Todos
conocemos que el gran problema de la regulación laboral es la desigualdad que
se produce entre trabajadores estables y precarios, entre la fragmentación y
segmentación del trabajo que hace que una parte importante de la ocupación (26,8%
en España) carezca de las garantías sobre el empleo que posibilitan en una
buena parte la efectividad de los derechos laborales. No es sólo un problema
que afecte al trabajo en el sector privado. Por el contrario, se proyecta
también, por causas diferentes, en el sector público, tanto a través de los
mecanismos de privatización / externalización de los servicios públicos como en
lo relativo al recorte del empleo público estable, y la menguada tasa de
reposición durante estos años, especialmente significativo tras las políticas
de austeridad, que imposibilitan la estabilización y el incremento de las
plantillas de empleados públicos, favoreciendo la contratación de personal
interino y temporal para la realización de las tareas que se deben llevar a
cabo por la Administración y las prestaciones de servicios que sobre ella
gravitan.
Un sector especial es el de la
enseñanza universitaria, donde la precariedad ha sido la fórmula empelada para
atender las exigencias de prestación del servicio desde el origen del
crecimiento y maduración del sistema de enseñanza superior desde el
tardofranquismo – el movimiento de los Profesores No Numerarios (PNNs), que agrupaba
los contratados (temporales) administrativos – y que fue paulatinamente
corregido en los años 80 al socaire tanto de la funcionarización operada por la
LOU como por la “primavera” del gasto universitario que se fue produciendo
acompasadamente a la consolidación del mapa universitario español diseminado en
las diferentes Comunidades Autónomas, fundamentalmente organizado sobre la base
provincial, salvo algunas excepciones interesantes de Universidades regionales,
como las del País Vasco, Castilla la Mancha o Extremadura. La crisis del 2008/2009,
que se concreta en los recortes salariales y de plantillas del 2010, tiene en
algunas Comunidades Autónomas una prolongación terrible a partir de marzo del
2011 con la victoria electoral del PP en una buena parte de gobiernos
autonómicos, como el de Castilla La Mancha, que incidió de la manera más brutal
en desarbolar la estructura de personal y de investigación de esta Universidad.
Simplemente conviene recordar los terribles recortes en investigación, de más
de un 60%, y la no declarada restructuración de plantillas, que llevó a
despedir (no renovar contratos era la expresión utilizada) a más de 200
profesores contratados en aquella Universidad, la UCLM.
El paso del tiempo – y el cambio
de gobierno autonómico, tras la etapa autolesiva de las políticas de austeridad
bajo los gobiernos del PP – no ha traído un cambio suficiente del desolador
panorama que acompaña a la docencia e investigación en la Universidad. Comoquiera
que sigue vigente la regla según la cual no es posible crecer en puestos de
trabajo estables por encima de las bajas producidas por fallecimiento y
jubilación, impidiendo por consiguiente el crecimiento de los docentes
universitarios a tiempo completo, esta indicación sólo permite la consolidación
de las plantillas de los funcionarios acreditados (que por tanto no suponen un
gasto adicional a la Universidad sobre el presupuestado). El servicio público
de la enseñanza superior adolece por tanto de la temporalidad de una buena
parte del personal encargado de su prestación, con plantillas cada vez más
inadecuadas para lograr los fines a los que teóricamente están encaminadas
tales servicios.
Hay además un déficit de
formación y de sustitución de plantillas envejecidas por personal nuevo con
plena dedicación universitaria. La mano de obra fundamental hoy para la
docencia universitaria es el personal contratado a tiempo parcial, los llamados
profesores asociados, que desempeñan una parte cada vez más importante de las
actividades docentes. La carencia de becas de formación del personal
universitario, la dificultad de encuadramiento y de desarrollo de los contratos
predoctorales del Personal Investigador en Formación (PIF) y la práctica
incapacidad para algunas Universidades y áreas – particularmente las Ciencias
Sociales – de atraer a docentes e investigadores que se hayan formado en el
extranjero, hace que la única forma de adquirir la condición docente e
investigadora sea la de concursar a una plaza de asociado a tiempo parcial, una
figura pensada para complementar la enseñanza universitaria con las
experiencias y habilidades prácticas de quienes tienen una actividad
profesional externa a la universidad, por lo que su remuneración es muy baja.
