Los
flujos migratorios son un fenómeno cada vez más presente en un mundo global. En
las sociedades desarrolladas se percibe como un problema frente al que
reaccionar a través del establecimiento de prohibiciones y control de los
movimientos migratorios, contando siempre con un importante segmento de
inmigrantes no reconocidos que integran los estratos en ocasiones muy numerosos
de economía irregular. La situación en la Unión Europea es particularmente
dolorosa, como lo han demostrado las recientes “crisis” migratorias, en
especial la originada a partir de la diáspora derivada de la guerra de Siria y
la desarticulación del equilibrio político en el norte de Africa. Se trata de fenómenos
conocidos, examinados normalmente desde el punto de vista de los derechos
humanos, pero que tiene asimismo una vertiente laboral. Esa es la que analiza
críticamente y en profundidad la profesora d la UCLM Nunzia Castelli, en
un libro publicado en la editorial Bomarzo cuya lectura este blog recomienda
vivamente, aprovechando el confinamiento al que estamos destinado durante estas
muy especiales vacaciones de Pascua.
La importancia creciente de la
“cuestión migratoria” en las sociedades contemporáneas, la “epifanía” de las
migraciones laborales, climáticas o por causa de conflictos armados, ha cobrado
cuerpo en la tremenda crisis migratoria de la Unión Europea derivada de las
sucesivas guerras que han desestabilizado Oriente medio y el norte de África y
en particular la terrible guerra en Siria, que ha sido el caldo de cultivo de
un pensamiento refractario a cualquier impulso solidario con las personas que
inmigran y la desolación que portan consigo, una ideología que ha nutrido de
xenofobia a planteamientos políticos que exaltan la soberanía nacional como
repelente al “extranjero” y le privan de cualquier recurso público para la
satisfacción de sus necesidades más elementales, la salud o la educación, una
renta de subsistencia. Fortalecen sus fronteras – la Europa fortaleza – contra
las personas inmigrantes concebidas como un enemigo potencial de su hábitat
vital y de sus estándares de consumo. Esta hostilidad ante la inmigración como
excusa y cobertura de actitudes neoautoritarias y proteccionistas no suele
reposar en el conocimiento de las estructuras jurídicas que regulan este
fenómeno, pero sí funcionan cm un potente acicate para el endurecimiento del
tratamiento que el derecho nacional – y europeo – experimentan como resultado
de estas presiones ideológicas que deshumanizan a las personas que inmigran y
las alienen en una condición de enemigo potencial para el desarrollo económico
y social de los países que gozan de un cierto bienestar social.
Este libro, por el contrario,
ofrece, como señala su título, una mirada crítica sobre la insuficiencia de la
respuesta internacional y especialmente europea frente a las cuestiones
relacionadas con la inmigración, lo que, en palabras de su prologuista, Lorenzo
Gaeta, catedrático en la Universidad de Siena, donde comenzó su carrera
académica la autora, hoy profesora contratada doctora en la UCLM, hay que
conectar con “la persistente e imperiosa vocación economicista” que explica “la
fragilidad de lo fundamentos sociales del proyecto eurounitario” que no se decide a “la construcción de una
ciudadanía social europea que prescinda del elemento de la nacionalidad”. Esa
es sin embargo la tesis que sostiene la crítica efectuada por Nunzia Castelli a
lo largo del libro, que la condición material del trabajo, el hecho mismo de
trabajar, debería ser el elemento que permitiera el reconocimiento a la persona
de los derechos sociales.
La obra consta de una
introducción y un primer capítulo en el que se describe la perspectiva internacional
en el tratamiento de las migraciones, una reconstrucción dicotómica que opone
las políticas a las económicas, y que la autora justamente cuestiona no solo
desde el punto de vista de su eficacia descriptiva, sino por motivos de fondo,
que conducen a la inmigración económica a un problema de decisión individual,
de carácter voluntario. Los factores que motivan la inmigración son muchos y
variados, pero sus causas estructurales son políticas, y se debe evitar un
enfoque “micro-social” del fenómeno. La autora subraya como clave de lectura
imprescindible en esta materia “la centralidad del trabajo y la perspectiva
laboral” en su explicación y su tratamiento, que es la que propone en su
estudio. Desde ese punto de vista, comienza recordando el marco institucional
español de reconocimiento de derechos a los inmigrantes, y la dificultad de
trascender esta dinámica nacionalidad / extranjería a través de la creación de
una ciudadanía de la Unión Europea.
A continuación, la obra entra en
la materia que realmente constituye el núcleo de su trabajo, el análisis de las
políticas comunitarias en materia migratoria, el continuo peso de la dimensión
estatal-nacional en su determinación frente a una “tímida” comunitarización de
las mismas y su desarrollo a partir del Tratado de Lisboa del 2009. En este
recorrido subraya tres elementos definitorios. De un lado, “la funcionalización
de las migraciones a los mercados europeos”, es decir, la selección de los
trabajadores “útiles” para los mismos – lo que lleva a la distinción entre
migraciones “deseadas” e “indeseadas” - y los procesos de estratificación entre
la población trabajadora inmigrante que eso lleva aparejado. Y el tratamiento
diferenciado, en términos de permanencia y de “formalización” - residencia
autorizada - de su presencia en el país, puesto que los inmigrantes no
cualificados o desempleados solo pueden esperar, desde esta perspectiva,
“contención, persecución y deportación”. Son estrategias de regulación con un
enfoque esencialmente mercantilista y eurocéntrico, todavía fragmentaria y en
la que las políticas de integración han sufrido una relativa marginalidad.
