Hemos sabido por la prensa que las personas mayores con seguro
privado enfermos de covid-19 sí fueron llevados de residencias a hospitales en
Madrid. Es decir, que mientras la Comunidad de Madrid daba instrucciones claras
para que ancianos en residencias y en domicilios fueran rechazados en la red
pública de hospitales, dio vía libre a aquellos que se podían pagar una
cobertura privada. Joaquín Aparicio ha escrito esta lúcida y crítica
reflexión sobre el significado de este hecho y la valoración moral y política
que le corresponde al gobierno autonómico que lo ha consentido.
SOBRE
EL ESCÁNDALO, INDECENCIA EN LA COMUNIDAD DE MADRID
Joaquín Aparicio Tovar
Cada día amanece con un motivo para
la tristeza suministrado por la Comunidad de Madrid. Sobre el escándalo de los
protocolos emitidos por la Consejería de Sanidad que impedían enviar a los
hospitales a personas ancianas, tanto si estaban internadas en residencias para
la tercera edad como si permanecían en sus domicilios (lo que se ha traducido
en una mortandad muy elevada), se ha sabido ahora que esta decisión solo se
aplicaba a quienes no habían suscrito una póliza de seguro privado de
asistencia sanitaria. Quienes si tenían tal póliza pudieron ser desviados a los
hospitales de las respectivas compañías, tal y como ha sido difundido por
informaciones solventes. Al actuar así, la política privatizadora de la sanidad
en esta Comunidad ha llegado a un nivel de indecencia impropio de una sociedad
democrática.
Junto con terribles dramas como las
dos guerras mundiales que trajeron enormes devastaciones y pérdidas de vidas
humanas, el siglo XX nos dejó la buena herencia de las realizaciones del Estado
Social y Democrático de Derecho en muchos países de este rincón del mundo
llamado Europa, y una de las más importantes fue la de crear sistemas de salud
públicos, universales y de calidad para toda la población. Un avance de
civilización porque después de la segunda guerra mundial ya la mayoría de la
gente, en aquellos países que habían derrotado al nazi-fascismo, consideraba inaceptable
desde todo punto de vista que la desigualdad llegase al cuidado de la salud. Nye
Bevan, el ministro laborista que puso en marcha el National Health Service
británico dijo que la sociedad será más saludable, más serena y espiritualmente
más sana, si sus ciudadanos tienen en el fondo de su conciencia el
convencimiento que no solo ellos, sino sus convecinos tienen acceso, cuando
enferman, a las mejores técnicas médicas que se puedan proveer porque era inaceptable
que hubiera una medicina para ricos y otra para pobres, como hasta 1946 había
existido en aquel país.
Desde la promulgación de la
Constitución en España se dio un gran paso adelante en la garantía de la
protección de la salud por medio de un sistema público de calidad, mientras que
subsistía un privado un tanto escuálido, cuyo mejor destino habría sido el de
desaparecer para alcanzar mayores cotas de decencia social. Pero no ha sido esa
la evolución desde finales del siglo, en especial en Comunidades Autónomas como
Madrid y Cataluña, en donde la voracidad del ánimo de lucro ha llevado al
estímulo de la privatización y al lento pero progresivo deterioro de la sanidad
pública. En nombre de la libertad, la libertad del dinero, han ido ganando
terreno compañías mercantiles para las que la salud es objeto de tráfico
mercantil, pero la salud está unida a la vida por tanto están comerciando con
la vida de las personas. Cada aumento del espacio de las compañías privadas es
un fracaso social. Las formulas jurídicas para aumentar ese espacio han sido
varias, pero llevan a un mismo resultado: para que prosperen los seguros
privados es necesario deteriorar la asistencia pública, de otro modo, al igual
que ocurre con los fondos de pensiones, quedarían como algo residual.
Esta pandemia ha sacado a la luz
las graves carencias que la sanidad pública española tiene producto de los
recortes y las ansias privatizadoras de los años pasados, y se ha visto con
claridad que, además de las medidas de profilaxis, entre ellas el
confinamiento, solamente con un sistema sanitario público potente, universal y
de calidad nos podemos salvar todos, incluidos los que tienen más dinero. Pero
las autoridades de la Comunidad de Madrid se han visto atrapadas en las redes
de su ceguera ideológica. Con el estimulo de los seguros privados la ciudadanía
más pudiente que puede suscribir esos contratos quiere desligarse de la suerte
de los demás, quiere un trato distinto y así avanzan en el camino de la
desigualdad que se ha revelado con todo dramatismo cuando a unas personas ancianas
se les ha derivado a hospitales para ser atendidas (mejor o peor es otra
cuestión), mientras que otras eran abandonadas en sus domicilios o en
residencias de mayores, todo por no tener un seguro privado. El dinero ha sido
el criterio de selección. Algo repugnante que indica las cotas de indecencia
social a las que llevan las políticas privatizadoras por las que tendrán que
responder las autoridades madrileñas que con sus políticas están llevando a una
sociedad espiritualmente enferma.
Yo estoy muy contenta con la residencia de ancianos malaga donde están mis abuelos, sin duda es una de las mejores de Andalucía.
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