martes, 27 de agosto de 2019

LA EDAD DE LA INDECENCIA. LA CAPTURA DE LA POLÍTICA POR LA CODICIA CORPORATIVA.



Acaba Agosto y los noticiarios se afanan por dar inicio a un comienzo del curso político que en España está marcado por la reválida en septiembre de la investidura del presidente de gobierno o por el contrario la convocatoria de nuevas elecciones al no conseguirse los consensos en torno a la misma. Pero entre las noticias de estos días ha aparecido una que no ha sido resaltada, el fallecimiento de un millonario americano, Koch, del que se nos hace saber que era un prohombre conservador que tuvo gran influencia en la consolidación del pensamiento derechista en los USA. En realidad era un personaje más siniestro. Esa noticia me ha llegado precisamente mientras terminaba de leer el muy interesante libro de Bernie Sanders que lleva por título Nuestra revolución. Un futuro en el que creer, que se ha publicado en castellano en el 2018 por Lola Books, con un prólogo de Pablo Iglesias, y traducción del inglés de Carlos García Hernández.

El libro tiene dos partes bien marcadas, en la primera se narra de forma detallada el por qué y el cómo el senador por Vermont Bernie Sanders decide presentarse como candidato a la Presidencia de los Estados Unidos a finales de mayo del 2015, y el largo recorrido de las elecciones primarias a través de una lucha muy sostenida con la candidata del establishment del Partido Demócrata, Hillary Clinton, hasta el resultado final de su derrota en la Convención Nacional Demócrata donde obtuvo el 46% de los votos de los compromisarios en la misma. Es seguramente un relato bien trabado que consigue conectar directamente al lector con el ritmo frenético de encuentros, mítines, entrevistas y discursos que se describen con viveza, como una especie de diario de viaje. La segunda parte del libro se dedica a exponer el programa con arreglo al cual se debería articular una propuesta de gobierno alternativo en Estados Unidos, y tiene un doble valor, el de describir de forma muy minuciosa los principales problemas que aquejan a la sociedad norteamericana y el de suministrar un cuadro de referencia para una plataforma política y cultural de cambio social con mucha mayor vigencia actualmente ante el triunfo de Trump y su gobierno autoritario y fuertemente agresivo. La inminencia de los procesos electorales presidenciales en Estados Unidos plantea la cuestión de en qué medida este programa puede consolidarse como alternativa real al ser asumido en su mayoría por el Partido Demócrata en el entendimiento de que solo una radicalización de su proyecto de gobierno podría ser capaz de confrontar con el diseño autoritario y ultracapitalista de Trump y el Partido Republicano. Algo que con toda seguridad el establishment del Partido Demócrata no aceptará fácilmente.

Pero la coincidencia entre la noticia de la muerte de Koch y la lectura del libro de Sanders reposa justamente en que éste coloca como el primer elemento de su programa “la derrota de la oligarquía” que domina el gobierno, la economía y los medios de comunicación norteamericanos, que hace que los dueños de las grandes corporaciones en aquel país inviertan miles de millones de dólares no sólo en la defensa de sus intereses corporativos sino en la propia compra de los diputados y senadores y, naturalmente, en la propia selección del Presidente de los Estados Unidos. Entre la oligarquía a la que alude el libro, ocupa un lugar principal Koch, al que se le dedican varias páginas del libro. Los hermanos Koch son la segunda familia más rica de América con industrias fundamentalmente basadas en energías fósiles, y durante el primer mandato de Obama lograron reunir un pool de 18 multimillonarios norteamericanos para oponerse a las iniciativas de reforma del presidente y deslizar el país hacia la extrema derecha. Su primer gran éxito fue precisamente el conseguir que el Tribunal Supremo en el caso Citizen United permitiera que las corporaciones y los particulares efectuaran donaciones directas a los candidatos de su elección, pero su eje de pensamiento pasa por la reivindicación de una reducción generalizada de todos los impuestos, especialmente sobre las personas físicas y sociedades, eliminando cualquier sanción sobre su impago, con la tendencia hacia su eliminación completa (¡!). Están a favor de acabar con la Agencia del Medioambiente, porque son propietarios de una gran empresa de energía, y enuncian otras ideas en la misma dirección cuando se muestran a favor de abolir los programas Medicare y Medicaid de Obama, se oponen al sistema “fraudulento, arruinado y opresivo” de Seguridad Social, que debe ser sustituido por un plan de seguros privados, quieren anular el salario mínimo y condenan la escuela pública como un espacio de adoctrinamiento, de manera que debe cesar cualquier financiación pública de escuelas y universidades, solicitan la privatización de las autopistas y se oponen a cualquier proyecto de ayuda pública de asistencia social o de ayuda a los pobres y la exclusión social. 