De esta manera quienes quieren dedicarse a la Universidad en exclusiva solo
pueden obtener un contrato por tiempo determinado, con una carga docente importante
de 180 horas de clase, para el que deben acreditar que son trabajadores
autónomos – y darse de alta en el RETA – o que tienen otro trabajo externo a la
universidad. Se trata de los llamados falsos asociados sobre los
que ya ha habido una abundante jurisprudencia del Tribunal Supremo respecto de
la indemnización debida en el caso de finalización de contrato o amortización
de la plaza.
Lo que cabe resaltar es que el
grupo de contratados laborales temporales, con salarios inferiores al SMI, que
en una buena parte de los casos está formado por quienes solo encuentran esta
vía para ingresar en el trabajo universitario, es cada vez más el contingente
sobre el que se basa predominantemente la docencia en nuestras Universidades. Frente
a las limitaciones que establecía la Ley respecto de un tanto por ciento de profesores
asociados en las plantillas universitarias que no podía sobrepasarse, las
restricciones presupuestarias dificultan extraordinariamente la convocatoria de
plazas de dedicación a tiempo completo, y la docencia reposa progresivamente en
estos sectores, precarios no solo por su carácter temporal sino
fundamentalmente por sus bajos salarios y las incertidumbres respecto a la
posibilidad de iniciar una trayectoria profesional tras la obtención del
doctorado. Estas personas además, no solo dan clases sino que participan en la
carrera individual de méritos que requiere la acreditación del personal en
formación, y siguen permaneciendo en el tiempo parcial pese a haber obtenido la
acreditación de la ANECA para las plazas de ayudante doctor o contratado doctor,
figuras contractuales de dedicación exclusiva que apenas se convocan por las
restricciones de plantilla citadas. De esta manera, los tiempos de
incorporación a un itinerario de carrera docente e investigadora se prolongan de
forma extraordinaria, dada la permanencia en esta situación precaria.
Frente a esta situación, se
pueden detectar ya movimientos colectivos, canalizados sindicalmente, para
encontrar una vía que solucione estos problemas y que trascienda la actuación
individual expresada en reclamaciones aisladas ante los tribunales,
principalmente para obtener una indemnización ante la no renovación de contrato
o la amortización del mismo. No es un problema exclusivamente nacional, en
otros países cercanos la precariedad del personal universitario es también endémica.
La diferencia principal es que en alguno de estos países, como en Italia, la organización
colectiva del conflicto ha sido muy relevante, unificando la condición de
precarios en la universidad con la que se da en la enseñanza no universitaria,
tanto en bachillerato como en la escuela media. Tras las movilizaciones del
2019, como consecuencia de las cuales se promulgó una ley que prometía 24.000
puestos estables a aquellos docentes precarios que tuvieran más de 36 meses de
servicio, esta cantidad se ha considerado claramente insuficiente para la “regularización”
de este fenómeno del precariado, que se calcula por los sindicatos en más de 180.000
personas en toda Italia. El caso es que para el 17 de marzo se ha convocado por
los cinco grandes sindicatos del sector (FLC CGIL, CISL Scuola, UIL Scuola RUA,
SNALS Confsal e GILDA Unams) una gran huelga general en la enseñanza para
combatir la precariedad en la enseñanza inserta en un proceso de negociación
que implica asimismo la renovación del convenio colectivo del sector, la
movilidad y la definición de un sistema estructural de habilitación.
Entre nosotros, y ciñéndonos exclusivamente
al tema de la universidad, la precariedad en este sector ha sido uno de los
objetivos que se señalan en el programa de la Coalición Progresista base del
gobierno actual. Junto a la precariedad de los docentes, se encuentra asimismo
la precariedad de los estudiantes bajo la forma de becas o colaboraciones no
laborales que desempeñan en muchas ocasiones las labores de administración y
servicios que la plantilla de la Universidad no puede efectuar: el personal de
las bibliotecas universitarias, por ejemplo, está servido mayoritariamente por
becarios o colaboradores voluntarios que carecen de derechos, y los Rectores se
rebelan ante la posibilidad de que tengan que cotizar por estas becas de
colaboración. La conjunción de estas situaciones de inestabilidad con otras afines,
como la determinación de posibles figuras contractuales nuevas y la renovación
de la negociación colectiva del personal laboral del PDI universitario,
prácticamente inexistente desde la reforma del Estatuto Básico del Empleo
Público en el 2012 autorizando a revocar los convenios colectivos laborales en
vigor, exige un tratamiento normativo nuevo.
