Ayer, 9
de marzo, recibí el mensaje de su hijo en el que me comunicaba la triste
noticia. Fernando Valdés había fallecido de madrugada, tranquilo, al
lado de su mujer e hijos, como él quería. Tenía 77 años. Un anuncio luctuoso
que era previsible, dada la larga enfermedad que le aquejaba desde hacía cuatro
años, pero que impacta en tantas personas que hemos acompañado su existencia ante
la conciencia de que con él se diluyen tantos recuerdos y vivencias comunes. Su
desaparición ha sido lamentada por las instituciones en las que participó,
desde la AEDTSS y la AESS, como entes que organizan el sentir de los profesores
universitarios de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, hasta el
Tribunal Constitucional. Han sido muchas las personas que han hecho públicas
sus condolencias y los principales periódicos han resaltado su fallecimiento.
Mi primer recuerdo se remonta a 1976,
cuando yo acababa de entrar en el Departamento de Derecho del Trabajo y de la
Seguridad Social de la UCM y entró en el despacho que compartíamos Javier
Matía, Fernando Pérez Espinosa y yo mismo como el recién llegado. Vio
que tenía escrito un resumen de su trabajo sobre el Decreto Ley de 1975 sobre
huelga (ese era mi tema de tesis) y me lo pidió para leerlo, un gesto que me halagó
y que luego asocié a su capacidad para entablar una relación directa y hoy llamaríamos
horizontal con las personas que estábamos aprendiendo el oficio de la docencia
y la investigación. Para todos los de mi generación, resultaba imprescindible
seguir sus escritos como forma de progresar en nuestro trabajo, y en aquellos
tiempos en los que era difícil el acceso a la elaboración teórica que sobre
nuestra materia se estaba haciendo en otros países de Europa, sus aportaciones
resultaban imprescindibles. De hecho, su trabajo sobre ideologías pluralistas y
relaciones de trabajo, que le pedí publicar en la Revista de la Facultad de
Derecho en 1979, bajo una junta de Facultad guiada por una coalición
progresista, suponía la introducción de una apuesta por la autonomía colectiva
como forma de producción del derecho que no abandonó jamás y que resultaba una
contra tendencia en aquel momento histórico.
Jesus Lahera ha resumido
en tres grandes etapas – el prefiere denominarlas “narrativas” – la semblanza
histórica de Valdés. En la primera resalta su posición institucional como
constructor – “arquitecto” del derecho le ha llamado el diario vallisoletano El
Norte de Castilla – del nuevo sistema jurídico resultante de la transición
a la democracia y la Constitución de 1978, a partir de su importante contribución
como letrado del Tribunal constitucional (1984-1985) y director del Servicio
Jurídico del Estado (1986-1990). En la segunda destaca la madurez académica y
profesional universitaria, como maestro y excelente jurista del trabajo una vez
llegado a la UCM (1991-2012), para culminar en su etapa de juez constitucional
a partir de 2012. Es un buen resumen de su trayectoria vital, pero para muchos
de nosotros, la posición más relevante de Fernando ha sido siempre la profesoral.
Era un gran profesor, en toda su amplia acepción. Es decir, tanto en su
capacidad de investigar y de producir teoría, como en su excelente forma de
exponer sus ideas en clases, charlas y conferencias, y en su capacidad de
dirigir equipos de investigación y de trabajo. Elías González Posada, Lola
Román de la Torre, Henar Merino, Mari Luz Rodriguez, son testigos sin duda
de cuánto les aportó a sus propias biografías ese momento primero de
crecimiento intelectual y profesional de su maestro en Valladolid en las décadas
de los 80 y 90 del pasado siglo, incluso después de la llegada a la UCM en 1991.