Lo tremendo de este programa es que estos multimillonarios son quienes ayudan a financiar al Partido Republicano y en gran medida están en la base del programa de la presidencia actual. Se trata de una clase social envalentonada desde su absoluta opulencia que les hace desplegar una insolencia indecente en el desprecio a la mayoría de la población y de sus vidas, conectando directamente su codicia con el sufrimiento de la gente. No se trata sólo de un programa que se limite a los Estados Unidos, aun siendo ya importante puesto que se trata de la potencia que dirige la economía y la política global de forma unilateral y cada vez más grosera y autoritariamente, sino que se propone como un vector fundamental del pensamiento político que debe ser adoptado por la mayoría de las naciones desarrolladas. Es decir, que la indecencia de este programa que solemos llamar de ultraderecha es la línea política que se quiere imponer a las distintas fuerzas políticas que se encuentran instaladas en los países democráticos, desplazando el debate, la formación del pensamiento y la comunicación hacia la extrema derecha y el fascismo social. Un empuje transversal que se hace sentir sobre las fuerzas conservadoras en general, pero también se manifiesta en la creación de nuevas formas políticas de tonalidades reaccionarias, xenófobas y autoritarias como las que estamos conociendo en Europa, desde Orban , Le Pen o Salvini hasta Vox entre nosotros.

Sanders resume en una frase su propósito: “sacar al gran capital de la política”, y se fija en el tema de la financiación de las campañas electorales pero también en el propio procedimiento electoral, de manera que éste sea lo más participativo posible y refleje de la mejor manera las voluntades de quienes votan. Una reivindicación indispensable en Estados Unidos, donde el sistema electoral es complicado y está pensado para segregar y racializar el voto, de manera que la abstención electoral es impresionante y afecta a las clases más desfavorecidas, que piensan que la política no tiene que ver con su vida ordinaria y que en ningún caso puede cambiarla. Pero volver a situar el tema de la medición concreta de la voluntad del pueblo expresada en las elecciones en el centro de las preocupaciones del cambio social supone cuestionar la capacidad del sistema electoral de reflejar fielmente las mayorías pero también las minorías en un proceso de representación política, y ello es algo que debería volver a recuperar el pensamiento progresista en nuestro país, aunque por el momento lo haya descuidado.

Sanders resume los problemas a los que se enfrenta EEUU en la coexistencia de varios factores: una economía fraudulenta, un sistema de financiación electoral corrupto, un sistema de justicia penal fallido, la extraordinaria amenaza del cambio climático inatendida y la oposición frontal a acabar con la pobreza y a construir una amplia clase trabajadora que pueda vivir con seguridad económica y social en torno a un sistema de derechos individuales y colectivos, impidiendo una reforma migratoria imprescindible y la protección a los más vulnerables. Es un programa de gobierno reformista que en el contexto del neoliberalismo norteamericano suena a socialista. Pero es en definitiva la posibilidad de reformar desde la democracia un sistema económico que degrada las personas al considerarlas exclusivamente como mercancías de bajo coste.

No es un rasgo simplemente norteamericano. Estamos en la edad de la indecencia. Y no es privativa de estos multimillonarios, sino de las figuras que emergen como representantes políticos que obtienen representación suficiente de las mayorías en las elecciones democráticas. La trazabilidad de esta indecencia se encuentra en una variedad de discursos que se escuchan en Europa desde hace un tiempo. Muy recientemente, se ha podido instalar en el de la presidenta de la Comunidad de Madrid y en general el que sostienen sin apenas gradación Ciudadanos, Partido Popular y Vox, en un programa común, tiene mucho que ver con las ideas que, incluso casi textualmente, mantiene este discurso del capitalismo más agresivo. La captura del debate ideológico por este tipo de exigencias destructivas de cualquier idea de comunidad y que buscan ampliar de manera exponencial la desigualdad económica y social entre quienes no se consideran ya ciudadanos sino artículos de comercio en un mercado sin fin, es muy preocupante, pero es una realidad en la que estamos ya inmersos. Reaccionar contra esta deriva es imprescindible. Hoy sin embargo tenemos la posibilidad de impedir que estos planteamientos, que han ido cobrando cuerpo a través de la legislación de la crisis, sean contenidos y revertidos. Dar una oportunidad a quienes defienden la desigualdad y la opulencia sobre la vida y la inseguridad vital de las personas sería una gravísima irresponsabilidad política que confiemos en que no llegue a producirse. Estaremos atentos a lo que pueda suceder en los próximos días.


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