Todo ello requiere una solución o
al menos plantearlo como problema colectivo y como un elemento que haga viable una
regulación respetuosa de los derechos que a su vez permiten una mejor prestación
del servicio público de la enseñanza universitaria de calidad. En estos
elementos se encuentra también la exigencia de la excelencia académica. La
interlocución política en este caso es además doble, porque afecta al recién
creado Ministerio de Universidades, pero también al Ministerio de Trabajo, que
tiene encomendada en el programa de gobierno una acción específica sobre la
temporalidad en el sector público y en concreto sobre la precariedad en la
universidad. Y parece ineludible que sean los sindicatos representativos del
sector quienes inicien los contactos para poder desarrollar un programa de actuación
con propuestas concretas de superación de esta situación de precariedad incompatible
con una universidad pública que ofrezca a la ciudadanía una enseñanza superior
accesible a todas y todos y de calidad
excelente.
.
Si maestro, una situación muy triste que requiere de una urgente intervención Sindical y/o politico-institucional. Además de la figura precaria de profesor asociado casi han oficializado el contrato más precario todavía de los llamados Profesores Sustitutos Interinos. Éstos últimos pensados para sustituir se han convertido en casi fijos, con bajas al finalizar el curso académico y alta cuando empieza, es decir, sin derecho a vacaciones u otros derechos laborales.
ResponderEliminarEdileny
De acuerdo con la lectura de la situación. Incluso aunque no se haga mención al Profesor Tutor de la UNED, que no se puede parchear simplemente. Exige una redefinición completa, porque forma parte de un problema estructural de la universidad española. Es hora, en efecto, de recomponer el escenario de las figuras contractuales de nuestra universidad
ResponderEliminar@JaimeDLCV
Excelente Pedro Flinstone !!! Lamentablemente la situación de precariedad en el ámbito universitario trasciende fronteras... En la Universidad de Buenos Aires padecemos una situación aberrante: tenemos 11 mil docentes trabajando ad honorem, es decir, sin ningún tipo de remuneración ni cobertura social... solamente en la facultad de Derecho hay 6 mil docentes precarizados... gracias a nuestra lucha gremial en el marco de la paritaria de año pasado conseguimos que el ministerio de educación reconozca que se trata de relaciones de trabajo dependiente (siempre justificaron los incumplimientos alegando que se trataba de supuestos de trabajo voluntario y gratuito) y la designación de 900 compañerxs... si bien aún falta mucho para revertir este terrible estado de cosas, es algo. Fuerte abrazo!!!
ResponderEliminarMatias
Excelente, al parecer viaja por el orbe la más grande precarizacion de los derechos laborales en todos lo ambitos y en especial a quienes enseñan a los nuevos pensadores. Colombia no es ajena a esta clase de situaciones, como lo expresa Matias, un aberrante estado de cosas para quienes ejercen la Docencia y una afrenta clara a la dignidad de los ciudadanos que merecen una mejor calidad en su formación.
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ResponderEliminarFrancisca Ferrando García :¡Enhorabuena! Un blog muy oportuno y acertado en su análisis.
La situación del profesorado asociado y de los predoctorales es, ciertamente, crítica. En algunas universidades, la situación ha llegado a tal punto, que los contratados predoctorales, una vez finalizado el contrato, van al paro, sin posibilidad de continuar en la universidad, pese a contar con un CV brillante, debido a la falta de oferta de plazas de AyDr.
Se trata de una pérdida de recursos humanos (y de recursos económicos invertidos en estas personas) que la sociedad no se puede permitir.
¡Urge mejorar la financiación de la universidad pública
Los profesores -taxis como se les llama en Chile, contratados generalmente "a honorarios" - sin contrato de trabajo- para servir su cátedra, con poca o ninguna vinculación con la Universidad. Esta pasa a ser un ente fantasma integrada por docentes "de paso".
ResponderEliminarJ.S. Gumucio
Seguir esperando y mirar para otro lado es seguir respaldando la precariedad en instituciones como las universitarias llamadas a la excelencia. No debiera ser un imposible que la excelencia albergue la precariedad laboral en su seno??
ResponderEliminarCon toda la razón, mi compañero @DoctorBaylos plantea la necesidad de una fuerte presión sindical para erradicar la precariedad de los asociados y vencer la corriente privatista (despachos mediante) que rebaja la calidad de nuestra Universidad.
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