Gigi
ci ha lasciato. Era el mensaje de Umberto
Romagnoli a las 9 y media de la mañana de hoy en el que nos anunciaba el
fallecimiento de Luigi Mariucci. A continuación los mensajes de Fede
Martelloni, de Andrea Lassandari, de Laura Calafá, la llamada
de Guido Balandi. Llevaba ingresado en el hospital, contagiado de
Covid-19, desde el 9 de noviembre. No ha podido superarlo. Una terrible noticia
que nos sumerge en el duelo y en la conmoción por la desaparición del amigo y
del compañero.
Luigi Mariucci era un gran
constructor del Derecho del Trabajo, sabía asignar el valor político preciso a
las estructuras que lo sostenían, y por su formación y su cultura revalorizaba
el componente privado-colectivo como forma de recibir y
procesar toda la información proveniente del ámbito social y económico en el
que se asienta la relación de trabajo asalariado. Construía teoría sobre la
base de una dirección política precisa, la que entendía que las personas que
trabajan debían ser libres y emanciparse del dominio y de la violencia a la que
les sujeta un poder privado sólidamente asentado en el armazón del sistema
económico y social. El producto de su trabajo científico, de sus estudios, supone
un material riquísimo en sugerencias y enfoques, en planteamientos críticos y
en hallazgos excepcionales. Era extraordinariamente creativo y sus artículos
siempre contenían propuestas exigentes y rigurosas que abrían formas de abordaje
teórico extraordinariamente fecundas.
Pertenecía a una generación que
se formó en el clima cultural de los años setenta del siglo XX en Italia, en un
caldo de cultivo de valía excepcional. Se consideraba discípulo de Federico
Mancini, y desplegó su trabajo intelectual junto a Giorgio Ghezzi y Umberto
Romagnoli, es decir, los creadores de la escuela boloñesa de Derecho del
Trabajo. Fue Catedrático en la Universidad Ca’ Foscari de Venecia y contribuyó
a crear la revista Lavoro e Diritto de la que era co-director con su
compañero y amigo de siempre Guido Balandi. Su compromiso político le
llevó a asumir tareas importantes en la región de Emilia -Bologna, donde fue assessore
alle attività istituzionali desde 1993 al 2000, y en cualquier tiempo desde
su compromiso hacía valer el valor ciudadano de un pensamiento progresista y
crítico. Se apasionaba con la política y tenía una curiosidad inmensa por
entender y valorar los procesos de redefinición democrática en Europa, en
América Latina y en el resto del mundo y los cambios de ciclo que acontecían a
partir de la disolución del mundo socialista tras la desaparición de la URSS en
1991.
Era un punto de referencia
ineludible para todos los iuslaboralistas italianos, y formaba parte de una
generación que se había habituado a la labor de edificar el derecho social europeo
y a señalar críticamente los elementos más cuestionables de éste. Siempre
atento a la evolución cultural de los estudiosos del Derecho del trabajo,
entendía que el trabajo colectivo que emergía del debate y de la confrontación
rigurosa teórica suponía el único camino practicable por quienes nos
dedicábamos a la profesión de juristas del trabajo.
La relación de Luigi Mariucci con
una parte de la academia española de iuslaboralistas arranca de mitad de los
años 80, cuando vino en la expedición de juristas que organizó Umberto Romagnoli
para la realización de un seminario inolvidable en la Facultad de Derecho
de la Universidad Complutense de Madrid con Maria Emilia Casas como
contraparte española, y a partir de ese momento se entabló una relación permanente
en el marco de la fraternidad científica entre el colectivo español e italiano
que se desarrollaría a través de una larga serie de encuentros e intercambios. En
esa misma época, con ocasión de la extensión a otros países del seminario
internacional de Pontignano V, acudió a Navacerrada en septiembre de
1987, donde se reunió posiblemente el grupo más importante de iuslaboralistas
europeos italianos, franceses, ingleses y alemanes junto con los españoles que
tuvimos la suerte de asistir a estas sesiones. En el curso 1988-89, que pude
pasar de octubre a mayo en Bolonia, siempre recordaré su generosidad y su
benevolencia en la invitación que me hizo a su Universidad de Venecia, las sugerencias
para acudir a actos y debates importantes, la indicación casi imperceptible de
espacios de discusión imprescindibles y largas conversaciones en las que su
insaciable curiosidad analítica sabían exprimir datos y enfoques que le permitían
a su vez nuevas aportaciones y propuestas. Y siempre rodeado de una fina ironía
y de una camaradería que procedía de compartir las mismas coordenadas de
resistencia al autoritarismo y de proyecto social emancipatorio en nuestros respectivos países.
