Los
iuslaboralistas permaneceremos atentos y nerviosos a la pantalla de la
televisión que retransmita el debate sobre la convalidación del RDL 32/2021, de
reforma laboral. A lo que parece, su convalidación no resulta asegurada por la
mayoría que sostiene al gobierno. De esta manera, se plantea la posibilidad de
que decaiga la norma de urgencia y recupere su vigencia la normativa derogada,
es decir, el conjunto normativo que se impuso en el contexto de las políticas
de austeridad.
La situación es inquietante. Por
muchos motivos. Ya se ha debatido hasta la saciedad sobre el contenido y el
alcance del RDL 32/2021, también sobre la importancia del acuerdo social
tripartito sobre el que se basa. Sin embargo, solo ahora se ponen en primer
plano las consecuencias de la votación de mañana jueves.
La primera y más elemental es la
de constatar que la ruptura del acuerdo de investidura se produce justamente
ante una norma que reconoce y desarrolla derechos laborales individuales y
colectivos que superan y reforman, de manera muy relevante, la legislación
actual en el área de la contratación temporal, donde se produce un cambio
fundamental, pero asimismo los mecanismos de ajuste temporal de empleo para
evitar despidos y la negociación colectiva. Es decir, que la norma que
deroga puntos clave de la disciplina legal del 2012 es el punto sobre el que se
ha concentrado el rechazo de los partidos políticos que configuraban un bloque
de mayorías frente a la derecha política por considerar la reforma
“insuficiente”. De esta manera, se ha elegido una norma progresista para
romper el acuerdo político que comprometía la realización de políticas
progresistas porque estas no son lo bastante incisivas.
La segunda consecuencia es que la
rechazar la reforma laboral se lesiona directamente el compromiso del
gobierno con la Comisión Europea que condicionaba políticamente los recursos
del plan de recuperación, transformación y resiliencia, abriendo por tanto
un espacio nuevo de revisión de este en el que los contenidos del nuevo acuerdo
pueden variar en un sentido más regresivo o introducir elementos hasta el
momento excluidos, que sin embargo forman parte del arsenal de medidas que
propone la tecnocracia europea y que reclaman los partidos de centro derecha y
liberales.
El tercer resultado es el de dinamitar
el acuerdo social tripartito e imposibilitar la continuidad del diálogo social.
El voto negativo supone una desautorización directa desde la política
parlamentaria a la interlocución social, censurando no solo sus contenidos sino
también el método. La censura política del acuerdo social impide que éste se
vuelva a producir ni a desarrollar, dado que la seguridad de lo pactado no se
mantiene en el ámbito de la gobernanza política. El rechazo del RDL 32/2021
supone por tanto la muerte del diálogo social como método de gobierno de las
relaciones socio-económicas en el marco de la interlocución política de los
sujetos sociales representativos y el confinamiento de la autonomía colectiva
en el marco estricto de la negociación de las condiciones de trabajo y empleo. Un
hecho que no sólo va a surtir efectos en el ámbito estatal, sino que refuerza
la subalternidad del intercambio entre gobiernos y agentes sociales en las Comunidades
Autónomas.
Muy ligado a lo anterior, el No
al Acuerdo Social Tripartito no solo desautoriza la continuidad del diálogo
social que ha ido conduciendo a resultados positivos desde el inicio de la
pandemia, sino que supone una desaprobación directa de los sujetos que la
han protagonizado. No solo de la dirección de la CEOE, personificada en la
actitud de Garamendi frente a otros sectores de la patronal mucho más
alineados con la estrategia del Partido Popular de deslegitimación política del
gobierno, sino muy especialmente, de la dirección de CCOO y UGT como
representantes del conjunto de los trabajadores, cuya capacidad de establecer
reglas vinculantes en la determinación del marco institucional de las
relaciones laborales del país queda directamente comprometida. Se comprende que
este sea un objetivo del sindicalismo nacionalista tanto en Galicia, donde la
CIG compite con los sindicatos confederales en la audiencia electoral de los diferentes
sectores, como en el País Vasco, donde el sindicalismo de ELA es mayoritario y
atrae a su estela a LAB, y solo contempla las relaciones con CCOO y UGT en el País
Vasco en términos de enemistad y exclusión. En el País Vasco, la fuerza del
sindicalismo nacionalista como tracción del voto y apoyo popular a las dos
opciones políticas con representación en el parlamento ha resultado ser
decisiva hasta el momento, pese a que la movilización del día 30 contra la
reforma laboral no obtuvo el seguimiento que se prometía.
