En un
artículo del diario Público, publicado el 2 de enero, Jorge Otero
Maldonado, sobre la base de un informe estadístico de la Secretaría de
Estado de Empleo y Economía Social que analiza el coste del despido entre los
años 2015-2018 en España, concluye que el despido en nuestro país es fácil,
barato y desigual. El artículo, (https://www.publico.es/economia/coste-despido-radiografia-despido-espana-facil-barato-desigual.html)
que es una muestra del buen periodismo de información que hoy supone una
excepción en los medios machaconamente dedicados al ruido y estruendo de las
consignas sugeridas por sus propietarios y aliados estratégicos, proporciona
datos verdaderamente interesantes.
El Informe – Estadísticas de
Empleo y su coste. Datos 2015-2018 – tiene su origen en un proyecto técnico
iniciado por el Ministerio de Trabajo e Inmigración en septiembre de 2019,
cuando era titular de la cartera Magdalena Valerio, y se justificaba en
la necesidad de contar con datos provenientes de las bajas por despido en Seguridad
Social y las indemnizaciones provenientes de la Agencia Española de la Administración
Tributaria y de los organismos paralelos de Navarra y País Vasco para conocer
el coste del despido, un elemento fundamental para verificar el impacto de las
reformas laborales del 2010, que redujo la indemnización por despido improcedente
de 45 a 33 días, y de 2012, que procedió a facilitar el despido y a abaratarlo
con la supresión de los salarios de tramitación en el caso de que el empresario
optara por la extinción en los casos de improcedencia. Se supo en aquel momento
– noviembre de 2019 – de la preparación de este informe con ocasión de un
enfrentamiento entre la Ministra de Economía, Calviño, que sostuvo que
la indemnización de 20 días por el despido objetivo no era baja, y la entonces
Ministra de Trabajo, Valerio, que repuso lo contrario sobre la base de
los primeros datos de que disponían sobre la base del estudio encargado (https://www.lainformacion.com/economia-negocios-y-finanzas/trabajo-respondera-calvino-datos-coste-real-despido-espana/6521488/)
El informe se centra tan sólo en los
cuatro años que median entre 2015 y 2018, es decir, aborda el momento de
recuperación de la crisis financiera y de la deuda soberana y por tanto de un período
de crecimiento económico moderado. Por tipo de contrato, el mayor número de
despidos ocurrieron en contratos indefinidos a tiempo completo pasando de
191.021 en 2015 a 194.630 en 2018, seguido de los contratos temporales a tiempo
completo, y es el sector servicios, seguido de la construcción, el que concentra
el mayor número de las extinciones de contratos. Los datos demuestran además
que la cantidad anual de despidos se mantiene prácticamente constante, de los
455.265 del 2015 a los 426.664 del 2018, con una pequeña tendencia a la baja, de
un 6% interanual, sin que por consiguiente parezca que la recuperación económica
incida de manera muy directa sobre el volumen total de despidos. El grupo de
edad que concentra la mayoría de los despidos va desde los 35 a los 44 años, y
son más los trabajadores hombres que las mujeres los despedidos.
Pero los datos más significativos
se encuentran respecto de las indemnizaciones. Hay que tener en cuenta que el
único criterio que maneja nuestra legislación – y que constituye el componente
económico del coste del despido, que ha hegemonizado el debate sobre esta
institución en las reformas laborales del 2010 y del 2012 – es el que combina
antigüedad en la empresa y días de trabajo, con un tope final para evitar que
los despidos de personas con mucha antigüedad en la empresa “disparen” el
precio de la extinción del contrato, un tope fijo que es más alto en los despidos
improcedentes que en los despidos procedentes indemnizados por causas objetivas
o causas de Fuerza Mayor o Ecónómicas, Técnicas,
Organizativas o Productivas. Eso quiere decir que hay dos variables
fundamentales, el nivel salarial, que varía en los diferentes sectores y
empresas, y el tiempo de permanencia en la misma empresa de la que la persona
trabajadora resulta despedida. El diseño legal castiga necesariamente a las
personas trabajadoras con poca antigüedad en la empresa, en función de la fecha
de ingreso en la misma, incentivando a su vez un efecto inducido de rotación de
trabajadores y de sustitución de los mismos en los casos de la contratación
temporal, para evitar el cómputo de la antigüedad de los mismos desde el inicio
de la cadena de contratos realizados en fraude de ley con la misma persona. En
el mismo sentido, la contratación a tiempo parcial sufre también una reducción
esta vez en función del salario reducido que tiene el personal –
fundamentalmente femenino, como se sabe – que realiza su actividad bajo esta
modalidad. Los sectores de nivel salarial más bajo, donde por otra parte suele darse
una amplia temporalidad y una gran rotación de trabajadores, tendrán un coste
económico más reducido en función de la jerarquización salarial que se da en las
relaciones laborales de este país: hostelería, construcción, el sector agrario,
como ejemplos típicos.
