El
panorama mediático español sigue sumergido en una barahúnda ensordecedora que
protagoniza la derecha política en sus tres expresiones y que monopoliza la
atención de la ciudadanía al copar la cabecera de todos los informativos y las
portadas de los periódicos. Disparates como el veto parental, el “adoctrinamiento
comunista” a través de la programación docente en los centros públicos, o presunciones
de colusión y de connivencia criminal ante el anuncio de una revisión del
Código Penal, son los peregrinos acontecimientos que quieren atraer la atención
de oyentes y lectores y que se repiten machaconamente también en las redes
sociales entre argumentos y contra argumentos de sus usuarios. Pero más allá de
estas elucubraciones, en la realidad de las cosas que importan, se están
produciendo algunos hechos significativos.
Es decir, mientras tanto, pasan
cosas. En el Boletín Oficial del Estado, por ejemplo, un medio de comunicación
extremadamente relevante que determina situaciones jurídicas y materiales de
las personas, aunque sea un tema que no parezca preocupar mucho a los creadores
de opinión. En él, se han publicado dos decretos-leyes relevantes. En uno se
produce la revalorización de las pensiones en un 0,9 %, corrigiendo ya de forma
definitiva las previsiones presupuestarias heredadas del gobierno del PP. En
otro se da efectividad al Acuerdo firmado en 2018 entre el gobierno y los sindicatos
representativos en la Administración Pública (CCOO, UGT y CSIF), que establecía
un aumento salarial que sin embargo no había podido llevarse a cabo ante la
prórroga de los presupuestos de 2018 al no aprobarse los del año siguiente y posteriormente
no lograrse la investidura de un nuevo gobierno. En síntesis el acuerdo suponía
una subida fija del 2%, y de un 0,3% de fondos adicionales que se reparten para
la implantación de planes o proyectos de mejora de la productividad, además de un
incremento variable calculado en función del crecimiento del PIB, igual o superior al 2,5%,
que implicaría un 1% adicional, teniendo en cuenta que si el crecimiento del
PIB es inferior al 2,5 %, el incremento disminuirá proporcionalmente en función
de la reducción del crecimiento que se haya producido sobre dicho 2,5%.
Son dos elementos que afectan a
las pensiones y a las retribuciones del sector público que enlazan (y dan
efectividad) a una parte de las reivindicaciones sociales y sindicales de los
pensionistas, y que intentan comenzar a compensar la devaluación salarial que
los recortes derivados de las políticas de austeridad infligieron a los
empleados públicos a partir de los infaustos decretos leyes de 2010 y 2011. Pero
es evidente que una buena parte de la regulación de este sector se debe deferir
a la elaboración y en su caso aprobación de los Presupuestos Generales del
Estado. En ese texto – y en la capacidad política del gobierno de conseguir
agregar los consensos políticos mayoritarios para su aprobación – se encontrarán
medidas de más calado que deberían dar cumplimiento a compromisos importantes,
especialmente en relación con el sistema de pensiones.
Ayer por la tarde se produjo un
hecho extraordinariamente relevante para el sistema de relaciones laborales en
general. Como es bien conocido, se logró un acuerdo en el seno del diálogo
social, entre el sindicalismo confederal, el asociacionismo empresarial
representativo de la grande y pequeña empresa y el Ministerio de Trabajo sobre
el salario mínimo para el año 2020, fijándolo en 950 € mensuales en 14 pagas,
lo que representa un 5,5% de incremento anual, lo que hay que poner en relación
con que la inflación acumulada en 2019 ha sido del 0,8%, que es el porcentaje de
subida del IPC en nuestro país. Los sindicatos y la Ministra han insistido en que
se trata de un primer paso en un trayecto hacia la consecución del objetivo
pactado para que a finales de la legislatura el Salario Mínimo alcance los
1.200 €, que es el 60% de los salarios medios en España, tal como establece la
Carta social Europea y el Comité Europeo de Derechos Sociales. “Un paso firme
en un horizonte estratégico”, como ha resumido la ministra Yolanda Díaz.
La importancia del acuerdo no hay
que medirla sólo en sus propios términos, en la medida en que efectivamente
garantiza una retribución más equitativa en aquellos trabajos que no están
regulados por convenio colectivo, principalmente actividades precarias que
lindan con la informalidad o sectores débiles como el del hogar familiar o
sector agrario, que se calcula en dos millones de personas. Es un compromiso
relevante fundamentalmente por ello mismo, por haber podido mostrar que en
materia de regulación laboral es posible el acuerdo entre el empresariado, los
sindicatos y el gobierno sobre elementos centrales de las mismas. Se trata por
tanto de una señal que se lanza tanto al mundo de los agentes económicos, a los
mercados internacionales y desde luego al espacio de la política respecto de la
importancia que el diálogo social tiene como método de gobierno para este nuevo
Ministerio de Trabajo, no solo como forma de legitimación de sus políticas,
sino como forma concreta de gobernarlas, es decir, como tipo de gobernanza
social.