Pero esa opción no tiene sin
embargo sentido en Catalunya, donde no existe este fenómeno. La desautorización
por tanto de los planteamientos sindicales de la CONC y de UGT-Catalunya por
parte de la izquierda republicana catalana se basa en la consideración del
escaso coste electoral o político que para el partido que gobierna la Comunidad
Autónoma tiene mantener una posición frontal contra lo pactado y sostenido por estos
sindicatos. O si se quiere en términos más crudos, para ERC mantener una
posición de enfrentamiento con los sindicatos no supone merma alguna de su
discurso de izquierda y progresista porque es capaz de convencer a la
ciudadanía de que su oposición se debe a que se trata de “la reforma de la CEOE”
y que la capacidad sindical de crear un relato alternativo es inexistente. Para
ERC el sindicalismo catalán es políticamente irrelevante.
La no convalidación de la reforma
laboral conduce, como se ha dicho hasta la saciedad, a reponer en su vigencia la
normativa derivada de la Ley 3/2012 presente en el Texto Refundido actual del
Estatuto de los Trabajadores. Se mantiene la regulación del despido, los recortes
en la negociación colectiva, el ajuste económico a través de la eliminación de
puestos de trabajo, se derogan los cambios fundamentales en materia de
restricciones a la contratación temporal. Un retorno al pasado que modeló el
Partido Popular y que se propulsa desde el rechazo al cambio legislativo “insuficiente”.
Este efecto derogatorio que
repone la vigencia de la reforma laboral que el bloque nacionalista dice
rechazar a la vez que la consagra, supone además algo más, a saber, la imposibilidad
de modificarla en el medio plazo, al haber fracasado el proyecto de
transformación normativa que supone el RDL 32/2021. No es creíble que se
pueda volver a empezar sobre la base de un diálogo social que se ha desacreditado,
y bajo la dirección del Ministerio de Trabajo, precisamente liderado por una
persona extremadamente relevante en el bloque de la izquierda del gobierno, a
la que la no convalidación la coloca en una posición de debilidad tanto ante
los actores sociales como, y de manera muy importante, en el interior del gobierno.
Hay más argumentos para criticar
esta postura de las fuerzas que, reclamándose de una posición progresista,
hacen imposible una solución de progreso. Pero no son redundantes en gran
medida con las penosas conclusiones que se han esbozado. El debate de mañana en
el Parlamento, en lo que se refiere a este autodenominado “frente del NO” , es
una muestra del doble lenguaje del relato político, de la tremenda separación
entre lo que se dice y lo que resulta de lo que se ha dicho.
Todo confluye pues en el
mantenimiento de la norma de la austeridad, a la desautorización del diálogo social
como método de gobierno de las relaciones laborales, a la afirmación de la
irrelevancia política de la intermediación sindical. Un panorama que con entusiasmo
– y no con cierto asombro, se supone. suscribirán los representantes del
Partido Popular secundados por Vox, festejando su triunfo gracias a los
llamados “nacionalismos periféricos”. Y un negro presagio para la
democratización de las relaciones laborales en nuestro país.
Resulta muy curioso, como la izquierda (supuesta) nacionalista nunca congenió con el movimiento sindical. Supongo que por eso triunfó la corrienta anarquista en Barcelona. Tan poco apegada a la política burguesa, salvo con su corriente lerrouxista. Y eso también explica la mayoría obrera del 50% de la Catalunya no independentista, porque del rural no creo que salga...
ResponderEliminarLo leo sabiendo el resultado. Creo que jugaron creyendo que Salía aprobada. Nos ha salvado la campana. Que a las fuerzas de izda y sindicales nos gustaría mejorar este texto es obvio (pues no hay camino por recorrer que digamos), pero tirar a la basura las mejoras que tiene, especialmente para los trabajadores más castigados, es puro masoquismo. El miedo a la proyección política de Yolanda tb puede estar detrás de algunos votos en contra. Sólo había que ver cómo lo celebraban los de Vox y el PP. Afortunadamente, esta vez se les congeló la risa.
ResponderEliminar