La crisis
sanitaria es ya evidente en Madrid y se va a profundizar en los próximos quince
días según todos los pronósticos. Fruto de la negligente y caótica actuación
del gobierno regional, una realidad que no se puede ocultar ni invisibilizar pese
al control de los medios de comunicación empotrados en el mismo, el avance de los
contagios y de las hospitalizaciones causadas por la pandemia han sido
explicados primero sobre la base del “modo de vida de los inmigrantes” y luego
por las condiciones de vida de los barrios del sur, dos consideraciones que
expresan claramente tanto la desresponsabilización por las carencias de las decisiones
y omisiones del poder público regional como la proyección discriminatoria sobre
el espacio donde habita la población trabajadora e inmigrante como el causante
de la propagación del virus.
En este propósito coinciden sin
ninguna fisura los dos partidos políticos que gobiernan la región, Partido
Popular y Ciudadanos, tanto la presidenta como el vicepresidente – cortejado hasta
ahora por la izquierda madrileña como futuro presidente a través de una moción
de censura que descomponga la coalición – y el nutrido grupo ultraderechista
que les sostiene, y las medidas extraordinarias adoptadas el viernes 18 de
septiembre lo ha venido a corroborar ostensiblemente. El confinamiento de
barrios y zonas del sur madrileño con la sola excepción de poder ir y volver al
trabajo o llevar a los niños al colegio, ha generado una respuesta social muy
amplia e inmediata. Ha sido fundamentalmente el movimiento vecinal, pero
también los sindicatos y las fuerzas
políticas de izquierda los que han reaccionado de forma contundente mediante
movilizaciones de respuesta contra la estigmatización y el contenido racista y
clasista de este tipo de discursos y la culpabilización que se deduce de la población
trabajadora, cuando por el contrario se trata de zonas en donde la desigualdad
y la precariedad vital son más intensas y en las que los servicios públicos no
son capaces de satisfacer las necesidades sociales de la población que habita en ellos, en
especial en lo que se refiere a la asistencia sanitaria y servicios sociales. Hoy mismo, domingo, en prácticamente todos los
barrios del sur se han convocado concentraciones ante los centros de salud para
expresar esta protesta y la movilización ciudadana es notoria.
Es evidente que cualquier medida
de restricción en la Comunidad de Madrid debe ir acompañada de refuerzos en
ayudas sociales y apoyo sanitario, lo que justamente el Gobierno regional
quiere evitar a toda costa, consciente de que la división entre público y
privado no sólo se plasma en los distintos territorios de la ciudad y de la
región, sino que se prolonga a través de la pertenencia a la clase social,
puesto que en Madrid la sanidad privada es extraordinariamente potente y se
nutre cada vez más de unos estratos de población que huyen de la asistencia
sanitaria pública, desbordada y saturada, hacia la atención de las clínicas
privadas. A través de esta crisis sanitaria, se pone d manifiesto de manera muy
evidente que en el ideario neoliberal que impulsa al gobierno de la CAM, la
red de asistencia primaria y hospitalaria pública no puede competir con la oferta
sanitaria privada y por tanto debe ser infrafinanciada y progresivamente
configurada como sanidad de segunda clase, accesible solo para quienes
carecen de renta suficiente como para suscribir una póliza de seguro privado para
ser atendidos por el complejo sanitario gestionado por las clínicas privadas.
A mediados de agosto de este año,
la Mesa en Defensa de la Sanidad Pública de Madrid , MEDSAP – Marea Blanca, planteó
a la Subdirección General de Cohesión y Alta Inspección del Servicio Nacional
de Salud del gobierno de España la
realización de una auditoría e inspección urgente a la Comunidad de Madrid sobre
la situación del personal sanitario, es decir, sobre la falta del mismo tanto
para atender la pandemia como para la atención de la ciudadanía, con los
cierres de centros de atención primaria y de urgencia de AP, las listas de
espera, sobre la carencia de rastreadores y la externalización al sector
privado de los mismos, así como sobre la desviación de fondos públicos hacia
entidades privadas, como emblemáticamente sucede con la construcción del
Hospital de Valdebebas por cincuenta millos de euros, o el contrato con Telefónica
e Indra de 421.000 €. Los parámetros que
se debían adoptar pasaban por el aumento de personal, la estabilidad de los
recursos, la claridad operativa para todos los niveles asistenciales y la
máxima dotación en Atención Primaria, así como una red de control de
rastreadores "en relación al baremo de la Organización Mundial de la
Salud". Una llamada a la intervención del Gobierno nacional que no fue
recogida y que ahora de nuevo la Marea Blanca reitera en el contexto de las
movilizaciones presentes, insistiendo en la imprescindible reacción ante el
colapso sanitario y el derrumbe de la atención primaria, que es el “cimiento indispensable
del sistema sanitario público”.
Es decir, la crisis sanitaria
se ha convertido en la Comunidad de Madrid en una propuesta de segregación
social y de descomposición del sistema público de salud. Por tanto, en una
crisis de Estado Social, que constituye el elemento fundante de la cohesión
política que da sentido a los derechos de ciudadanía. En esta región, la condición
social y económica de las personas es el elemento diferenciador y discriminante
en el ejercicio de derechos fundamentales de los ciudadanos. El acceso a la
sanidad pública no está garantizado de manera universal, y todos los estímulos
lanzados por el poder público conducen a la consolidación de un mercado de
satisfacción de los cuidados sanitarios regidos por un principio de capacidad
adquisitiva, un elemento este que choca directamente con la estructura de
derechos y libertades reconocidos en la Constitución y que el gobierno de
Madrid está obligado a respetar.
La segregación social de los barrios
del sur no se configura realmente con criterios epidemiológicos, sino que busca
consolidar en esas zonas la segregación espacial de una población que solo tiene
valor en cuanto produce para otros, pero a la que se le priva de derechos
sociales básicos. El confinamiento de la población en barrios periféricos de Madrid
solo tendría algún sentido si se acompañara de medidas compensatorias y racionalizadoras
establecidas con carácter general para toda la población, en especial respecto
del transporte público – aumento de los trenes y autobuses para evitar las
aglomeraciones que se producen – y la reformulación de los horarios de trabajo,
mediante una escala horaria de entrada y de salida al trabajo que permita el
reparto de personas a lo largo de las horas punta. Y en todo caso, reiterando
que sería absolutamente imprescindible recuperar la atención sanitaria en esas
zonas, reducir las listas de espera y revertir la crisis de desatención y de
cuidados que afecta de manera muy intensa a estos barrios del sur, espacios de
desigualdad inconcebible en términos políticos y democráticos.
Por eso la crisis sanitaria ha
desembocado en un conflicto social que no ha hecho más que empezar. Pero los
conflictos sociales tienen que ser explicados y canalizados hacia soluciones
políticas que repongan a la ciudadanía en el goce de sus derechos y que actúen removiendo
las situaciones insostenibles de desigualdad que se están plasmando de manera
cada vez más abierta en la Comunidad de Madrid. Si la mediación política falla
o no es capaz de ser comprendida socialmente como un proyecto emancipador y
democrático real, las consecuencias pueden ser extraordinariamente negativas y
conducir a una reacción de despego y de decepción frente al modelo de Estado social
y democrático que se desmiente de manera patente cada vez más intensamente sin
que quepa ninguna posibilidad de invertir esa tendencia opresiva y violenta de
consolidación de un dominio de clase sobre otra.
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