En el
mundo de la democracia liberal, conocer el proyecto de sociedad que planteaban
los partidos políticos que concurrían a las elecciones era un elemento
fundamental porque permitía la opción libre y consciente por parte del
ciudadano de las coordenadas sociales y económicas dentro de las cuales se iba
a mover el partido al que se le daba el voto. La elección de representantes era
asimismo una elección de la articulación concreta de un proyecto de sociedad a
través de la afirmación de una serie de líneas maestras recogidas en los
programas de los partidos. El mecanismo requería por tanto la información
previa al conjunto de la ciudadanía del marco ideológico y de la propuesta de
intervención de cada formación política que se presentaba al escrutinio popular
y a la que se comprometía si llegaba a obtener la mayoría parlamentaria que le
permitiera formar gobierno en solitario o en coalición con otras fuerzas afines
mediante un acuerdo programático.
Este proceso a través del cual se
perfeccionaba la representación política que daba sentido a la participación
ciudadana en los asuntos públicos y en la formación del interés general, como
señala el art. 23 de la Constitución española, permitía asimismo que para
determinados sectores de población lo importante del programa electoral de los
partidos era el referido a las medidas que habían de adoptar en relación con
sus intereses más próximos, tanto en su relación con el trabajo y su situación
social como en lo relativo a las demandas que surgían del territorio en el que
desplegaban su existencia social. Este interés específico tenía que ver con su
posición de clase, en su doble determinación a través del trabajo y de la
subordinación en la que este hecho fundamental les colocaba – con la posición
de doble explotación en el caso de las mujeres y su trabajo “donado” en los
cuidados reproductivos – y del territorio en el que se desarrollaba su
existencia social, la vivienda, el cuidado de la salud y de la educación, el
ambiente. La presencia de partidos políticos que basaban su estrategia
fundamentalmente en la ampliación de los derechos laborales y sociales como eje
central de su actuación democrática revalorizaba ese aspecto propositivo que en
cada cita electoral debía ser renovado pensando en el colectivo de personas que
se podrían sentir representadas por su programa.
Durante bastante tiempo este
aspecto programático quedó relegado con el bipartidismo y el turno de los dos
grandes partidos que se confrontaban fundamentalmente sobre la base de lo realizado
en el período existente entre elecciones, sin que por otra parte hubiera una
gran diferencia en los grandes temas de la política económica, centrados en el
arco que va de la flexibilización a la flexiseguridad de las relaciones de trabajo.
A partir de la participación en la guerra de Irak y los atentados del 2004, las
diferencias se centraron principalmente en el terreno de las libertades
públicas y los nuevos derechos civiles, en donde la fuerza del feminismo y de
los grupos LGTBI forzaban políticas de la diversidad. Sin embargo, el ciclo de
la crisis financiera del 2010 al 2013 acabó por homologar las decisiones de
gobierno bajo el paraguas de las políticas de la austeridad, con escasas
diferencias de grado, y que condujo a una modificación constitucional de enorme
trascendencia en materia de gasto social, a la devaluación salarial
generalizada y a la contracción de las prestaciones de seguridad social en
especial de jubilación.
La irrupción de Podemos a partir
del 2014 como partido que se declaró heredero del movimiento 15M generó una
corriente que cuestionaba el sistema de representación política hasta el
momento dominante e impulsaba una fase del debate político y electoral en la
que se impugnaba “el régimen del 78”, y que venía a sustituir la idea del
programa de gobierno por la de proceso constituyente como significante potente
de una transformación profunda de la propia estructura constitucional. La conventio
ad excludendum de Podemos respecto de la posibilidad de intervenir en el
gobierno de la nación y el agotamiento de esta fase mediante la derrota del procès
que en paralelo había sostenido tanto el independentismo como el soberanismo
catalán, combatido con la fuerza de los aparatos de Estado y de tres de los
cuatro grandes partidos que habían ido conformándose en estos turbulentos años,
resituó el instrumento del programa de gobierno como un elemento importante
dentro de la estrategia de los grupos alternativos, en el marco de la discusión
del 2019 en torno a la posibilidad o no de un gobierno de coalición entre el
PSOE y Unidas Podemos. La situación de excepción provocada por la pandemia y la
declaración del estado de alarma sustituyó una parte de este programa por la
elaboración de medidas de amortiguación del riesgo social sobre el empleo, a
través de un importante esfuerzo económico que consiguió salvar millones de empleos
y garantizar derechos a las personas que vivían de su trabajo en el marco de un
continuado proceso de diálogo social. El proceso posterior de recuperación a
pesar de la nueva crisis producida por la guerra en Ucrania, se ha revelado
sólidamente afincado en los datos sobre empleo, seguridad social y crecimiento
económico.
Esta es la realidad de la que se
parte ante las elecciones del 23 de julio. En ellas, por tanto, el bloque de
partidos que está en el gobierno junto con sus aliados provisionales en las
mayorías parlamentarias tienen interés en defender ante la población los logros
que, precisamente en el terreno socio-económico han conseguido y en el caso de
la izquierda del PSOE reunida por vez primera, con todas las dificultades que
este proceso encierra, en torno a SUMAR, se subrayan con énfasis los objetivos
conseguidos en materia de derechos laborales individuales y colectivos y la
mejora del sistema de pensiones. Conscientes de que la defensa de lo realizado no
es suficiente, el programa electoral vuelve a tener una relevancia muy
significativa en cuanto indica el rumbo que se tiene que seguir en los próximos
cuatro años si la mayoría de la población opta por continuar por la senda de reconocimiento
de derechos y profundización de la democracia. Para SUMAR además el proceso de confección
del programa ha sido cuidado de manera especial a través del proceso de escucha
en el que han participado más de mil personas en 35 grupos de trabajo,
debatiendo y exponiendo sus conclusiones que luego han sido extractadas en un
borrador de programa debatido a su vez con los partidos políticos que conforman
la coalición hasta llegar a su formulación definitiva.
