El 24 de enero de 1977 un grupo de pistoleros fascistas entró en el Despacho de la calle Atocha 55 y asesinaron a Ángel Rodríguez Leal, Serafín Holgado, Francisco Javier Sahuquillo, Enrique Valdelvira y Luis Benavides Orgaz e hirieron gravemente a Lola González Ruiz, Miguel Sarabia, Luis Ramos y Alejandro Ruiz-Huerta. Sus nombres deben ser siempre recordados para que no perezcan en el olvido.
Miembros del Partido Comunista de
España – una identidad que muchas veces se omite en los comunicados que
recuerdan la matanza fascista, también en los comunicados de los partidos de
izquierda, desde el PSOE a Podemos, como si este hecho no conviniera resaltarlo
en momentos en los que la ultraderecha en el Parlamento español habla del
gobierno social-comunista – y de CC.OO., dieron su vida por la libertad y la
democracia de este país defendiendo a las trabajadoras y trabajadores que entendían
formaban parte de una clase social sobre la que el régimen franquista había
demostrado su hostilidad criminal una vez ganada la guerra civil mediante una
represión física y moral sobre quienes en un momento histórico pensaron que se
podía construir un estado basado en una democracia radical de trabajadores de todas
clases.
El crimen no fue perseguido como
se debía. Los inductores de aquella matanza nunca fueron investigados. De sus
asesinos materiales, el de familia bien, Lerdo de Tejada, huyó y fue escondido
en alguno de los refugios de nazis y fascistas en Latinoamérica. Carlos Garcia
Juliá, huido y prófugo, acaba de salir de la cárcel tras 287 días de prisión
una vez conseguida – no sin problemas – la extradición. El resto ya han muerto.
El odio que manifestaba ese acto criminal se reanima en nuestros días en
numerosos discursos, memes y tuits que cuentan con una aceptación
social y política en la ultraderecha. En un chat de militares retirados se hablaba,
recordemos, de fusilar a millones. Como a los abogados de Atocha, colocados en
fila contra la pared del despacho, disparándoles para exterminarlos.
La brutalidad y el odio están ahí
al lado, en el discurso obsceno de la ultraderecha que se expande alegando que
supone el ejercicio de la libertad de expresión. Un discurso que desborda los
márgenes democráticos pero que se permite y alienta como eje de deslegitimación
de propuestas y aportaciones colectivas que hasta ahora se consideraban, con
razón, elementos básicos de civilización democrática.
Este año, como consecuencia de la
pandemia, no hay actos conmemorativos organizados por CCOO de Madrid y la Fundación
Abogados de Atocha. Alejandro Ruiz Huerta ha dicho que este año los
homenajearemos desde el silencio. El premio que anualmente concede la Fundación
ha ido destinado a los trabajadores esenciales que han cuidado de la
colectividad y han hecho posible la condición de ciudadanía en la crisis
sanitaria y económica derivada de la Covid-19. Una situación que impide que
podamos reunirnos y hacer posible un año más la evocación de la memoria de nuestros
compañeros en el contexto de la lucha por la democracia y la libertad que hoy se
cuestiona en el propio parlamento por quienes usan los resortes democráticos
para diseminar y profundizar su mensaje antidemocrático.
Hay además otro aspecto que
también se resalta en este aniversario. Los fascistas – una palabra que ahora
cuesta escribir, porque se ha extendido la convicción de que es una categoría
política extinguida – asesinaron hace 44 años a quienes asesoraban y organizaban
colectivamente a los trabajadores para que éstos tradujeran sus reivindicaciones
en derechos. Esta actividad, intrínsecamente ligada a la defensa de la clase
trabajadora organizada sindicalmente, es la que también se quería golpear
físicamente, porque el sindicalismo democrático es un objetivo a eliminar por
parte de la ultraderecha. Aquí y en todas partes. Recientemente, la Fundación
Electra de Uruguay, ha publicado un Cuaderno en el que une los crímenes que se
produjeron por pistoleros o grupos parapoliciales en ese mismo año de 1977 en
Guatemala, Argentina y España, asesinatos contra abogados laboralistas por el ejercicio
de su profesión. Un objetivo que denota el odio de clase que sostiene y orienta
la mano de los criminales.
44 años
ya. Pero hoy, como ayer, es imprescindible rescatar su memoria. Como homenaje
en silencio, pero también como advertencia. Los enemigos de la democracia están
aquí y ahora fortaleciéndose y expandiendo la semilla del autoritarismo y la
intolerancia. Profundizar en la democracia fortaleciendo el Estado Social y la
autonomía colectiva de las organizaciones sindicales es la forma más eficiente
de detener estos procesos que erosionan nuestro sistema político.
Enhorabuena por esta entrada, prof. Baylos, de la que me quedo con la omisión de la izquierda actual a la pertenencia al PCE, con el avance del fascismo en España -y no solo-, así como el objetivo de la ultraderecha, de antaño y hogaño, de acabar con el sujeto colectivo de representación de los intereses y derechos de las personas trabajadoras.
ResponderEliminarQue el recuerdo de lo que supuso aquel infame asesinato nos permita afrontar los retos actuales.
Abrazos
Muy bien Antonio. Es imprescindible recordar y afirmar claramente que los actuales dirigentes son herederos directos de aquellos asesinos y de sus ideas de enterrar la libertad en nuestro país.
ResponderEliminarMuy necesario y oportuno.
ResponderEliminarLa placa la gestionamos desde la USMR (creo que también por su lado los abogados) con Juan Barranco alcalde entonces. Fue lo único que le sacamos en una entrevista. No aceptó que se pusiera nombre de una calle a los laboralistas porque en esos años aún no se quería ir más allá. Lo de Genovés en Antón Martín fue mucho después. Yo me enfadé un poco y le dije que el antiguo dictador Stroessner de Paraguay tenía calle en madrid y nuestros abogados no. ¡No me jodas me dijo! Y la verdad es que quitaron ese nombre.
Juan Moreno
Gracias Antonio, infinitas gracias por no solo recodarnos las causas de este cruel crimen, también el odio de clase que inspira al fascismo y sus actos. reivindicar la condición de Comunistas de los compañeros asesinados se hace esencial en momentos de agudización de las contradicciónes de clase. Un abrazo
ResponderEliminarQuerido Antonio.
ResponderEliminarAgradezco tu escrito, certero y conmovedor como siempre. Me inspira a compartir mi propio testimonio de hace un par de años, cuando por tu intermedio participé de ese homenaje a los héroes y mártires de Atocha. Allí, en el paraninfo, creo, de la calle San Bernardo, nos encontramos solemnemente con ese espíritu de los muertos que son pura vida e inspiran a los demás a luchar por una mejor sociedad. Su relevancia inspiradora es evidente en momentos en que fuerzas retrógradas conservadoras invaden el ideario de reivindicación de todas nuestras sociedades. Los mártires nos acompañan y bendicen con su ejemplo, los muertos son otros, la vida y buenos deseos siempre vencerán. Un abrazo desde el Caribe inquieto.
Carlos Alá Santiago