En esos días tuvo un papel
decisivo en la propuesta de nuevas reglas del sistema sindical que culminaría
con el texto sobre la importantísima ley de huelga en los servicios esenciales,
promoviendo un debate más intenso que el que se podía centrar en la materia
finalmente legislada, y sus intervenciones entonces abrieron a los juristas de
aquí, espacios de reflexión y de análisis muy relevantes. Más allá de esta
influencia evidente en nuestra forma de estudiar y de abrirnos a la comprensión concreta de los
complicados elementos colectivos y normativos que requería cualquier actuación
legislativa sobre la autonomía del sistema sindical, la relación entre nosotros
mudó de acentos y se hizo más próxima aún, más afectiva. Cuando Joaquín Aparicio,
ya al comienzo de la década de los noventa, se desplazó por otro curso
académico a Bolonia, la relación con Gigi Mariucci trascendió al plano
de la amistad. A partir de ahí, muchas navidades y muchos veranos los han
pasado en compañía en estos últimos veinte años en una amistad inquebrantable.
Mis amigos.
Se implicó asimismo en el proyecto
iniciado por Umberto Romagnoli y Pedro Guglielmetti que perseguía
abrir un diálogo duradero entre los mejores laboralistas latinoamericanos y la
cultura de los juristas del trabajo europeos, bajo el paraguas de la OIT en el
marco de una relación con la Universidad de Bolonia y el sostén financiero
primero del Ministerio de Asuntos Exteriores italiano y luego de la Región de
Emilia Romagna. Gigi Mariucci se comprometió con esta iniciativa
especialmente a partir de la incorporación a la misma de la UCLM, coordinada
por Joaquín Aparicio y yo mismo, y cuando este encuentro se trasladó a
Toledo, participó en todas las temporadas del curso, junto a un grupo
impresionante de colegas y amigos como Donata Gottardi, Laura Calafá, Federico
Martelloni, Andrea Lassandari, Guido Balandi y, desde luego, el caposquadra
Umberto Romagnoli, hasta este último septiembre, en el que el curso
no se pudo realizar por las restricciones a la movilidad debido a la pandemia.
La pandemia que le ha arrancado la vida ayer.
Siempre activo, siempre inquieto,
analizando. Su último whastapp, en octubre de este año, decía que estaba
pensando en hacer un comentario al ensayo-programa que Del Punta, Caruso y
Treu habían publicado y que Miguel Rodriguez Piñero y Maria Emilia Casas
habían anotado en la revista Derecho de las Relaciones Laborales. Y antes
del verano nos había enviado, para su discusión y divulgación, el texto sobre “Pandemia,
postpandemia e lavoro. Quali conseguenze
durature?” que constituirá la base del llamamiento de la Labour Law
Community – Comunitá di Giuslavoristi aún vigente para poder
efectuar con esas contribuciones un e-book en cuatro lenguas, italiano, inglés,
francés y español. Adalberto Perulli, en nombre del directorio de esta
asociación y de toda la comunidad, ha escrito un recuerdo bello y emocionante
que recoge, desde la cercanía afectiva e intelectual una imagen muy próxima de Mariucci.
Se ha ido uno de los nuestros,
uno de los mejores. Un amigo, un compañero. Es un día de enorme tristeza, de un
vacío interior muy doloroso. Solo queda el consuelo de su recuerdo y la memoria
de su amistad.
Gigi Mariucci era "uno di noi". Nos visitó en Tenerife en un encuentro italoespañol celebrado en el Puerto de la Cruz hace ya más de una década. Siempre cercano, cordial, afable. Un jurista fino en sus intuiciones que deja una estela inolvidable en el Derecho del trabajo.
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ResponderEliminarDejo el mensaje último de GIGI, sus palabras finales en su estudio "Giusliberalismo e sindacati dell'epoca del tramonto del neoliberalismo"
Los mecanismos, puestos al día del Estado social son el verdadero fundamento del mantenimiento de los valores constitutivos del Estado de derecho. En otras palabras, sin un conjunto de disposiciones, que a partir del trabajo, de su función esencial de integración y cohesión, que haga posible una sociedad vivible y estable, los propios fundamentos del Estado de Derecho, a partir del decálogo de sus derechos individuales fundamentales y de los derechos de ciudadanía, corren el riesgo de fracasar. A ello se une que los mismos "derechos del trabajo" pueden ser considerados como el único instrumento de contención de la evidente vocación destructiva de un sistema capitalista volcado en el desarrollo exclusivo del libre mercado y en el crecimiento cuantitativo. En este puntos los vínculos o límites establecidos por las reglas laborales han de situarse al mismo nivel de relevancia que los límites ecológicos a los que se ha tenido que someter la lógica capitalista".
Espero que sus palabras caigan en un terreno fértil
Un fuerte abrazo a todos los compañeros de Bolonia
Miguel Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer
Gracias Antonio
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