Otras muchas personas han visto también entrelazadas sus experiencias académicas
con él. Algunas con especial intensidad, como Jesús Cruz, Maria Luisa
Molero, Jesús Lahera o Ana Murcia, que, con Elías Gonzalez-Posada,
prepararon el libro homenaje de estudios en su honor dedicado a la negociación
colectiva como institución central del sistema de relaciones laborales, pero
otros muchos que no es posible mencionar aquí, han convergido en algún momento
en su estela, tanto en Valladolid como en la Complutense de Madrid, además de sus discípulos y doctores tanto en España como en Chile, Brasil o Argentina.
Fernando Valdés mantuvo
una fuerte presencia internacional, y forma parte de la reducida élite de
juristas españoles que participaron en la construcción de un derecho social
europeo, y formó parte de numerosos proyectos europeos en este sentido. Su perfecto
conocimiento del francés favoreció una relación intensa con Antoine
Lyon-Caen y Antoine Jeammaud en Francia, además de su presencia regular en
los cursos de doctorado de Paris X Nanterre. En Italia, además de su ligazón
con Silvana Sciarra o con Guido Balandi, mantuvo una gran
afinidad con Marco Biagi y participó en el círculo de comparatistas que
éste alentaba. Posteriormente, con Adalberto Perulli habría de participar
permanentemente en los seminarios que se organizaban en Venecia todos los
septiembres.
Posiblemente una de sus
actividades más influyentes en lo que se refiere a la orientación doctrinal de
nuestra materia en España fue su decisiva contribución a la creación, en 1984
de la revista Relaciones Laborales. Teoría y Práctica (Editorial La
Ley), bajo la dirección de Miguel Rodriguez-Piñero, con él como subdirector
de la misma. A través de las páginas de esta publicación, se fue orientando una
nueva doctrina laboral y una forma de construcción de la cultura jurídica de
los iuslaboralistas. Los editoriales de la Revista, a la que pronto se habría
de sumar Maria Emilia Casas, eran verdaderas piezas de análisis y de
política del derecho. Su hegemonía cultural era indudable. El rol desempeñado
tras las reformas de 1994 y 1997 de racionalización y redireccionamiento de la flexibilización
operada en este importante cambio normativo fue, en el sentido indicado,
extremadamente decisivo.
Como jurista pleno en todas sus
dimensiones, Fernando Valdés mantenía una dimensión ideológica de su
pensamiento conectada directamente con el reformismo social progresista.
Crítico siempre de los elementos más regresivos de nuestra legislación – su cuestionamiento
del “culto a la temporalidad” de nuestro sistema es todavía hoy ineludible – la
irrupción de las políticas de austeridad que retorcieron el esquema normativo
en nuestro país le hizo adoptar unas posiciones que censuraban fuertemente la
deriva legislativa en marcha. Primero con la reforma del 2010 – lo que le costó
que fuera pospuesto en el nombramiento de magistrado del Tribunal
constitucional en ese año, mientras que entró por consenso como magistrado Pérez
de los Cobos – y de manera más penetrante, frente a la del 2012. En aquella
época ambos organizamos un manifiesto que firmaron 55 catedráticos y
catedráticas de Derecho del Trabajo y cuyo texto publicamos en El País con cierta dificultad por parte de la
dirección del periódico y puede encontrarse en este enlace https://elpais.com/politica/2012/03/23/actualidad/1332530182_382930 – que tuvo una amplísima difusión no
solo en nuestro país, sino en Latinoamérica y Europa. Su actitud pro labour era
siempre cristalina.
