El titular del blog, ante las noticias que le llegan de España, acude ante la tumba de Machiavello para conjurar desasosiegos y encauzar su indignación. Luego reflexiona lo que sigue a continuación.
Estos señores y estas señoras
decían que derrochábamos todo lo que generosamente nos habían dado, que vivimos
por encima de nuestras posibilidades. Nuestro salario era demasiado elevado,
los servicios públicos demasiado costosos, Decían que el gasto público era
excesivo y han reducido severamente los salarios a todos los funcionarios públicos,
a las trabajadoras y trabajadores, reduplicando Estado y Comunidades Autónomas
en esa carrera de degradación del valor del trabajo público. Decían que los
liberados sindicales eran parásitos sociales porque su crédito horario se
pagaba con cargo a los presupuestos generales del estado. Han favorecido el
despido, han abaratado su precio, han disciplinado a los colectivos que se
resistían a su dominio en los medios de comunicación. Han restringido la libertad para negociar
colectivamente las condiciones de trabajo, han denigrado a los sindicatos, han
emprendido una ofensiva anticolectiva. Han
reducido las ayudas asistenciales, y han privado de domicilio a quienes perdían
la casa, han hecho desaparecer la protección por dependencia mientras
cuarteaban la escuela, y disolvían la organización de la salud pública. Estos
señores y estas señoras han conseguido en un año desde que ganaron las elecciones en noviembre de 2011, aumentar la desigualdad,
pulverizar la seguridad, incrementar el sufrimiento en el Estado español.
Ahora sabemos que mientras
hablaban en público y se reían en privado de sus medidas de reforma, mientras blasonaban de serios y
austeros gestores, y organizaban empresas y consorcios para sustituir los servicios públicos, percibían generosos
sobresueldos con cargo a las aportaciones públicas de los Presupuestos, recibían
generosas donaciones de empresarios y constructores, una renta personal que se mantenía fuera de cualquier mirada
externa. Pero hemos mirado, y hemos visto. La fuerza visual de esos cuadernos
contables, la escritura minuciosa y el recuento exhaustivo del debe y el haber,
muestra sin ningún pudor la realidad cotidiana de un grupo político dirigente
de un Partido que nos gobierna ya sin legitimidad alguna, porque a partir de
hoy no puede presentarse ante los ciudadanos y ciudadanas sin que todas y todos
no recordemos esa caligrafía apretada del tesorero – y millonario emprendedor –
Bárcenas. Ahora sabemos por qué se procesó y se condenó a Garzón expulsándole con saña innoble de la magistratura, y conocemos el mecanismo de
silencio que se ha querido imponer a la investigación judicial. Pero ésta se ha
emprendido, y no ha hecho más que empezar. Saldrán peores cosas, evidencias más
terribles de esta clase dirigente y de su desprecio por la ciudadanía y por la
democracia. Esa señora en nombre de
todos estos señores y señoras pueden
negar lo evidente y amenazar con tantas acciones judiciales como se les venga
en gana. Nadie les cree hoy, y la mentira acompaña sus voces por mucho que se repita
cien y cien veces más una historia increíble de negaciones falsas.
Disolver las cámaras y convocar
elecciones es la única salida democrática. Lo ha pedido la izquierda plural. La
militancia del PSOE y una gran parte de su electorado está también por esa
línea. Seguro que también sectores dirigentes en su interior. Pero todo va al ralentí
y hasta se amenaza al PSOE con que el PP
puede poner en marcha “el ventilador”. Recomendamos nosotros que se ponga el
aspirador en ese momento para recoger los trozos de la porquería dispersa. Pero
no dejemos que crezca la antipolítica ni
demos espacio a soluciones autoritarias y antidemocráticas, como el gobierno
técnico sostenido por el centro – derecha e izquierda – que ejecute las reglas
y pautas de la intervención del BCE y de la Comisión de la economía española.
Estamos en un momento crucial y hay que seguir insistiendo en la movilización
social y política que abra un camino democrático en medio de este paisaje
desolado en el que nos movemos.
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