Pues bien, los datos que
suministra el Estudio son muy reveladores. En primer lugar, la indemnización
media de despido ha ido descendiendo progresivamente desde el 2015. Cada vez es más barato despedir. De los 10.045
euros de 2015, en 2016 subió a 10.089 euros; pero ya en 2017 bajó a 9.129 euros
y en 2018 se quedó en 9.306 euros. Por lo tanto el coste del despido es
decreciente, pese a la cierta recuperación salarial media que se encuentra
recogida en la negociación colectiva, y se viene a concentrar, en 2018, que es
el último año del estudio, en tres sectores especialmente, comercio, la
hostelería y la construcción (casi la mitad de los despidos que hubo en España
en ese año), lo que explica la mayor facilidad de despido en estas ramas de
producción por ser mucho más barato, tiende a ser insignificante. Un despido en
hostelería costó, de media en 2018, 2.472 euros y en el de construcción, 3.970.
Frente a ello, el coste medio de despido en el sector industria, fue, en ese
mismo año, de 16,814 €, en la industria extractiva, 15.736 €, en el sector de
información y comunicación 19.573 €, y, en el top del coste
indemnizatorio, el sector de actividades financieras y seguros, de 51.186 € de
indemnización media, lo que posiblemente explica la escasa conflictividad que
se da en este sector ante las reconversiones del sector bancario. Por lo tanto,
la disparidad entre sectores en orden a la indemnización media de la extinción
de los contratos es muy alta, y también por esta vía se puede rastrear la
degradación de sectores fundamentales, como la enseñanza, la sanidad o los servicios
sociales. El coste medio del despido en el sector educativo, es de 4.903 €,
en el de sanidad y servicios sociales, 6.297 €. Ante estas cantidades, la
cuestión inmediata es preguntarse si la indemnización como sanción al despido
ilegítimo tiene la virtualidad disuasoria que el sistema jurídico le asigna. Y
la respuesta es negativa.
Pero el informe contiene otros
elementos preocupantes al relacionar el coste del despido tanto con el tipo de
contrato como con circunstancias decisivas como la edad o el género. En cuanto
a la clase de contrato, la indemnización media del contrato temporal a tiempo
parcial en el 2018 fue de 474 €; la del contrato temporal a tiempo completo,
1.131 €. Frente a ello, la indemnización media del contrato indefinido a tiempo
parcial resultó de 3.375 €. La indemnización del contrato indefinido a tiempo
completo, 16.977 €. Por lo tanto, la diferencia de coste entre temporales e
indefinidos ambos a tiempo completo, o la distancia entre el contrato indefinido
a tiempo completo y a tiempo parcial, revela una clara componente
discriminatoria indirecta que se va a verificar al relacionarla con las
variables de género y edad. En efecto, la indemnización media en el 2018
para las personas trabajadoras de 16 a 24 años, es de 264,8 €, de 20 a 24, 785
€, de 25 a 29 – que ya suma además un número cuantitativamente importante de
despidos, 49.000 personas), se cifra en 2.013 €. Como es evidente, la
diferencia con las indemnizaciones medias de los trabajadores de mayor edad, a partir
de los 45 años, es muy alta, hasta seis y siete veces respecto de las personas
que cuentan entre 45 y 55 años, mucho más en las que tienen entre 55 y 65 años.