Pero además, es claramente
identificable, a partir de la irrupción de la violencia terrorista primero y
luego de la guerra preventiva inaugurada por la administración Bush Jr - luego
seguida por Europa-, un claro desplazamiento de la atención
político-institucional hacia la perspectiva del control de las personas, y la
consideración como objeto principal de la actividad normativa de la Unión
Europea en esta cuestión de la prevención y control de las migraciones
irregulares, especialmente la gestión de la “entrada” en una Europa fortificada
y militarizada en sus fronteras del este y del sur, a través del Mediterráneo.
El problema es que este planteamiento vincula estrechamente la inmigración
clandestina – y perseguida - con la carencia de autorización para residir y
trabajar, de forma que las estrategias de lucha contra la inmigración ilegal
determinan en gran medida la organización y gestión de los cauces legales
migratorios, que son objeto de un endurecimiento paulatino y generalizado que
afecta al modelo de entrada y las condiciones de permanencia de los extranjeros
de terceros países en la UE. A ello se unen iniciativas de privatizar y
deslocalizar hacia los países de origen y de tránsito de los flujos migratorios
el gobierno del fenómeno, fenómenos en cuya descripción se detiene
especialmente el libro comentado.
La última parte del libro se
dedica a apuntar los “recientes acontecimientos” y las “últimas tendencias” en
este aspecto, que se puede resumir en la “creciente hostilidad hacia la
movilidad humana” a través de la hipóstasis de la dimensión securitaria,
funcionalista y mercantilizadora de la inmigración, que olvida su carácter
estructural y sistémico a nivel global. La crisis de los refugiados además ha
provocado un cierta renacionalización de las políticas migratorias en laUE y una forma de concebir el
reconocimiento de derechos laborales y sociales como “concesiones revocables”
para los extranjeros no comunitarios que residen en un país europeo, a lo que
se une un clima de creciente islamofobia que agrava esta situación. En este
contexto, no es de extrañar, como subraya la autora, que se desplace esta
mirada desconfiada y reticente hacia la inmigración de origen extraeuropeo –
los no comunitarios – hacia la movilidad transnacional de los ciudadanos
europeos, afectando y poniendo en crisis la propia libre circulación
intraeuropea, y acercando desde el punto de vista sociológico ambas
“movilidades”. En algún caso, como en los acontecimientos que rodearon el Brexit,
el rechazo a la permanencia en la UE tiene mucho que ver con ese sentimiento
contrario a la libertad de circulación de los ciudadanos europeos, más que el
sentimiento anti inmigración de países externos a Europa. Es una tendencia que
también se manifiesta en el restablecimiento de controles a la movilidad
intraeuropea en las fronteras europeas y al endurecimiento de los requisitos de
acceso a los derechos de libre circulación.
Hay sin embargo contra tendencias
en este tema precisamente en la dimensión internacional. El libro menciona como
una iniciativa valiosa la firma del Pacto Mundial sobre Migraciones promovido
por Naciones Unidas y firmado en Maarrakesh en diciembre de 2018 por 159 países.
La agenda 2030 para el desarrollo sostenible y los ODS que de ella se
desprenden, asumen tanto el tema de la inmigración como la cuestión de los
refugiados, y establecen puntos de partida firmes, asumidos por los estados
firmantes, sobre la base de reconocer el carácter estructural y no reversible
del fenómeno migratorio en las sociedades actuales y la responsabilidad
compartida de la comunidad internacional en la gestión de este fenómeno,
aceptando una serie de objetivos y principios recogidos sintéticamente en la
obra comentada. Es llamativo el hecho de que el Pacto Mundial sobre Migraciones
no haya sido firmado por países como Estados Unidos, Israel o Australia, junto
a Chile o República Dominicana, pero el núcleo de países que lo han rechazado
pertenecen a Europa (todos los países del grupo de Visegrado, además de los
estados bálticos y Bulgaria, Suiza, Austria e Italia).
Las conclusiones del libro
refuerzan el carácter crítico respecto del fallido proyecto de una Europa
Social en el que la política inmigratoria tenía que formar parte para rebajar
la noción de ciudadanía exclusiva y excluyente sobre la base de una relación
asimétrica entre competitividad y solidaridad, entre mercado y derechos. Esta
carencia confluye en la crisis de legitimación del proyecto europeo, y la
iniciativa del “Pilar Social” es demasiado limitada para poder compensar los
déficits de un modelo social europeo sacrificado plenamente a lo largo de las
políticas de austeridad frente a la crisis y en las reglas de la gobernanza
económica europea que las sostuvieron.
En
resumen, se trata de una obra importante, bien escrita y muy clara en su
exposición y desarrollo, que sin duda aporta una mirada tan original como
crítica a la regulación internacional y europea sobre los flujos migratorios
desde la consideración central del trabajo como eje a partir del cual se debe
construir la explicación teórica de las instituciones que se superponen en su
tratamiento jurídico y político. Un examen de la movilidad internacional que se
contrapone a la que la crisis del Covid-19, una crisis ligada directamente a la
globalización, ha generado, el confinamiento en los domicilios de una amplísima
parte de la población y la restricción de la libertad de movimientos de todas
las personas.
LAS MIGRACIONES INTERNACIONALES.
UNA MIRADA CRÍTICA A LA REGULACIÓN INTERNACIONAL Y EUROPEA DESDE LA PERSPECTIVA
LABORAL.
Nunzia
Castelli. Editorial Bomarzo. Albacete, 2019. 108 pags. ISBN 978-84-17310-90-15.
24 €.
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