y que se
concentra en la necesidad de una transición ecológica y ambiental que
revaloriza la problemática del cambio climático y la adopción de medidas
correctoras de este desastre que se avecina. Esta lista electoral es sin duda
la que personifica el compromiso con una Europa democrática, solidaria e
igualitaria, que es uno de los puntos centrales del llamamiento sindical, junto
con las medidas que se agrupan bajo la rúbrica que defiende una Europa de las personas,
y no solo de los mercados, una Europa de los derechos de ciudadanía y de los
servicios públicos. Una Europa feminista y que camine hacia una transición
justa hacia la economía digital y por la protección del medio ambiente y la
sostenibilidad.
En los debates sobre Europa esta
dimensión política y ciudadana es la que prevalece. Y en gran medida la
focalización de las discusiones sobre el problema de la inmigración, que es el
caballo de batalla de la extrema derecha, obliga justamente a revalorizar este
enfoque de derechos de ciudadanía. Igualmente es decisivo el debate sobre la
imposibilidad de concebir el futuro desde una posición puramente nacional y
soberana, sino a partir de una concepción supranacional que se asiente sobre un
fuerte sistema democrático de contrapesos y poderes y sobre un sistema potente
de derechos. Sobre ambos temas ha intervenido con gran contundencia Rodriguez Palop en debates y
entrevistas. Pero es también conveniente recordar la importancia que debe tener
una Europa de los y las trabajadoras, una Europa social. CC.OO. y UGT han
señalado con claridad algunas propuestas desde la reivindicación del restablecimiento
de un nuevo “contrato social”. Estas propuestas son muy concretas y evidentes.
A) El
Pilar Europeo de Derechos Sociales no puede agotarse en vagas declaraciones
genéricas sino incluir un catálogo preciso de derechos mínimos y vinculantes
para todos los Estados miembros que tenga una dotación económica suficiente. No
basta con que se haya revitalizado la producción de normas europeas en política
social, como la directiva sobre desplazamiento de trabajadores o la Directiva
sobre transparencia en las condiciones contractuales de trabajo. Es preciso
avanzar en la consecución de objetivos centrales de respeto y garantía de un
mínimo de derechos que se relacionen con los reconocidos en la Carta De
derechos fundamentales de la Unión europea y le den efectividad a los mismos en
el ámbito europeo.
B) Incorporar
un “Protocolo de progreso social en el Tratado de la UE”, que garantice que las
libertades económicas y las reglas de la competencia no tengan prioridad sobre
los derechos sociales fundamentales y el progreso social, y que en caso de
conflicto los derechos sociales tengan prevalencia sobre los económicos. Se
trata de una reivindicación esencial que el movimiento sindical europeo lleva
reivindicando desde la restricción de derechos de acción colectiva frente a las
libertades económicas de establecimiento y de prestación de servicios que se
desprende de la jurisprudencia del Tribunal de justicia en el llamado “Cuarteto
Laval”, y sobre el que ya hay
propuestas técnicamente muy avanzadas. En el próximo número de la Revista de Derecho Social que aparecerá
en junio de este año, el profesor Antonio
García Muñoz publicará un artículo en el que aparece esta propuesta detalladamente
explicada.
C) Creación
de un “Semestre económico y social” - en
paralelo al semestre europeo de coordinación de las políticas económicas y
presupuestarias de los miembros de la UE como regla proveniente de la
gobernanza europea tras la crisis- donde se establezcan al mismo nivel
obligaciones de carácter presupuestario y económico y de carácter social; con
indicadores de cumplimiento y sanciones por incumplimiento de las obligaciones
en materia social, tal y como ya existen para la inobservancia de las
obligaciones económicas.
A estas tres reivindicaciones muy
concretas, los sindicatos ponen también en valor una Europa del Trabajo
Decente, en consonancia con el centenario de la OIT y la vigencia universal de
esta noción, que se tiene que incorporar a las reglas y prácticas de la Unión
Europea. Esta mirada sobre la Europa social lleva consigo también tres
objetivos muy claros.
A) Debe
garantizarse una negociación colectiva fuerte y eficiente, lo que pasa por una
Legislación de la UE y nacional que refuerce la capacidad de los interlocutores
sociales para fortalecer la negociación y la aplicación de los convenios
colectivos y ampliar su cobertura entre las y los trabajadores. Los sindicatos
deben poder ejercer libremente sus actividades como actores sociopolíticos. No
puede limitarse el derecho a la huelga, ni a la defensa colectiva de los
derechos laborales, ni coartar la acción de los sindicatos.
B) Debe
garantizarse un salario mínimo en la UE que establezca un nivel de ingresos
digno para todos y todas las trabajadoras, y además evite el dumping social y
la discriminación salarial y de condiciones de trabajo entre la ciudadanía de
la Unión Europea.
C) Debe
asegurarse la protección social, incluida la protección por desempleo, a toda
la ciudadanía de la Unión Europea. No se trata por tanto solo de consolidar y
perfeccionar el principio básico de la seguridad social europea previstos en
los Reglamentos comunitarios sobre la base de favorecer la libre circulación de
trabajadores dentro de la UE, sino de saltar a una concepción más plena de la
protección social que impulse la lucha contra la pobreza y la exclusión social
y que en concreto también debe llevar aparejada la creación de una prestación
europea de protección del desempleo.
La defensa de este programa es
una condición necesaria para poder edificar la Europa democrática, igualitaria,
feminista y sostenible que constituye el eje de las fuerzas del cambio y del
progreso. Situar en el primer plano del debate estas reivindicaciones permitirá
que la problemática europea se enlace fácilmente con las necesidades de una
existencia social cotidiana que solo adquieren sentido en una perspectiva
multiescalar, desde el ámbito de lo local al supranacional, pasando por lo
regional y nacional-estatal. Es fundamental señalarlo y hacerlo conocer entre
la ciudadanía que está convocada a las urnas el domingo 26 de mayo.
ResponderEliminarUna entrada interesante y necesaria. Desde luego es una oportunidad perdida que no se hable sobre la Unión Europea en estas elecciones; sus contenidos y los problemas a que se enfrenta. Sobre la mesa esta una politización de la Unión como nunca antes se había dado, lo que sin duda debería ser una buena noticia para avanzar en la construcción democrática de la integración y debería haber obligado a confrontar proyectos politicos que explicasen a la ciudadanía que problemas debe enfrentar la Unión y qué soluciones se proponen.
En cambio, parece que en España el foco sigue exclusivamente el lo local/nacional. Pero tampoco en otras latitudes el debate es de mayor calidad, polarizado en un si o no a la Unión sin debatir sobre sus contenidos. Evidentemente pesa la amenaza de la desintegración representada por la ultraderecha, pero debería haber sido posible un debate sobre los contenidos, e incluso una crítica del funcionamiento actual que, sin negar el todo (el objetivo de construir una Union Europea) discrepase del cómo (una orientación neoliberal). Posiblemente la falta de este debate alimenta la indiferencia de la ciudadanía e, indirectamente, da alas al discurso anti-UE.
Saludos desde Frankfurt!
A.