En cuanto al sexo, se despide más a los hombres que a las mujeres (243.321
frente a 182.425 siempre con datos de 2018), pero las indemnizaciones son
mayores en el caso de los hombres. La cuantía de la indemnización media es
superior en un 33% en los hombres respecto de las mujeres. Se trata de una
consecuencia de la brecha salarial, pero hay además elementos supuestamente “neutros”
como la utilización del trabajo a tiempo parcial, que acentúan esta
discriminación. También se constata una divergencia importante en cuanto a la
nacionalidad. Un trabajador español
percibe de media una indemnización tres veces mayor que uno extranjero: 9.940
euros frente a 3.258, lo que se explica por el segmento de la precariedad de
los empleos desempeñados por la población inmigrante.
Son datos que obligan a una
revisión del marco legal que regula el despido en nuestro país. Una regulación
que hace ineficaz el derecho al trabajo reconocido en el art., 35 de nuestra
constitución y que se relaciona directamente con la protección frente al
despido ilegítimo que dispone tanto la Carta de Derechos Fundamentales de la
Unión europea como la Carta Social europea, que precisamente en este año
cumplirá sesenta años. Es evidente que la relación unívoca entre coste del
despido y antigüedad no supera los requisitos que una adecuada tutela del
despido ilegítimo exigiría. La supresión de los salarios de tramitación para
favorecer la extinción del contrato es claramente contrario a una política de
mantenimiento del empleo y a la sanción exigida por la realización de un
despido improcedente. El impulso al reconocimiento de la improcedencia indemnizada
como forma de evitar el control judicial desvirtúa las garantías necesarias de protección
del derecho al trabajo.
El régimen legal del despido debe
ser objeto de una revisión en profundidad a la hora de establecer el nuevo
marco institucional que se remite a un nuevo Estatuto de las personas
trabajadoras del Siglo XXI. Presentado de ordinario como un enfrentamiento
entre posiciones “sustantivistas” que no tienen en cuenta la realidad
fundamental del coste del despido, que es la forma en la que se aborda la
cuestión como el único problema a resolver, este Informe del MTES sirve para
señalar las consecuencias nefastas de esta última opción, que genera
discriminaciones evidentes, desigualdades lacerantes y hace ineficaz la
declaración constitucional de proteger a los ciudadanos que encuentran en el
trabajo su seguridad en su existencia social. La consideración del trabajo como
una mercancía, la reducción del problema del despido a su consideración de “caro”
o “barato”, degrada la dignidad de las personas y oculta la violencia
permanente del dominio sobre las personas privadas, pero además se revela como
un mecanismo que impone y sostiene la irracionalidad y la discriminación
desigual en las relaciones sociales.
Paco Rodríguez de Lecea
ResponderEliminarUn estudio básico para centrar la acción sindical y iuslaboral. Pienso que habría que afinar un poco más en el tema del género. Las cifras absolutas (más varones que mujeres despedidos) pueden deberse simplemente a que la tasa de actividad es superior en los varones, es decir que hay más varones que mujeres en el mercado de trabajo. Me resisto a pensar que exista en ese punto algún tipo de discriminación en favor de las mujeres, no coincide con los datos conocidos sobre el comportamiento patronal en relación con el género.
Roberto Pompa
ResponderEliminarQuerido Antonio. Es muy cierto lo que señalás. En Argentina en que prácticamente no hay estabilidad el sistema del despido es muy injusto porque los trabajadores y trabajadoras para defender un derecho menor como podría ser exigir que se regularicen sus relaciones laborales terminan perdiendo un bien mayor como es conservar el empleo al tener que considerarse despedidos ante la común y generalizada negativa de los empleadores de proceder a regularizarlas, con lo que los incumplimientos de estos últimos terminan triunfando a costa de monetizar el despido
El estudio que se comenta en esta entrada hace evidente que, como muy bien dice Antonio Baylos, ya es hora de abandonar el enfoque del despido centrado en la indemnización cara o barata. Si hay indemnización ésta, en buena técnica, debería reparar los daños causados por la decisión injusta de despedir. Hay que recordar que un despido disciplinario procedente tiene coste cero, precisemente porque está justificado, pero uno improcedente es un despido que el poder judicial ha dicho no tiene justificación legal suficiente. Por lo tanto no podría ser despachado con una indemnización miserable que ni repara el daño, ni es disuasoria, ni cumple con las exigencias constitucionales del derecho al trabajo, ni con lo previsto en otras normas supranacionales. Muy oportuna entrada de cara a la discusión de un nuevo Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI
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