La
irrupción de la pandemia y la crisis sanitaria ha alterado el orden de las
cosas y hace imprescindible el fortalecimiento del Estado Social y la revalorización
del trabajo como elemento central en la cohesión social y en el sostenimiento
de las funciones esenciales de la sociedad que garantizan la existencia de la
ciudadanía de un país. Eso implica recuperar un tiempo nuevo que expanda y
vigorice los derechos individuales y colectivos de las personas que trabajan,
un proyecto que se tiene que apoyar en la acción de los poderes públicos, pero
que no puede tener viabilidad si no cuenta con la acción continuada y
permanente del sindicalismo como representante general del trabajo que funda la
normalidad social y económica.
Este es el tema sobre el que Carolina
Vidal López, Secretaria de Acción Sindical y Formación Sindical de CCOO-CLM ha escrito un artículo que será
publicado en los medios de comunicación de esta Comunidad autónoma y que
generosamente ha permitido hacerlo también en este blog. Gran amiga desde hace
tanto tiempo – alumna brillante del curso de Derecho en la Facultad de Ciencias
Jurídicas de Toledo, luego abogada laboralista y responsable del servicio
jurídico de CCOO de Toledo – Carolina Vidal es hoy un cuadro sindical
imprescindible en la definición de un sindicalismo creativo y constante en la
defensa de los intereses de las personas que trabajan. Este blog le agradece de
forma entusiasta su primera presencia en esta página, de la que por otra parte
ella es frecuente seguidora.
ENTRE LO ESENCIAL Y LO IMPRESCINDIBLE
Carolina Vidal
Secretaria Acción Sindical y
Formación CCOO-CLM
Estamos viviendo un momento sin
precedentes conocidos, convulso, lleno de incertidumbres, pero que no tiene necesariamente que
mostrarse inseguro. Las circunstancias económicas y sociales de la crisis
sanitaria dejarán consecuencias que perdurarán en el tiempo, y sin saber cómo
ni hasta cuándo, también lo harán las soluciones implementadas desde el diálogo
social y la acción normativa.
Cuando la crisis generada por el
Covid 19 irrumpió en nuestro país, los lobbies económicos quedaron perplejos
ante la capacidad autoorganizativa del mundo del trabajo, el compromiso y la
responsabilidad de las plantillas de las empresas que por un impulso natural se
pusieron al servicio de lo común, un cierto espontaneísmo que tuvo que
organizarse desde el sindicalismo de clase ante una nueva etapa histórica que
cambia radicalmente el pasado. El trabajo sindical de los próximos años
pivotará sobre dos sintagmas que quedan tras la crisis sanitaria, el “valor del
trabajo” y la imperiosa necesidad de poner la organización del mismo “pactada y
negociada” al servicio de la sociedad, de los trabajadores y las trabajadoras a
quienes los intereses colectivos convierten en ciudadanos.
El esfuerzo de la clase
trabajadora ha sido clave en estos meses, no porque antes no lo fuera, sino más
bien porque ese valor ha sido reconocido en vivo y en directo con aplausos
diarios, que no sólo daban rienda suelta a la emoción por la tragedia vivida,
sino que ponían el acento sobre quienes mantenían en tiempos que hubieran sido
de huida la cohesión social. Los trabajadores y trabajadoras aportamos a la
sociedad el esfuerzo de producir lo esencial para vivir, los alimentos, la
salud, la educación, los cuidados, …pero también el ocio, la cultura, … los
días de confinamiento nos han demostrado cuántas cosas necesitamos, cuántas son
esenciales; y cuánto de imprescindibles son algunas de esas aportaciones, los
trabajos de los sanitarios, de quienes cuidan a nuestros mayores, de los
servicios educativos, de quienes limpian calles, edificios y hospitales, de la
logística y quienes trasportan mercancías, de las personas que atienden en los
supermercados, y un interminable etcétera que se refiere siempre a un trabajo
que nos ha permitido vivir en estos tiempos.