El programa de SUMAR no se ha
desprendido por tanto de su característica originaria y su razón de ser:
plantear propuestas para el debate de la ciudadanía, de manera que el período
electoral sirva efectivamente para conocer y discutir el proyecto de sociedad
con el que el movimiento SUMAR, liderado por Yolanda Diaz, se compromete
en un futuro gobierno de la nación. Todas las medidas que se van desgranando –
y que en una estrategia comunicativa clásica, se dan a conocer paulatinamente
en sucesivos encuentros con la gente que acude a los actos de SUMAR o en las
entrevistas a sus líderes – persiguen no tanto una promesa que agrade o cautive
a un sector de la población cuanto una medida que pueda resultar sugerente y
atractiva como forma de pensar un modelo de sociedad democrática más cercano a
la participación ciudadana y a la extensión de los derechos de las personas que
viven de su trabajo, incluyendo desde luego la presencia fundamental de las
representaciones colectivas y de la acción colectiva en su determinación
concreta.
Frente a esa propuesta ideológica
y política sobre el programa electoral, el tándem del Partido Popular y de VOX parten
de un planteamiento muy diferente. Ante todo, se mueven en una descalificación
general del gobierno y de su presidente sobre bases puramente emocionales y de
reproche moral. Se le niega la legitimidad democrática y se sustituye por una desautorización
de las estructuras de poder sobre la base de la deslealtad con la que estas han
funcionado respecto del pueblo español. Apoyados por una fuerte cobertura
mediática, que llega a los propios medios de comunicación públicos, y por una
hábil estrategia de mentiras y noticias falsas en las redes sociales, luego
amplificadas por la propia prensa afín, han instalado en una buena parte de la
población la conciencia de que es preciso un cambio de personas en el gobierno,
sin que sea necesario indicar cual es el cambio de políticas que se pretende.
Esa línea estratégica ha causado un fuerte impacto, tal como señalan las encuestas
y esa es la razón por la que el líder del Partido Popular se niega a los
debates a cuatro, exige uno solo frente al presidente del gobierno, en una
afirmación simbólica de bipartidismo que es desmentida por su acuerdo estable
con la extrema derecha para poder formar gobierno, como por otra parte los
pactos en cadena en las comunidades autónomas y ayuntamientos están poniendo de
manifiesto.
De esta manera el programa
electoral para el Partido Popular no es conveniente. De hecho su líder afirma y
niega sobre el mismo tema, confirma y rechaza a la vez sobre varios aspectos de
manera que nunca pueda realmente concretarse un programa claro más allá de
algunos elementos comunes con las peticiones del post/neo fascismo de Vox. Esta
formación sin embargo ha optado por publicar un programa claramente
inconstitucional en muchas de sus propuestas, pero esta claridad expositiva funciona
más como un salvavidas para el PP – que permite a este partido diferenciarse
formalmente de su partner político y aparecer como la derecha moderada
sobre la indeterminación de sus propuestas – que como un programa de máximos
que se deberá negociar en el momento de formar un gobierno de coalición entre
ambas fuerzas en el caso de obtener la mayoría parlamentaria requerida.
En ese contexto, ¿cuál es la
función del programa electoral que se esconde o se presenta de manera irrealizable
para una gran parte de la ciudadanía? Y, considerando la cuestión desde otro
lado, ¿cuál es la posibilidad de que se conozca el propio programa electoral
por una gran parte de los ciudadanos si los debates públicos entre las fuerzas
políticas que se posicionan radicalmente en contra, como el tándem PP-Vox, no
se van a realizar en ninguna cadena de cobertura nacional? La cuestión es
especialmente grave y discriminatoria respecto de las fuerzas políticas a la izquierda
del PSOE agrupadas en SUMAR, a las que se priva de la posibilidad de debatir su
programa, extraordinariamente participado, frente a los que sostienen las otras
fuerzas políticas y especialmente frente a lo que podrían mantener los lideres
del bloque de la derecha y la extrema derecha. Obrando de esta manera, se impide
conscientemente que una gran mayoría de personas puedan informarse del proyecto
de sociedad que se dilucida en esta convocatoria electoral conscientemente por
tanto puedan elegir la opción que les parezca más oportuna en función de las
propuestas que se exponen a su escrutinio. Pero las respuestas a las cuestiones
así planteadas conducen a la crisis real de los mecanismos de decisión y de
participación política que ofrece nuestro sistema y que requerirían – más pronto
que tarde – una reformulación radical si se quiere preservar el mecanismo de la
representación de la ciudadanía en la formulación del gobierno de un país.
aco Rodríguez de Lecea
ResponderEliminarSirve para dar una dirección a tu voto, un recorrido hacia cambios determinados, pocos o muchos, nunca suficientes del todo, que consideras necesarios o convenientes.