Constituye además un dato de
contraste respecto de lo que está sucediendo en la esfera concreta de las
relaciones políticas entre partidos. La ultraderecha y la derecha extrema están
apostando muy fuerte por la confrontación y la deslegitimación del gobierno
progresista, una estrategia que sin embargo no secunda el empresariado, que ha
apostado claramente por mantener una relación de colaboración (que naturalmente
no estará exenta de conflicto y de oposición a temas concretas) tanto con los
agentes sociales como con el poder público. Esta “particularidad” de la estrategia
empresarial es, de hecho, una divergencia con la estrategia
política de la derecha extrema, que si los medios de comunicación no estuvieran
atrapados en el barullo y en el ruido que construye la ultraderecha con la
preciosa ayuda de la derecha política, debería resaltarse y ser objeto de análisis
por los activos tertulianos y comentaristas.
El acuerdo sobre el salario
mínimo supone asimismo un desmentido a las posiciones mantenidas por algunas
instituciones financieras y económicas hostiles a cualquier incremento del
mismo, sobre la base del inveterado argumento de que destruiría empleo. El
gabinete de estudios del BBVA denuncia el efecto negativo sobre el empleo no en
la pérdida efectiva del mismo, que no se ha producido, sino en los empleos que
no se han creado, que calcula en 45.000, un 0,1% menos del crecimiento previsto.
Y el Banco de España, fiel a su obstinada posición antisocial, ha insistido en lo
negativo de esta medida. Asimismo, en los últimos debates, el sector agrario ha
insistido en que cualquier incremento del salario mínimo “ahogaría al campo”. El
acuerdo de la CEOE-CEPYME manifiesta por consiguiente el aval empresarial a una
medida que por otra parte es coherente con el compromiso adoptado en el IV AENC
con los sindicatos que cifraba el salario mínimo de convenio en 14.000 €
anuales en 14 pagas. La participación empresarial en el acuerdo se alinea por
tanto con la opinión de la Comisión Europea según la cual los aumentos – “moderados”
– del salario mínimo son funcionales al crecimiento económico e incluso, como
ha sucedido inmediatamente después de la crisis en países del esta europeo,
plenamente coherentes con la libre circulación y el desplazamiento de
trabajadores por la Unión.
El nuevo salario mínimo también
se inserta en la estrategia de la negociación colectiva, como se ha indicado. Funciona
presionando al alza la negociación colectiva de sector y por consiguiente impulsa
el proceso de recuperación salarial a través de la negociación colectiva que
progresivamente vaya nivelando la intensa devaluación salarial que ha sufrido
la clase trabajadora en nuestro país a partir de la ciega aplicación de las
políticas de austeridad entre 2010 y 2015. No hay pues contraposición entre
negociación colectiva y establecimiento de salario mínimo. La propuesta de la
Comisión europea de un salario mínimo europeo no lesiona la negociación colectiva
– como paradójicamente mantienen incluso planteamientos sindicales del norte de
Europa, como recientemente han sostenido los sindicatos suecos – sino que por
el contrario la favorece y la incentiva. En el caso español, este incremento
del salario mínimo empuja a los convenios sectoriales a incluir el compromiso del
IV AENC sobre el salario mínimo de convenio de 1000 € mensuales.
Un acontecimiento por tanto que
debe ser resaltado tanto por su contenido como por su significado político. Es
el primer acto de relevancia pública del Ministerio de Trabajo en el marco de un gobierno de
progreso. Y para ese primer acto se ha elegido el acuerdo en el marco del
diálogo social. La necesidad de afrontar el cambio social en medio del diálogo,
sin renunciar al conflicto ni a los elementos centrales del programa de gobierno,
pero sin incurrir en el cesarismo político que tradicionalmente conducía la
forma de regular el sistema laboral por parte de la derecha política de este
país. Expresa por consiguiente la forma democrática de gobierno que comparte y
debate el proyecto político que encarna éste con las visiones que los actores
sociales y económicos sostienen sobre los temas abordados, procediendo así a incluirlos
– en diferente medida ante cada cuestión concreta – en un esquema de gobernanza
muy interesante y atractiva. Una manera de profundizar la democracia que, frente al estruendo inútil de las imprecaciones de la ultraderecha, es importante reivindicar como seña de identidad de la acción política del gobierno.
Caro Antonio,
ResponderEliminarho inserito il tuo blog su Insight. Mi sembri giustamente ottimista.
Il primo successo è avere evitato un governo di una delle peggiori destre in Europa.
Credo che il problema di gran lunga più serio sia la Catalogna e, da questo punto di vista,
il sostegno al governo, sia pure dall’esterno,di uno di suoi partiti
più rappresentativi sia importantissima.
Più in generale la partecipazione di Podemos dovrebbe dare un’effettiva intonazione di sinistra,
affrontando sia il problema di una maggiore spinta alla crescita delle
regioni del centro e del sud particolarmente svantaggiate.
Sono politiche di crescita che impongono una spesa pubblica crescente,
a dispetto della stupida e autolesionista poltica di austerità imposta da Bruxelles.
Credo che su questo sia importante insistere.
Un abbraccio.
Tonino