Durante estos meses las
trabajadoras y trabajadores nos hemos confinado en nuestros domicilios y hemos
trabajado a distancia, se han suspendido nuestras relaciones laborales a través
del instrumento de los ERTES, que posiblemente nos ha salvado del despido y la
pobreza; pero la elevada temporalidad en nuestro país de las relaciones
laborales ha dejado en shock al trabajo en expectativa, al que espera que su
contrato no finalice, al que confía que se le renueve, al que teme que no
llegue. Sería muy duro volver a las andadas, mantener una bolsa de trabajadores
pobres o con trabajos precarios, cuando todas y todos ellos han dado mucho más
de los que se les ofrece, de lo que reciben, y en palabras de la Ministra de
Trabajo Yolanda Díaz, “no se les trata como se merecen”. Por esta razón y
alguna otra, es imprescindible hablar del reparto de la riqueza, quien ha
puesto sus manos y su salud al servicio de los y las ciudadanas ha sido la
clase trabajadora, no el capital.
No es preciso recordar en estos
tiempos la reivindicación sindical de los derechos de quienes el trabajo es su
identidad, y en especial el papel de CCOO. En los meses futuros habrá
necesariamente que buscar alternativas en la acción sindical desde la
confrontación de nuestros objetivos, manteniendo en el tiempo la importancia de
negociar soluciones, pero trabajadoras y trabajadores saben que ese proceso
tiene necesariamente que traducirse en objetivos conseguidos, porque sólo
equilibrando la balanza saldremos de este crucial momento. Negociar sí, pero no
desde la percepción del sindicalismo de clase como una rémora legal que hay que
soportar para luego no aceptar sus posiciones, porque con ello se expresa lo
fundamental del valor de lo colectivo, la organización del trabajo y el marco
institucional pactados y definidos en una mesa, desde lo grande hasta lo
pequeño. No permitiremos vetos a nuestros objetivos más sentidos.
La acción sindical, en este
momento como en otros rápidos y líquidos, debe adelantarse a los
acontecimientos, y son muchos los temas sobre los que su intervención es
necesaria: definir nuevamente los
contornos de la relación laboral para impedir que se establezcan nuevas figuras
productivas que escapen al derecho del trabajo, en ejemplos que conocemos bien, los riders, los
falsos autónomos, el trabajo de plataformas.
La pandemia se ha cebado con los
más vulnerables, como las pestes han hecho a lo largo de la historia, y para
muestra el descenso estadístico de las pensiones más bajas como consecuencia de
la alta mortalidad de nuestros mayores en los últimos meses; la supervivencia
de nuestras condiciones de vida también puede hacer mella en otro colectivo
pobre, las mujeres, el trabajo a distancia , la precariedad, la conciliación de
la vida laboral y personal, y la necesidad mantener el empleo resulta un coctel
infalible para recluir de nuevo a las mujeres a sus casas, como aquellas que en
la Mancha cosen botones o planchan en sus casas cuidando de los mayores, de los
pequeños.
No podemos aceptar salir esta vez
de la crisis apostando por lo precario, por añadir peso a quienes manejan los
resortes económicos, vamos a incidir en el diálogo social para abrir las mesas
negociadoras de los convenios colectivos sin miedo, buscando alternativas
negociadas, con la fuerza que da la necesidad de lo colectivo, de las
aportaciones imprescindibles de la clase trabajadora, empoderándonos no sólo
porque tengamos derechos sino por el valor democrático que impregna al trabajo
en este país en este momento histórico concreto.
Felicitaciones a la autora por la claridad que nos entrega . Sus conocimientos y directrices nos ayudarán ( aquí en Chile ) a avanzar con los trabajadores en medio de la pandemia. En nuestros barrios se ha hecho común las Ollas Comunes y los Comités de Cesantes. En nuestra población tenemos ambas instancias. Necesitamos más orientación para los Comités de Cesantes. Sobretodo una metodología para formarlos y clarificar los objetivos.
ResponderEliminarUn abrazo desde la comuna de Quilpué- Chile.