El mundo entero presenció, justo hace un año, el 18 de
octubre de 2019, el formidable estallido social que se produjo en Chile, las
inmensas movilizaciones sociales que exigían un cambio social y un nuevo modelo
de desarrollo que pusiera fin a décadas de neoliberalismo como herencia de la
dictadura. Los jóvenes, estudiantes y trabajadores ante todo pero otros
sectores también y sucesivamente, desde las personas víctimas de la especulación
de las Administradoras de Fondos de Pensiones, los sindicatos, los indígenas, las
reivindicaciones feministas - que encontraron el eco global a través de la canción
de Las Tesis, “Un violador en tu camino” repetida en cientos de idiomas
y países - y en general la ciudadanía indignada ante la tremenda desigualdad e
injusticia social que se extendía como el único escenario posible en el que desarrollar
unas condiciones de existencia extremadamente duras, lograron poner a todo el
país en pie y forzar la necesidad de un plebiscito para abrir un período
constituyente en Chile pese a la extraordinaria y continuada represión de estos
movimientos.
El plebiscito
previsto para marzo tuvo que posponerse por causa de la irrupción de la
pandemia del Covid-19, y se va a celebrar el próximo domingo, 25 de octubre. Es
un acontecimiento fundamental para América Latina, por la importancia
estratégica que tiene Chile en el conjunto de los Estados que componen el cono
sur del continente, y por la posibilidad que se ofrece de abrir de nuevo un
espacio de cambio social hacia una democracia sustantiva y efectiva, social y
popular, que revierta el profundo desequilibrio de clase y de otras identidades
subalternas que se da en ese país.
La importancia
de esta fecha y la cercanía con el plebiscito hace que la página de este blog se
honre con la intervención de nuestra colega, catedrática de Derecho del trabajo
en la Universidad de Valparaiso, compañera y amiga desde hace mucho tiempo de andanzas
académicas y festivas, Daniela Marzi, que ha escrito expresamente para
este blog un texto directo y claro como forma de llamar la atención sobre la
celebración de esta consulta popular el próximo domingo como primer paso,
necesario, pero no suficiente, para lograr abrir un proceso constituyente
realmente democrático y social. A ella pues la palabra, agradeciéndole su siempre
atenta disponibilidad a los requerimientos que desde este blog le venimos
haciendo. Un espacio de lectura y de debate que también enarbola los hashtags con
los que se ha acompañado esta enorme movilización popular: #Apruebo #ConvencionConstitucional . ¡Viva el Chile democrático que despertó imparable!
El
plebiscito de octubre en Chile
Daniela
Marzi
El estallido
social del 18 de octubre de 2019 en Chile es una entre muchas rebeliones que
recorren el planeta, con un carácter heterogéneo, que no están lideradas por
corrientes políticas formales y que levantan diversas demandas como ocurre en
Chile con el rechazo al sistema de capitalización individual para pagar
pensiones (instaurado por la dictadura), la causa ambiental, feminista, pro
mapuche, etc.
Es una respuesta
contra el abuso y la percepción de que las decisiones que marcan la vida de las
personas se toman sin ningún grado de participación de éstas. Fue una
gigantesca catarsis colectiva que va a quedar en la memoria de los
latinoamericanos más grises del Cono Sur, y que es la valiosa experiencia de
que el actuar conjunto cambia la realidad. En parte a eso se debe la sorpresa
con el caso chileno, el país que parecía más apegado al orden y a la docilidad,
y que de pronto se tomó la plaza pública, el histórico espacio donde hacen
valer su voz quienes no tienen otra forma de poder.
La política
profesional, el Congreso, la noche del 15 de noviembre de 2019 trabajó como
nunca en décadas, haciendo algo de lo que se solía entender como política:
traducir la protesta en respuestas institucionales y, he aquí la verdadera
sorpresa, entregó ese decreto ley de 1980 que llamamos Constitución de
Pinochet.
Se fijó un
itinerario mínimo en el “Acuerdo por la paz” que, pandemia mediante, nos
conducirá al primer y quizá más relevante paso del proceso: el domingo 25 de
octubre de 2020 expresar la voluntad de darnos una Constitución que sea
verdaderamente un pacto social, votando “apruebo”.
Este camino
político e institucional, no es propuesta como una solución mágica a las
demandas sociales que traerán la desmovilización social: esa es una caricatura
de parte de quienes no quieren una nueva constitución, para infantilizar el
proceso. Ni el mercado es tan maniqueo: desde que se anunciara el plebiscito
los mercados inmediatamente se recuperaron (Matamala, 2020, p. 35). El “rechazo”
a una nueva Constitución es un pequeño nicho integrista, que se aferra a este
texto que ya no tiene vigencia social, solo porque es un emblema de una época
que se fundó en la imposición de un sistema por medio de la violencia y el
fraude. Solo ellos quieren desmovilización porque se acostumbraron a ganarla
por la fuerza, el “apruebo” y la nueva Constitución requiere una población
alerta durante todo el proceso.
Es el extraño caso
de Chile, que al no haber recorrido un camino orgánico como otros países, que
al salir de una guerra o una dictadura comprendieron que continuar exigía
sentarse a negociar grandes y básicos acuerdos políticos entre los diversos
sectores de la sociedad que buscaba recuperarse. Es que Chile no solo no puede ─como ocurre en esas otras sociedades─ encontrar en su Constitución las líneas rojas con las cuales poder
defender sus derechos contra oleadas neoliberales, sino que su oportunidad es
precisamente lanzar esa Constitución al volcán, en el último acto simbólico de
su existencia, y encauzar la crisis en una extensa discusión política que
nos lleve a una nueva Constitución.
El solo hecho de
pasar un período en que se debatirán temas como educación, salud, trabajo, seguridad
social, medio ambiente, derecho al agua, a la ciudad, relación entre los
poderes del estado y controles recíprocos, tributos, descentralización
territorial, igualdad de género, reconocimiento a los pueblos originarios, etc.,
es la posibilidad de la politización de una sociedad a la que desde hace tiempo
se le niega la formación en historia o filosofía, a la que se alimenta
diariamente en el discurso antipolítica y que siendo cierto que no se refleja
en la izquierda y derecha partidaria, no puede escapar a que, pese a todo, la
realidad se define entre posiciones diversas, basadas en valores distintos, que
proponen una expresión del bien común, y que desde el 25 de octubre próximo,
deberán disputar desde sus puntos de partida en conflicto cuál será el punto de
llegada que se materializará en una nueva Constitución para Chile. De ese
proceso, sea largo, accidentado y complejo, solo podemos salir fortalecidos,
porque es democracia viva, con lo complejo que es buscar marcos de acuerdo y
coexistencia para lo que es diverso, lo que incluso se repele entre sí. De
imposiciones de visiones únicas por la fuerza, ya hemos sabido demasiado.
Grande y optimista Daniela!
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