En el 2012 entró en un Tribunal
Constitucional en el que la mayoría estaba claramente escorada hacia posiciones
conservadoras y, en materia laboral, decididamente entusiastas de la reforma
laboral de la que parece que quien luego sería Presidente de esta institución
se sentía particularmente orgulloso de su autoría. En esta etapa, sus votos
particulares a las cuestiones de inconstitucionalidad y recursos de amparo fueron
decisivos y denotaban una potencia teórica y un cuestionamiento radical de las
opciones que vencían por mayoría en la sala o en el Pleno. Los estudiosos de la
asignatura comenzábamos a leer las sentencias a partir de los votos disidentes
que escribía Fernando Valdés. Una posición crítica que costó la vida a la
revista Relaciones Laborales tras treinta años de existencia. La
editorial Wolters Kluwer decidió acabar con
la línea crítica mantenida frente al ciclo reformista en los editoriales que firmaban
colectivamente dos ex presidentes del Tribunal constitucional y un magistrado
en activo del mismo. Este asunto está resumido en la siguiente entrada: https://baylos.blogspot.com/2014/12/obituario-de-una-revista-relaciones.html
Fernando enfermó antes de la irrupción
de la pandemia, pero siempre estuvo atento a nuestras llamadas, con esporádicos
pero siempre divertidos encuentros y almuerzos – su predilección por las casas
de comidas de mi barrio, Ananías, Casa Ricardo, La Playa – en los que
debatíamos sobre todo y todas las cosas. En los cursos de postgrado en derecho
que organizábamos en enero en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de
Toledo, era siempre nuestro conferenciante principal. Su última conferencia fue
en el curso de enero de 2020, inmediatamente
antes de la declaración del estado de alarma, del que se conserva la foto que
sirve de pórtico a este recuerdo.
Fernando Valdés ha sido un
gran amigo y un maestro imponente. Un hombre comprometido con los valores de la
libertad, la igualdad y la justicia (¿se puede decir aún que del socialismo
democrático?). Una bella persona. Con el desaparece también una parte de
nuestra propia historia, de nuestros afectos, de nuestra memoria. Que la tierra
le sea leve.
Querido amigo: Reyes, hija mayor de Fernando, y yo, su marido e hijo político de Fernando desde hace 34 años, te agradecemos muy sinceramente tus hermosas palabras, que hacemos nuestras y que conservaremos siempre en nuestro corazón. Un afectuoso saludo, Mario.
ResponderEliminarMuy agradecida Antonio por esta semblanza tan genuina y verdadera de su profesionalidad, y de su entrañable persona. Nos ha marcado a muchos y es necesario decirlo alto y claro.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Antonio por esta hermosa semblanza del maestro, profesor y amigo Fernando Valdés.Una buena persona, con una capacidad de trabajo extraordinaria, siempre guiado por la necesidad de hacer más justo el mundo de las relaciones de trabajo y el de cada una de las personas a las que nos brindó su amistad incondicional e insustituible. Le vamos a echar mucho de menos, pero su homenaje está en todas las clases, las charlas y los escritos que hagamos. Un abrazo a Berna y a toda su entrañable familia.
ResponderEliminarEscribí mi nombre Ana Murcia, pero salió "anónimo". Lo intento de nuevo.
ResponderEliminarSoy Mónica Vergara, una de sus discípulas chilenas. Fernando Valdés y tu mismo Antonio, contribuyeron decisivamente en la comprensión de la importancia de la disciplina en esta parte del mundo. Su rigor intelectual, su gracia personal, su semblante quijotesco lo hicieron entrañable. Generoso en su saber y en su afecto me sentí acogida, al igual que otros chilenos, en su casa y en su cátedra cuando en nuestro país comenzaba a restaurarse la democracia. Más de una vez cruzó el charco para llegar a este pequeño país y su presencia y aporte nos enriqueció y nos estimuló para enfrentar los desafíos de entonces y los de hoy. Estoy segura que su obra seguirá brillando aún después de su partida, aunque ya no podamos disfrutar de su amistad.
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ResponderEliminarAntonio Ferrer Sais
Prestó un gran apoyo al sindicalismo confederal
Carlos Luis Alfonso
ResponderEliminarUna gran pérdida para el laboralismo español
ResponderEliminarJosé Antonio Gracia Guerrero
Un buen maestro del derecho del trabajo, una gran pérdida. Descanse en paz.